Entrevistas

10 DE FEBRERO DE 2012 | EL IMPACTO DE LA CRISIS EUROPEA

"La situación actual pone a prueba a la Psicología Comunitaria"

A mediados de año se realizará la cuarta conferencia de psicología comunitaria en Barcelona, España. El Presidente de la conferencia, Alipio Sánchez Vidal, da detalles del cambio que está haciendo la psicología comunitaria frente al contexto de crisis europeo. Qué pueden hacer los psicólogos.

Por Lic. Carolina Duek
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-¿Cuál es la propuesta de la IV conferencia de psicología comunitaria?

-La IV Conferencia Internacional de Psicología Comunitaria está organizada por la Universidad de Barcelona en colaboración con la Universidad Autónoma de Barcelona. Continúa el empeño de las tres conferencias internacionales anteriores (San Juan de Puerto Rico, 2006; Lisboa, 2008; Puebla, México, 2010) de forjar agendas y respuestas compartidas y efectivas a los problemas y aspiraciones sociales de las comunidades en el nuevo siglo. Y pretende hacerlo desde un enfoque comunitario que promueve el desarrollo humano integral a través de la participación social y la acción sinérgica de grupos y comunidades que, trascendiendo la diversidad y pluralidad de intereses y puntos de vista de personas y grupos, permita la colaboración de estos para enfrentar dichos problemas y alcanzar esas aspiraciones compartidas.
El foco específico de la conferencia es la discusión y reflexión sobre las posibilidades y condiciones del empoderamiento y la potenciación de personas y comunidades ante la nueva situación de empobrecimiento, y desánimo paralizador que la profunda crisis económica está causando en los países ricos, en por un lado; y, los “tradicionales” problemas de pobreza, desigualdad, exclusión y fatalismo que persisten -si no se intensifican- en los países “en desarrollo”, por otro. Otros temas de interés –o reflejados en las más de 500 propuestas de comunicación recibidas- son: las diversas formas de violencia, la participación de las comunidades en acciones y programas sociales y gubernamentales, nuevos métodos y enfoques psicosociales de trabajo, la visión crítica de la psicología comunitaria, el sentimiento de comunidad y la diversidad social y cultural.

