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21 DE AGOSTO DE 2025 | TERAPIAS DIGITALES

La ilusión de la escucha perfecta

El problema de la tecnología que comienza a sustituir vínculos humanos y ocupa el lugar del otro real que escucha, responde y se conmueve: la máquina no puede acompañar.

Por Jesica Rodriguez Zappulla
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Vivimos en una era de hiperconexión, pero cada vez más personas se sienten solas ¿Por qué hablar con una inteligencia artificial no reemplaza el encuentro humano? ¿Qué nos da un vínculo real que una respuesta automática jamás podrá ofrecer?

En los últimos años, la inteligencia artificial ha comenzado a ocupar lugares impensados. Muchas personas recurren a ella para obtener información, organizar su vida cotidiana, entretenerse... e incluso para hablar de sus emociones. Algunas interfaces prometen ser “compañeras emocionales”, otras dicen ofrecer “escucha empática” o “apoyo terapéutico” las 24 horas.

Y, sin embargo, algo esencial se pierde cuando la escucha no proviene de un ser humano. Porque escuchar no es solo recibir datos o devolver frases amables: es resonar con el otro, implicarse subjetivamente, afectar y ser afectado. En una cultura donde el otro se vuelve cada vez más incierto y exigente, las respuestas automáticas ofrecen consuelo... pero también una ilusión.

En sociedades crecientemente individualizadas, muchas personas han aprendido a no confiar, a no esperar del otro algo más que juicio, consejo o exigencia. En ese vacío, la IA aparece como un refugio sin fricción: responde siempre, no interpela, no abandona. Pero tampoco escucha de verdad.

Los psicólogos entendemos que la transformación subjetiva ocurre en el encuentro entre dos cuerpos hablantes, implicados, donde no hay garantías, pero sí la posibilidad de que algo emerja. Una IA no tiene historia, ni deseo, ni inconsciente. No sueña contigo. No se queda pensando en lo que dijiste cuando la sesión terminó. Y eso importa.

Hay un fenómeno que se repite cada vez con más frecuencia: personas que acuden a dispositivos digitales en busca de alivio emocional. Algunos hablan con asistentes de IA, otros se refugian en chats, otros publican en redes esperando un 'me gusta' que calme la angustia. Y aunque estas prácticas pueden ofrecer cierto alivio transitorio, también muestran un síntoma cultural: la dificultad creciente para sostener un vínculo real, encarnado, complejo.

El ser humano tiene tiempos, tiene estados de ánimo, se conmueve, se va, vuelve, nos transforma. Una máquina, en cambio, no nos confronta ni nos modifica. Nos repite. Nos acomoda. Y a veces, eso es todo lo que se desea. Pero a la larga, no alcanza.

Donald Winnicott, famoso psicoanalista y pediatra británico, lo expresó con una claridad inolvidable al hablar de la importancia de la presencia viva del otro. En su célebre concepto de la “madre suficientemente buena”, nos mostró cómo el psiquismo humano se constituye gracias a una figura que está ahí, cuerpo mediante, respondiendo a las necesidades del infante desde su propia subjetividad.

Si bien este concepto está pensado para la infancia, la necesidad de una presencia humana suficientemente buena no desaparece con los años: se transforma. Como adultos, seguimos necesitando encuentros reales, cuerpos que se hacen presentes, miradas que nos reconocen.

El Estudio de Desarrollo Adulto de Harvard, uno de los más extensos y rigurosos sobre la vida humana, viene investigando desde hace más de 80 años qué es lo que realmente nos hace felices y saludables ¿La respuesta? Clarísima: los vínculos reales, significativos y cercanos.

Las personas con relaciones humanas sólidas no solo reportan mayor felicidad subjetiva, sino que también envejecen mejor, tienen menos enfermedades y viven más tiempo. Por el contrario, la soledad y el aislamiento emocional afectan tanto como fumar o llevar una mala alimentación.

El mensaje del estudio es contundente:

“Las buenas relaciones nos mantienen más felices y saludables. Punto”. —Dr. Robert Waldinger, director del estudio (Harvard Gazette)

Este no es un alegato contra la tecnología ni las redes sociales. No se trata de nostalgia ni de idealización del pasado. Las herramientas digitales pueden enriquecer nuestra experiencia, abrir canales de comunicación y ampliar posibilidades. Pero solo si entendemos que son eso: herramientas. No reemplazos.

Cuando la tecnología comienza a sustituir vínculos humanos, cuando ocupan el lugar del otro real, del otro que escucha, responde, se conmueve, ahí aparece el problema. Porque nada en el universo virtual puede alojar lo que sólo el cuerpo y la presencia pueden ofrecer.

Y eso requiere algo más complejo que regular pantallas: requiere adultos disponibles, vínculos sostenidos, espacios de encuentro real. Requiere un trabajo social, cultural y clínico que no puede tercerizarse en un algoritmo.

En un mundo que hiperconecta sin tocar, donde todo es inmediato, pero poco permanece, defender la presencia humana --con su tiempo, su imperfección y su potencia-- es un acto político y ético. Escuchar de verdad, sostener un vínculo, estar con otro más allá de la pantalla... no es romántico: es vital.

Jesica Rodriguez Zappulla es psicóloga. Psicoterapeuta especialista en psicoanálisis relacional.

Publicado en Pagina 12

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Video acerca de Marie Langer, importante psicoanalista austro-argentina, dirigida por Lily Ford . En él aparecen fragmentos de audio y video, conversaciones con historiadores, analistas y sus hijos.
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