Entrevistas

17 DE JULIO DE 2023 | EL CONSULTORIO SE ACTUALIZA

Dispositivos electrónicos en el diván

Entrevistamos a Juan Augusto Laplacette quien nos cuenta cómo utiliza las "pantallas" en el consultorio y el uso clínico que realiza. El psicoanálisis se aggiorna a las nuevas tecnologías.

Por Lic. Prof. Carolina Duek
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-¿Cuál es el impacto de los dispositivos electrónicos en el desarrollo infantil?

-Creo que podrían desplegarse, como mínimo, dos campos de análisis. Por un lado, lo que hace a las características específicas de esos objetos y, por otro lado, lo que hace a los tipos de uso. En términos de las características particulares de los dispositivos electrónicos, Daniel Calmels habla de la luz, el brillo, el movimiento y la continuidad. Con respecto a esta última, plantea que aquellos objetos promueven un tiempo de continuidad, sin pausas, creando aceleramiento. Según Calmels, esa característica puede ser un obstáculo en la construcción de la corporeidad del niño, produciendo un montaje hipnótico que captura su atención. Al mismo tiempo, sabemos que la fragilidad de sus materiales hace que no sean objetos adecuados para las necesidades exploratorias y sensoriales de un bebé, por ejemplo. De hecho, si un bebé intenta chupar ese dispositivo, sus cuidadores marcarán que eso no se hace -porque puede romperlo-, y así se generará un vínculo de tensión con el objeto, porque limita las posibilidades de manipulación propias de un niño pequeño.
En un estudio exploratorio que realicé hace unos años, en el que un grupo de niños de primaria leía un cuento -en una hoja de papel- y otro grupo escuchaba el audiocuento a través de un dispositivo electrónico, encontré sutiles diferencias que impactaban en los modos de comprensión y atención. Por ejemplo, el grupo que había escuchado el audiocuento recordaba con mayor precisión la diferencia entre los personajes, identificando primarios y secundarios, y los diferentes roles; pero quienes lo habían leído en papel podían reconstruir con mayor facilidad la trama y la secuencia de hechos que componían la historia. En síntesis, cada formato, por sus características, promovía habilidades diversas, ni mejores ni peores, sino diferentes.
Más allá de las características de los dispositivos electrónicos, también resulta importante pensar en los diversos tipos de usos. En este sentido, me parece muy significativa la transformación de posición que fue atravesando la Sociedad Americana de Pediatría que, hasta no hace tanto tiempo, sostenía el lema “pantalla cero hasta los dos años”. Poco antes de la pandemia, revisaron esta idea -casi insostenible en la práctica- y propusieron la formulación de la triple C: Chico, Contenido y Contexto. Es decir que, distanciándose de la prohibición, plantean una propuesta regulatoria, por parte de los adultos, en el consumo y en los usos que los niños hacen de los dispositivos electrónicos. Para no caer en recetas universales, y promover acciones personalizadas y enmarcadas en situaciones singulares proponen, en cada caso, pensar de qué niño se trata -edad, intereses, habilidades, obstáculos, etc.-, con qué contenido se vincula en el dispositivo y en qué contexto -situación de juego solitario o interactivo, escenario escolar, recreación, etc.- De este modo, invitan a pensar en vinculaciones particulares entre tecnología e infancia, siempre mediadas por el adulto.