-Frente a la situación de crisis, qué estrategias puede adoptar el psicólogo comunitario?
-Este es uno de los ejes de discusión, el telón social e intelectual de fondo por decirlo así, de las discusiones de la conferencia. Son, por tanto, de esperar aportaciones, diversas pero con algunas convergencias, sobre los dos puntos centrales involucrados: la posición técnica y moral (o posiciones, pueden ser plurales) de los/las profesionales o practicantes comunitarios y el papel (o papeles) a adoptar según las particularidades de cada comunidad y situación concreta.
Vista desde un país como España, que está siendo duramente golpeado por la recesión económica y los recortes sociales que la acompañan, conforman un escenario nada propicio a filosofías y prácticas psicológicas y sociales desarrollistas o potenciadoras. La rendición de la política a la economía, la entrega del poder que los ciudadanos habíamos depositado en los políticos para gestionar nuestros problemas y aspiraciones a fuerzas y grupos anónimas y aparentemente todopoderosos (“los mercados”) que escapan al control democrático, y la traición de las izquierdas a sus ideales de progreso y justicia social asumiendo programas neoliberales que consagran -vía desregulación- el dominio de esos grupos, están teniendo efectos psicológicos y sociales devastadores. Por citar sólo tres: 1) cuestionan la autonomía de la política respecto de la economía y, al final, la viabilidad de la democracia misma para aquél (grupo o país) que debe dinero a otros; 2) minan el ya debilitado vínculo ciudadanos-políticos y la base relacional de confianza que lo sustenta; 3) empobrecen y “desempoderan” a la mayoría de la gente, extendiendo una sensación de impotencia y desánimo paralizador.
Esta situación provoca serias dudas sobre la viabilidad del empoderamiento o potenciación comunitaria y sobre la postura socio-profesional a adoptar. Cabe así, preguntarse: ¿es posible el empoderamiento/potenciación comunitarios en el escenario de crisis objetiva y desánimo subjetivo como el descrito?; ¿es viable?; es decir poseemos los medios (ideológicos, técnicos, personales…) para ayudar a la gente a recuperar un sentimiento realista de potencia o estamos alimentando una retórica poco sostenible sin un cambio estructural del sistema económico y social y sus dinámicas del que parecen derivarse el desempoderamiento objetivo y la impotencia subjetiva asociada actuales? Entiendo que esta, -la viabilidad estratégica del cambio y los medios que como practicantes técnicamente competentes y socialmente responsables- es la cuestión central del debate. Mirando restrospectivamente, vemos que la Psicología Comunitaria se creó y creció inicialmente en un ambiente de deseo e ilusión colectiva por el cambio social compartido por los activistas profesionales y muchos sectores de la sociedad. Pero esos deseos e ilusión están hoy ausentes en muchas sociedades y grupos por la experiencia de desilusión social o una alienación más o menos primaria ante el consumo material (logrado en el Norte, horizonte deseable en el Sur) que hacen más difícil el cambio desde abajo y con la gente que propone la Psicología Comunitaria. De forma que si, por un lado, la acción comunitaria parece hoy más necesaria que nunca, por otro parece más difícil de llevar a cabo efectivamente que en ningún momento anterior.
Las tareas psicológico-comunitarias apropiadas en primera instancia en este escenario parecen las de educador/concienciador de la gente, activista/abogado social de los más débiles y golpeados por la crisis y mediador en un posible diálogo a un nivel microsocial de la comunidad entre grupos ciudadanos y políticos. Estas tareas y los papeles resultantes se enfrentan, sin embargo, a algunas dificultades obvias. Primera, la tarea de animar a la gente a actuar colectivamente para recuperar el poder (precedida por la “toma de conciencia” de lo que nos está pasando usando lo que W. Mills llamaba imaginación sociológica) convenciéndola de que tiene la capacidad o potencia para lograrlo, choca con la percepción de que el poder lo tienen realmente otros (oligarquía financiera, bancos, petroleras, etc.) y que la acción para recuperarlo es a menudo ineficaz o dañina, con lo que el empeño del activista comunitario se enfrenta a un sólido muro de impotencia percibida construido desde la base de la evidencia/experiencia personal. Otras problemas de esos papeles son, según lo veo yo, los límites del psicólogo comunitario para comprender realmente lo que está pasando en la crisis y la disponibilidad de herramientas técnicas para ayudar a “activar” a la comunidad (y de experiencia de cómo usar esas herramientas); los límites de la acción psicosocial cuando hay importantes problemas económicos implicados y el carácter psicológico del papel implicado; y, en fin, los límites de la confianza de la gente en la medida que pueda vernos como “otra” élite profesional bienintencionada que intenta convencerles de algo o “venderles” alguna cosa (“venderles la moto” como decimos en España).
Naturalmente que estas dificultades no son infranqueables pero si el trabajo psicológico comunitario ha de ser adecuado y el papel que dibujamos en esta coyuntura viable hay que tenerlas en cuenta y enfrentarlas en la acción cotidiana.

-¿Cómo explicaría el momento que está pasando la psicología comunitaria, frente al contexto que la rodea?
-La situación actual pone a prueba a la Psicología Comunitaria como forma de entender la realidad social y ayudar a transformarla para bien. Históricamente la Psicología Comunitaria nace en los sesenta del siglo pasado a lomos del movimiento comunitario norteamericano y, asociada, en América Latina, al desarrollo comunitario y activismo social y político. Posteriormente se institucionaliza como enseñanza universitaria, campo de investigación científica y práctica social progresivamente reconocida tanto en Estados Unidos como en Europa y América Latina. La propia institucionalización y el gran cambio de clima social y político sucedido en estos 50 años, generan algunas taras a corregir: el desfase ideológico respecto de las nueva realidad social y la retórica verbalista presente en el sur iberoamericano y la tecnificación (que siempre implica una despolitización) y pérdida de significado en una sociedad que, sin grandes carencias materiales e inundada de materialismo y “bienestar”, no quiere cambiar en el Norte euro-norteamericano. Estos son problemas y retos muy diferentes a aquellos que vieron nacer el campo y precisan una profunda reflexión y reformulación que huya de cualquier dogmatismo previo, pero que permita conservar el espíritu del campo. La recesión económica del mundo rico por un lado y el esperanzador desarrollo económico (y desaparición de las dictaduras políticas) de buena parte de la América Latina plantean retos nuevos, en parte divergentes, que pueden revitalizar el campo o llevarlo, como a tantos otros campos como la política, la economía, etc., a un cuestionamiento fundamental, pero, a la vez, saludable.

-¿Qué aporte le hace la psicología comunitaria al desarrollo humano?
-Si, como creo, la Psicología Comunitaria tiene como meta el desarrollo humano ha de hacer aportaciones teóricas y prácticas, personales y sociales, a la definición y logro de ese desarrollo. Creo que el campo ha hecho ya algunas aportaciones de peso. A bote pronto y sin mayor consideración: 1) ha puesto el tema del desarrollo humano en la agenda intelectual y social (aunque sin la suficiente insistencia creo); deberíamos ahí conectarnos más con toda la corriente humanista y de la salud mental y el bienestar resucitada en la llamada “psicología positiva” (la teoría de la autodeterminación de Deci y Ryan o la reformulación del bienestar psicológico hecha por Carol Ryff son dos líneas de trabajo muy prometedoras en esa dirección); 2) ha apuntado algunos factores relevantes para el desarrollo humano: la importancia de la colaboración y las relaciones horizontales en el trabajo socio-profesional frente al antiguo modelo jerárquico de relación tradicional; la introducción del poder como factor y variable psicológica y el valor del empoderamiento y las estrategias (participación y organización colectiva) para conseguirlo; y la insistencia en la cualidad de sujeto potencialmente agente/activo de las personas con que trabajan los psicólogos en todos los niveles de la actuación: evaluación, relación, diseño y realización de acciones dirigidas a la mejora de las personas.
Faltan, en mi opinión, concepciones y modelos del desarrollo humano que se han de construir y discutir y poner a prueba empírica y práctica reuniendo algunos materiales ya existentes. Personalmente estoy trabajando en eso. Y, creo que necesitamos también hacer una amplia reflexión sobre la relación entre desarrollo humano y el exceso, no déficit y la -motores tradicionales de la acción psicológica y social-. La evidencia de que la abundancia material y el exceso de aportes psicológicos y sociales ha generado, no desarrollo, sino, a menudo, alienación, deformaciones y nuevas patologías humanas, obliga a replantear el tema tanto en los contextos en crisis de crecimiento y consumismo creciente como en aquéllos en recesión y austeridad obligada. Eje central de esa reflexión es la propuesta contracultural de un concepto del desarrollo personal desvinculado del exceso simbólico y el consumo material y la reconsideración de los sistemas psicológicos y sociales de control (un tema, por cierto casi tabú para la Psicología Comunitaria) que lo hagan posible.

-¿Cuál es el campo de aplicación de la psicología comunitaria que más le interesa a usted?
-Aunque en principio me interesan casi todos los frentes del campo hoy el humanismo multidisciplinar es casi imposible por la amplitud y diversidad de saberes y prácticas, así es que me he centrado en dos áreas más acordes con mis preferencias o posibilidades de hacer aportaciones relevantes: la construcción y sistematización teórica, la ética y, últimamente, el desarrollo humano. Curiosamente, las tres son áreas descuidadas en un campo, la Psicología Comunitaria, decididamente activista.




Alipio Sánchez Vidal es Doctor en Filosofía y Letras (Psicología) por la Universidad de Barcelona y Master of Arts (Psicología Clínica) por la Universidad de Minnesota; profesor del Departamento de Psicología Social de la UB, miembro de la European Community Psychology Association. Ha realizado un centenar de cursos, talleres o seminarios y cerca de ochenta conferencias invitadas en reuniones científicas y profesionales, universidades y otros centros de investigación españoles, europeos y latinoamericanos. Ha dirigido y coordinado el IV Congreso Europeo de Psicología Comunitaria. Es presidente del Comité Impulsor de la IV Conferencia Internacional de Psicología Comunitaria a celebrar en Barcelona en junio de 2012. Sus temas de interés son la Psicología Comunitaria, Intervención Psicosocial, Ética de la Intervención Social y Comunitaria, Comunidad y sentimiento de comunidad y Salud Mental Comunitaria.
Es autor o coautor de 13 libros. Autor de tres sobre Psicología Comunitaria (Promociones y Publicaciones Universitarias, 988 y 1991; 2007), uno sobre Ética de la Intervención Social (Paidós, 1999), otro sobre Psicología Social Aplicada (Prentice Hall, 2002); coautor o compilador de seis más: Psicología i salud (Fundació Caixa de Pensions, 1983), Programas de Prevención e Intervención Comunitaria (PPU, 1993) Intervención Comunitaria (EUB, 1996), Psicología Comunitaria Europea (Publicacions de la Universitat de Barcelona, 2004), Ética profesional del psicólogo (Universitat Oberta de Catalunya, 2007) y Psicología Comunitaria y Políticas Sociales. Reflexiones y experiencias (Paidós, 2012). El último libro publicado es el Manual de Psicología Comunitaria. Un enfoque integrado (Pirámide, 2007).


Acceda a la información de la IV Conferencia Internacional de Psicología Comunitaria aquí

Mas informacion:
www.4cipc2012.org

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