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12 DE ENERO DE 2012 | ANÁLISIS DE PELÍCULA

Un método peligroso... y muy diferente

El último film de David Cronenberg (A Dangerous Method) está basado en una obra teatral de Christopher Hampton, quien estaba fascinado por la personalidad de Sabina Spielrein y viajó a Ginebra, donde puedo conocer las cartas originales de esta atormentada psicoanalista.

Por Guillermo Kozameh
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No es casual que un director como Cronenberg, quien siempre ha retratado los más obscuros vericuetos humanos, se haya interesado por este texto. Fue entonces que estudiando los últimos detalles históricos (autorizados por los herederos de los personajes) más un célebre texto de John Kerr, se puso en marcha con todas las dificultades económicas que implica un film que no está destinado para el consumo masivo del público.


Justamente la película por su estructura y duración breve, 90 minutos, quizás no permita aclarar para el espectador que no conozca la historia, los detalles de esta época cuando Freud, descubre y propone un método absolutamente novedoso y diferente para abordar las locuras humanas.
Desde la primera escena Sabina muestra con sus convulsiones histéricas, la desesperación de un cuerpo casi fragmentado, que lucha para expresar algo que aún no se puede simbolizar por la palabra.
Ella llega a una Clínica Psiquiátrica de Zúrich, de mucho prestigio, pero tradicional en sus tratamientos: electro e hidroterapia, y medidas coercitivas para “enderezar” sus desvaríos.
Cronenberg muestra claramente la oposición franca de Sabina al orden establecido, en escenas típicas del director como mezclar lo alimenticio con lo excrementicio, y la violencia y la muerte fusionadas con el erotismo.
Carl Jung es un joven psiquiatra quien desde esta institución trata de practicar un método diferente para abordar las neurosis de sus pacientes.
Ha leído y escrito a Freud, a quien admira y trata de emular, aplicando a Sabina el método de la asociación libre, camino de partida del método psicoanalítico.
Alli descubrimos después de algunas sesiones con la paciente el porqué del adjetivo peligroso: el descubrimiento de escenas dolorosas infantiles que había caído bajo la represión, asi como las fantasías acompañadas de un disfrutar prohibido.
Freud decía que el método psicoanalítico era paradojal: había que estar mal para solicitarlo, pero fuerte para tolerarlo. ¿Tolerar qué? Que nuestra historia ha dejado marcas, aparentemente insignificantes, pero con efectos sintomáticos, que no somos totalmente “dueños” de nuestras decisiones y somos vividos por una vida que creemos propia.
Jung descubre en una conversación sutil con Freud, sus propias trampas afectivas en su matrimonio con altos beneficios económicos y su renuncia aparente a la intensidad erótica, que sin embargo le pasará factura en no poder mantener la abstinencia que Freud prescribía de forma fundamental en el psicoanálisis.
Las cartas que circulan entre estos tres personajes nos hablan de sus amores, culpas, pero también y eso está muy bien expresado en el film, la pasión por una investigación y conocimiento, trascendiendo los personajes y sus conflictos singulares. Es la primera vez en la historia médica y psicológica que la subjetividad y tormento de los autores se torna en objeto de estudio.
El guión muestra en pocas frases y escenas que Freud apunta a una teoría que se apoya al máximo en el deseo sexual como motor fundamental de la creación, pero también la represión constitutiva del deseo y su imaginario cultural, pueden desembocar en la “enfermedad mental”. Jung en cambio apuesta por una concepción donde el erotismo no juega un lugar preponderante en las neurosis y le da gran importancia a la mitología, los símbolos universales y el determinismo de los arquetipos humanos.
Entre medias se juega entre ellos una historia de amor paterno (Freud) filial (Jung) cuyo final, no solo es la esperada des- idealización de la autoridad, sino en este caso, la omisión grave por parte del hijo del reconocimiento del nombre del padre. La famosa escena cuando Freud descubre que Jung ha omitido voluntariamente (no es un lapsus) sus datos del comité científico, produce un desvanecimiento en el creador del psicoanálisis, que el mismo interpretó como la violencia de los deseos parricidas de su hasta entonces discípulo preferido.
Sabina Spilrein pudo ser tratada y ayudada por Jung, a pesar de las trasgresiones en el marco que Freud recomendaba. A partir del descubrimiento psicoanalítico de su historia infantil, desarrollo una investigación fundamental: la íntima relación de la muerte en la sexualidad y la destrucción adentro mismo de la creatividad. Estos aspectos recibidos por Freud al principio con cautela, sin embargo después fueron reconocidos y desarrollados como la Pulsión por excelencia: “La pulsión de muerte”.
El “distinguido señor profesor” como ella le llamaba en sus confidenciales cartas, le agradeció siempre su aporte y confió en ella para la difusión del psicoanálisis en Ginebra y en Moscú.
La última escena de Jung mirando al vacío, solo, sentado frente a la belleza de la naturaleza, presagia por la habilidad de Cronenberg, la llegada de la primera guerra mundial.
La pulsión de muerte que Sabina había sufrido en su singularidad se extiende a toda una cultura herida en su malestar.

Guillermo Kozameh. Psicoanalista, Madrid

Mas informacion:
Fuente: Divan el terrible

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