-¿Cómo entra la pantalla al consultorio?
-En mi consultorio la pantalla es un objeto disponible más, entre otros. A veces se transforma en ventana hacia el mundo interno de un niño, otras veces representa la puerta abierta a intentar comprender la complejidad de las relaciones entre pares y con la cultura que atraviesa y rodea esa infancia. Pero como decía anteriormente, en un caso u otro, siempre creo que es fundamental preguntarse qué representa la pantalla para cada niña/o, qué tipos de usos y vinculaciones se están construyendo allí. Hay situaciones en las que un niño puede usar la pantalla como refugio ante un mundo muy hostil, potenciando sus inhibiciones y retraimientos, aplastando la subjetividad y promoviendo posiciones pasivas; y hay situaciones en las que un niño hace de la pantalla un campo de juegos, exploraciones, interacciones con otros e infinitos aprendizajes, desde una posición activa y deseante.
Creo que el tema de la pantalla, hoy, aparece mucho en el consultorio a través del discurso de los padres/cuidadores, en la preocupación por regular y limitar los usos. En este sentido, como con otros temas que atraviesan la crianza, considero muy importante el acompañamiento, la orientación, el cuidar a quienes cuidan. Porque en la mayoría de las situaciones, los cuidadores que hoy se enfrentan a la regulación del uso de los dispositivos electrónicos con sus hijos, no cuentan con modelos previos. Se trata de generaciones que, como hijos, no vivenciaron esos modos de vinculaciones tempranas con ese tipo de tecnología, por ende, en muchos aspectos, deben crear formas de regulación que no tienen a mano.
En este sentido, recuerdo una escena -que suelo evocar cuando pienso en estas temáticas- en la que una mamá de una niña de 3 años estaba muy preocupada porque su hija pasaba mucho tiempo con el celular y le costaba regularlo. Unas de mis primeras preguntas, cuando me encontré con la niña por primera vez fueron: ¿Qué hace con el dispositivo? ¿Cuál es su vinculación, su uso? La mamá no sabía muy bien qué hacía la niña con el celular, ni parecía preguntárselo, sino que le preocupaba la cantidad de tiempo que pasaba con ese objeto porque creía que obstaculizaba el jugar. Cuando pude observar lo que la niña hacía, me di cuenta que exploraba, desde lo táctil, apretando aplicaciones de la pantalla, entrando y saliendo. En ese ir y venir, dentro de la pantalla, se me ocurrió proponerle un juego que tomara su iniciativa -en vez de buscar juegos que sustituyan o compitan con su actividad-. Cuando al explorar entró en la aplicación de la cámara de fotos, se activó la posibilidad de ver con el celular una parte de la habitación en la que estábamos. Entonces, tomé un títere de dedo que tenía a mano, y lo hice aparecer detrás de la cámara, pudiendo ver de ese modo al títere a través de la pantalla. Ese fue el inicio de un juego de escondidas y de búsquedas, y utilizamos el botón para tomar fotos como modo de capturar o atrapar al títere. Se construyó un jugar juntos, con placer compartido, en el que el celular se transformó en un objeto de juego, no en un fin en sí mismo, y fue perdiendo protagonismo como objeto porque entró en una trama lúdica, en relación con otros objetos. La mamá observaba maravillada, como si le costara creer aún que ese objeto podía ser parte de un juego, como si estuviera deconstruyendo en ese instante una idea que demoniza a los dispositivos electrónicos y que los opone a toda posibilidad de “verdadero” jugar. Es por eso que pienso que es muy importante pensar en los usos posibles, en las posiciones que los sujetos vamos construyendo en vinculación con los objetos y no sólo en sus características aisladas, sino en contexto, en interacción.

