La pregunta por la normalidad del desarrollo humano nos acompaña desde hace al menos un siglo y medio. Desde los saberes expertos se han propuesto conceptos, criterios y parámetros para discriminar entre lo normal y lo patológico (también anormal, inadaptado, desviado, atípico) lo que ha servido para delimitar campos de saber específicos. En efecto, desde sus inicios, la terapéutica médica se ha concebido como un intento por “restaurar la normalidad”, entendiendo los pares normal/patológico como organizadores del pensamiento y la intervención de la medicina. En las ciencias sociales, especialmente durante la primera mitad del siglo XX, se ha discutido extensamente acerca de la normalidad. La relación entre conceptos como socialización/ enculturación y normalidad/adaptación fue un eje central en el análisis del rol de las instituciones sociales y las prácticas de crianza y educación infantil para encauzar y/o sancionar posibles “desviaciones” o “anomalías”. Sin embargo, desde las ciencias médicas no ha habido una profunda reflexión acerca de estas relaciones, ni sobre el origen de la conceptualización de normalidad en el desarrollo, ni en cuanto a sus efectos y alcances.
A lo largo del último siglo, las discusiones sobre la relación entre desarrollo humano, normalidad y socialización de la infancia también se han transformado en varios sentidos, partiendo de una mirada individualista del desarrollo, con fuerte sesgo biológico, para pasar a pensar las distintas trayectorias en función de los contextos socioculturales e históricos, buscando complementar enfoques en lugar de sostener dualismos. Este proceso se ha acompañado de un cambio en la conceptualización de la niñez, la agencia infantil y la contribución de los niños y las niñas a sus sociedades. Estos aportes se han traducido –en el plano metodológico y clínico– en nuevas prácticas, lenguajes y abordajes de las infancias y sus trayectorias de desarrollo, que obligan a repensar el alcance de conceptos muy arraigados. No obstante las transformaciones ocurridas en las profesiones, las disciplinas, las sociedades y las infancias desde ese entonces, la pregunta por la normalidad, persiste.
Con base en estas ideas, en este artículo nos proponemos discutir los sentidos y alcances del concepto de “normalidad” en su aplicación al abordaje de los procesos de desarrollo infantil, considerando sus implicancias en la labor cotidiana. Si bien por cuestiones de espacio no es posible aquí dar cuenta de las diferentes teorías y modelos que se han construido y debatido en torno al desarrollo humano, la socialización para la normalidad y sus efectos en la clasificación y modelización del desarrollo, en este ensayo teórico intentamos articular algunas discusiones a partir de un conjunto de interrogantes que orientan y organizan las diferentes secciones en las que se divide este escrito: ¿A qué llamamos desarrollo normal?; ¿cómo se ha construido y legitimado este concepto para evaluar/valorar el desarrollo humano?; ¿de qué manera interviene el concepto de normalidad en la labor de quienes trabajan cotidianamente con niñas y niños?; ¿cómo se determina en la práctica clínica qué es normal y qué no?; ¿cómo se construyen culturalmente, históricamente y disciplinariamente categorías y clasificaciones sobre el desarrollo normal y, a partir de ellas, se otorgan identidades a niñas y niños?; ¿de qué manera los modelos y categorías clasificatorias impactan en nuestra mirada sobre las niñas y los niños, y devienen en instrumentos de intervención?; ¿sigue siendo lícito pensar las diferencias en el desarrollo infantil en términos de normalidad versus patología?, ¿o debemos avanzar en la dirección del reconocimiento de la diversidad de las trayectorias del desarrollo infantil? A lo largo de estas páginas sostenemos, en primer lugar, que la “normalidad”, como cualquier otro concepto es una convención, cuyos usos y sentidos varían y, por lo tanto, debe ser entendida en su anclaje sociohistórico, científico y político, como resultado del consenso de una comunidad de práctica. Entendemos que los efectos de este concepto –y las prácticas y abordajes basados en él– no se limitan al plano teórico-metodológico, sino que tienen consecuencias subjetivas y políticas, en tanto otorgan identidades, clasifican sujetos y comportamientos, y legitiman mecanismos de control social. En segundo lugar, analizamos las limitaciones del uso reduccionista y descontextualizado de instrumentos que se suelen utilizar para la valoración del desarrollo infantil. Sostenemos la necesidad de abordar el desarrollo trascendiendo visiones dualistas, lo que implica tender puentes entre disciplinas y culturas, revisar supuestos, constructos teóricos, evidencias y estrategias metodológicas. Tercero, discutimos la visión universalista y unilineal del desarrollo, así como la excesiva cronologización y cuantificación de los hitos del desarrollo. Cuestionamos la escasa reflexión sobre los sesgos desde los cuales se sostiene tal universalidad y normalidad del desarrollo. En este sentido, el texto busca alertar sobre los efectos que pueden generar en las niñas y los niños la continuidad de prácticas que se sustentan en la premisa de que existe “una normalidad” – definida desde un conjunto limitado de conceptos e instrumentos– que deslegitima las diferencias y la traduce en patología. Cuarto, destacamos la necesidad de atender a la variabilidad interindividual e intercultural en el timing y secuencia de los hitos del desarrollo. Sostenemos la necesidad de pensar la variabilidad y la diferencia como centrales a nuestro acercamiento al desarrollo, evitando subsumir bajo una misma categoría experiencias infantiles muy diversas.
En definitiva, reafirmamos la imposibilidad de pensar el desarrollo de las niñas y los niños, sus desafíos y obstáculos, si no es en sus contextos ecológicos e históricos. Con este trabajo buscamos aportar a la discusión de conceptos y enfoques vinculados a la noción de normalidad con relación a su aplicación en diferentes contextos académicos y profesionales. Consideramos que esta discusión resulta insoslayable en el marco del trabajo con niñas y niños, atendiendo a sus implicancias teóricas, empíricas, metodológicas, éticas y políticas, en tanto tiene consecuencias clave en nuestra mirada hacia la niñez, así como en sus experiencias cotidianas en el contexto de sus diversas comunidades. Este artículo surge del encuentro de intereses, interrogantes y preocupaciones de profesionales que desde distintas disciplinas nos proponemos articular discusiones teóricas con demandas que surgen de la clínica y la investigación. Estas reflexiones se organizan en torno al análisis de distintas estrategias de abordaje clínico y formas de acompañamiento, cuidado y sostén de la crianza, entendiendo que estas no pueden desconocer los contextos particulares en los que transcurren las vidas de niños y niñas, y las herramientas que despliegan para afrontar los múltiples desafíos que sus entornos les plantean, lo que imprime características diversas a sus experiencias y trayectorias vitales.
A partir de estas ideas y preguntas, intentamos abrir algunas sendas para una conversación plural en torno a un objeto multidimensional: el desarrollo de las niñas y los niños que crecen y viven en circunstancias diversas que no se corresponden con modelos teóricos. Niñas y niños que abrazamos, con los que jugamos, a los que cuidamos, que nos sorprenden e interpelan, justamente, por su singularidad.
Link al artículo completo: http://revistas.unla.edu.ar/saludcolectiva/article/view/3921
Los autores:
Carolina Remorini es Doctora en Ciencias Naturales. Investigadora Adjunta, Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas. Profesora titular, Laboratorio de Investigaciones en Etnografía Aplicada, Universidad Nacional de La Plata, Buenos Aires, Argentina.
Esteban Rowensztein es Médico, especialista universitario en Pediatría y Desarrollo Infantil. Pediatra, Hospital de Niños “Dr. Ricardo Gutiérrez”, Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina.