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17 DE JULIO DE 2009 | LAS RELACIONES DENTRO DEL ORGANIGRAMA

Psicoanálisis de la oficina

En la empresa confluyen sujetos y estructuras administrativas interactuando entre sí, encaminadas a ofrecer servicios y/o productos. Ambas –sujeto y organigrama- son estructuras simbólicas que en el caso de las empresas e instituciones de trabajo, conforman los lugares, puestos y relaciones -de poder y de funciones- que se establecen entre los trabajadores.

Por Camilo Ramírez Garza
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Por mucho tiempo se consideró que el psicoanálisis solo tenía lugar en los límites del consultorio del psicoanalista; si acaso podía permitirse incursionar en la docencia universitaria, clínicas, hospitales, sociedades y asociaciones psicoanalíticas, donde se imparten talleres y seminarios. Sin embargo, al ser el psicoanálisis un método de investigación sobre los humanos y sus problemáticas, éste posee herramientas teórico-metodológicas para aportar su saber a diversos campos donde los humanos nos desenvolvamos, tales como el basto ámbito laboral.

En la empresa confluyen sujetos y estructuras administrativas interactuando entre sí, encaminadas a ofrecer servicios y/o productos. Ambas –sujeto y organigrama- son estructuras simbólicas: los humanos somos un efecto del lenguaje y las imágenes, creamos cultura (conocimiento, artes, religión, tecnología, etc.) y ésta a su vez nos constituye como sujetos históricos; las estructuras empresariales son igualmente una invención de un orden simbólico que producirá efectos en la realidad.
En ese sentido, tanto el sujeto como el organigrama de una empresa, negocio o institución, poseen ese elemento que les da forma -lo simbólico y lo imaginario. Podríamos decir que el sujeto de la empresa es su organigrama, eso que le otorga su vitalidad (quiénes y cómo) Quienes ocupan dichos puestos (lugares simbólicos) forman parte de una organización que los rebasa, incluye y fija en un puesto determinado, funciones, tareas, salario, nivel de decisión e información (poder) correspondencia y relación con otros puestos, tanto horizontal como verticalmente (obreros, supervisores, gerentes, directores, accionistas, etc.)

Es en esa superestructura simbólica ya ocupada por personas de carne y hueso, donde las dificultades se presentan. Quien ocupa un puesto laboral no solo lo ocupa con sus conocimientos para la labor encomendada, sino con un cúmulo de experiencias laborales y personales; idiosincrasia, prejuicios, valores, motivación, conflictos, complejos, luchas por el poder, amor, odio, envidia, celos, sentidos en la vida, envidia, etc. Por ello el psicoanálisis puede aportar soluciones en donde quiera que los humanos incursionemos: pareja, empresas, familia, educación, políticas públicas, etc.

Los conflictos laborales se producen no solo por fallas en la realización de un proceso de producción y/o administración, sino por las pugnas por el poder. Esas luchas incesantes por dominar y controlar al otro, bajo la ilusión de “ser más y poder más que el semejante”. Entonces a toda costa se establecen juegos y alianzas “no escritas” contra otro/s, sea para desacreditarlos, dejarlos fuera, y entonces así “ganar” Esto es importante señalarlo, “lo no escrito”, esa dimensión relacional cotidiana que se despliega en los diversos ámbitos laborales y que no se puede analizar leyendo lo escrito sobre la empresa o lugar de trabajo (organigrama, visión, misión, objetivos, directorios de puestos, certificaciones, seguridad e higiene, utilidades, etc.) sino estando ahí, percibiendo y analizando el ambiente, investigando los efectos que van produciendo las palabras y actitudes de quienes coordinan los diferentes departamentos, pero también las suposiciones y fantasías que se generan, los rumores, secretos a voces que circulan y dan forman al ambiente laboral, y que nos hablan no solo de sus malestares, sino de su forma de trabajar, crear conflictos, obstáculos y soluciones.
La propuesta psicoanalítica que hemos desarrollado para las empresas e instituciones consiste en partir de las características de dichos conflictos laborales a detalle (tanto lo escrito y principalmente lo no escrito) para poder advertir qué es lo que dichas problemáticas muestran, no solo sobre el malestar particular de la empresa o institución, sino sobre los conflictos, malentendidos no resueltos y, principalmente, sobre los cambios y ajustes que es necesario implementar.

Antes decía que en la empresa confluyen sujetos y estructuras administrativas interactuando entre sí, encaminadas a ofrecer servicios y/o productos. Ambas –sujeto y organigrama- son estructuras simbólicas que en el caso de las empresas e instituciones de trabajo, conforman los lugares, puestos y relaciones -de poder y de funciones- que se establecen entre los trabajadores. Cada puesto posee funciones y tareas específicas, manejo de información y decisión, tanto horizontal como verticalmente.
Las dificultades se derivan de la dinámica que cada sujeto y/o departamento le imprimen a su labor, -sean conscientes o no- pues no sólo van a trabajar el conocimiento y la técnica, sino personas con historia, idiosincrasia, valores, prejuicios, experiencia, amor, odio, luchas de poder, fantasías, etc. Dichas dificultades pueden ser desde una carencia de información y/o capacitación para la realización de la labor encomendada, ajustes en la organización de la tarea, desfase de funciones: p. e. quien realiza la modificación de las tareas del puesto no coincide con quien las realiza, por lo tanto puede no estar reconociendo ciertos aspectos que solo quien día a día cumple con dichas funciones, conoce y puede aportar; hasta aspectos relacionados con el manejo del poder como mecanismo de control y humillación del otro.
Esto sucede no solo a niveles gerenciales, de coordinación y supervisión, sino también de abajo hacia arriba en el organigrama. Entonces algunos problemas surgen del simple hecho de “estar por debajo” en el organigrama, que hay una autoridad a la cual se le puede adjudicar tanto la culpa como la solución; creyendo ilusoriamente que con eso se es menos responsable por las fallas de las tareas propias. Ello puede transformarse cuando hay un cambio de posición de un empleado, por ejemplo de un puesto de operador a un supervisor o gerente, entonces ahora puede emprender –pues el poder de su puesto ahora si se lo permite- los cambios que siempre deseo desarrollar, con la diferencia de que ahora maneja más y diferentes información que antes. “No es lo mismo estar fuera que dentro del ruedo”

Como lo que sucede en política, no es lo mismo ser oposición a ser gobierno, candidato que funcionario electo, en donde muchas dificultades son precisamente creer “ser el poder” y no que dicho poder –como en la tradición de los súper héroes de comics- viene de la mano de mucha responsabilidad. Se confunde la función simbólica del puesto con el sujeto que la ocupa, éste se cree poseedor por sí mismo del poder de decisión e información que le otorga el puesto, en correspondencia con los demás lugares del organigrama, igualmente necesarios. Se confunde entonces el poder de uso con el poder absoluto. Si alguien puede ordenar y otro obedecer, no es solo por sí mismos, sino porque hay estructuras que los rebasan y organizan, otorgando investidura y funciones que cada cual puede utilizar. Entenderlo y llevarlo a la práctica: la disparidad entre la persona y las funciones del puesto que ocupa, permite, por un lado, resolver conflictos laborales en donde se involucran cuestiones de poder (económico, de información, decisión, sexual, etc.) así como formular, replantear y utilizar las estructuras simbólicas que posee una empresa y/o institución para la consecución de sus objetivos y metas.

Camilo Ramírez Garza. Psicoanalista

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