-¿Te interesa el tema de la ética en las infancias, cómo la concebís y trabajás?
-En este campo siempre me parecen muy valiosos los aportes de Silvia Bleichmar, cuando plantea la necesidad, como sociedad, de reconstruir las legalidades, la confianza y el cuidado mutuo como pilares que sostienen cualquier regulación, normativa y límite. Me interesa mucho esa construcción de cuidados del otro y de uno mismo que se empieza a producir desde los primeros tiempos de la vida. De hecho, el año pasado se publicó un libro álbum que escribí e ilustré, dedicado a las primerísimas infancias, que se centra en esa construcción vincular temprana y que, básicamente, cuenta una historia de cuidados mutuos, de la importancia de sentirse y ser cuidado por otros para poder cuidar de otros. La idea de cuidar a quienes cuidan para cuidar mejor.
Como dice Silvia Bleichmar, también, en nuestra época hay una tendencia a cierta degradación de la moral en “moral pragmática”, es decir, lo que no se hace porque no conviene, no porque no deba hacerse. En este sentido, observo que hay una fuerte tendencia al utilitarismo, que afecta profundamente la construcción de una ética y contamina muchísimo la oferta que le hacemos a niñas y niños pequeños. Está lleno de juguetes y libros “para…”, desplazando a segundo o último lugar el placer por la lectura y por jugar en sí mismos, priorizando esa moral pragmática que incluye, por ejemplo, libros para “gestionar” o “controlar” las emociones porque conviene que las niñas y los niños se “porten bien”, en vez de acompañar la complejidad y singularidad del desarrollo emocional de los sujetos. De este modo, creo que se trueca lo literario por lo literal, lo simbólico por lo crudamente real, lo poético por lo concreto, y todo eso provoca un déficit metafórico que nos hace naturalizar y conformarnos con la realidad y que atenta contra el pensamiento crítico y, por ende, la construcción de toda ética. Cuando un niño, que va de la mano de un adulto caminando, observa a una persona en situación de calle pregunta -a los cuatro vientos- “¿Por qué ese señor está en la calle?”, puede contemplarse un honesto cuestionamiento, quiere saber, quiere entender algo que no está a simple vista. En ese cuestionar es que sigue viva la posibilidad de transformar la realidad, hay una ética potente que, lamentablemente, los sistemas educativos y la oferta comercial de nuestra cultura suelen callar, tapar, naturalizar.
A pesar del contexto tan complejo en el que vivimos, creo que también hay muchas apuestas y propuestas subjetivantes que intentan generar y promover espacios diferentes, que sostienen y facilitan la reconstrucción de esa confianza y cuidado mutuo, de una ética desde los comienzos. Es esa ética, que va más allá de lo que está bien y lo que está mal, del intento de pragmatizarlo todo, que apunta a la intersubjetividad, al cuidado mutuo, la que me interesa acompañar, alimentar, promover y facilitar. Pienso que eso se transmite en las cualidades de los objetos que ofrecemos -dispositivo electrónicos, juguetes, libros- pero, sobre todo, en los modos de vinculación y posiciones subjetivas que promovemos alrededor de ellos.

-¿Cuáles son los ejes sobre los que están trabajando en Sociedad Argentina de Primera Infancia (SAPI)?
-En lo personal, y justamente vinculado a las preguntas anteriores, siempre me convocó de SAPI la posibilidad de generar espacios de lo inter: interdisciplina, intersectorialidad, intersubjetividad. Creo que sostenerse en esos “entres”, como diría Winnicott, nos habilita y potencia para fortalecer redes de cuidado, protección y acompañamientos de las infancias. Conocí a SAPI cuando estaba estudiando Psicología, y recuerdo que la primera actividad en la que participé fue un diálogo -parte de un ciclo llamado “diálogos en convivencia”- que convocaba a diferentes profesionales, con diversos enfoques, a conversar y debatir alrededor de un tema vinculado a las primeras infancias. Me entusiasmó profundamente acercarme, porque no abundan espacios de confrontación teórico-práctica, uno se acostumbra, lamentablemente, a escuchar a quienes piensan parecido a uno, generalmente. Porque existe cierta intolerancia a la diferencia, y los distintos espacios académicos suelen segmentar y agrupar -incluso polarizar- las diferentes versiones que hay de una misma cosa -de hecho se habla de “uni-versidad”: como totalidad-.
Creo que, desde esa perspectiva, SAPI tiene un desafío cada vez más vigente que es el de seguir construyendo desde lo inter. Es cada vez más vigente, porque el mundo tiende a la individualidad, a la segmentación, a la hiperparticularización, a la sobreestimulación, y todo ello dificulta la integralidad, la coherencia, la continuidad, los procesos y el acompañamiento que las infancias necesitan.

Juan Augusto Laplacette es Doctor en Psicología de la Universidad de Buenos Aires, becado por el CONICET (Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas). Licenciado en Psicología y Especialista en Psicología Clínica con Niños por la Universidad de Buenos Aires. Docente de Nivel Superior en el Instituto Superior del Profesorado de Educación Inicial Sara C. de Eccleston, en el Instituto Superior del Profesorado Dr. Joaquín V. González, en la Universidad Nacional Pedagógica (UNIPE) y en diferentes posgrados: Diplomatura en Juego (Tangram y Universidad Abierta Interamericana), Diplomatura Clínica en Psicopatología Infanto-Juvenil (Raíces), Diplomatura en Cuidados Integrales (Universidad de Tres de Febrero y Fundación Banco Nación). Autor integral -textos e ilustraciones- de libros dedicados a las infancias (Editorial La Brujita de Papel, Editorial Nazhira). Miembro de la Sociedad Argentina de Primera Infancia.

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