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8 DE ABRIL DE 2011 | HISTORIAS EN EL MANICOMIO

Una violencia incontenible

Este escrito no busca más que invitar a otros a apostar por un encuentro donde el dispositivo manicomial se ponga en cuestión por ser una más de las maquinarias técnicas de violenta segregación y exclusión.

Por Santiago Gómez
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Ventilan su amor al viento, cotideanean tras las rejas, por el peligro de la genitalidad. Sonríe, no le gustan las chicas. Duerme sobre la pasarela el no tan vigilante hombre de seguridad. Quizá recuerde la joven el momento en que la arrojaron allí, tocándose el omóplato con los dedos, gracias al enfermero que la paseaba frente a tantas personas, en la sala de espera de Internación. Con los brazos abiertos la reciben psiquiatras y psicólogas. La mayoría son mujeres.

Me dice al oído Alejandra (Pizarnik) “Pretenden explicaciones lógicas los pobres pobrecitos, quieren que la sala - verdadera pocilga- esté muy limpia, porque la roña les da terror, y el desorden, y la soledad de los días vacíos habitados por anti¬guos fantasmas emigrantes de las maravillosas e ilícitas pasiones de la infancia.” De atrás Basaglia grita “El cometido social del psiquiatra y el enfermero (agrego lAs psicologOs SG), coincide en que ambos son objetivados y determinados, en relación con el enfermo, con el papel de carceleros y defensores de la sociedad”. Desde el cuadro en el que le dieron lugar, en un aula del Tobar García, Winnicott me pide que les recuerde que no hay lugar para un psicoanálisis en una institución cerrada. Es preciso un sujeto en libertad.

La correspondiente deshistorización lleva al sujeto a tener que vivenciar las más horrorosas experiencias. Ver, tocar, escuchar, oler, estremecerse con la desnudez de la maquina manicomial, escuchar la crujiente alimentación a base de niños es una de las experiencias más espantosa y dolorosa que me ha tocado atravesar. Poner el ojo sobre la misma, sus fines y la lógica de sus fines y sobre los engranajes que posibilitan su funcionamiento es la intención de este escrito. Esta invitación al diálogo. Y a la lucha.
¿Cuánto tiempo más vamos a permanecer en este pequeño espacio de movilidad frente a esa brutalidad? ¿Cómo es que algunos permanecen inmóviles? Y otros frenan cualquier intento de movilización social. ¿Tantas personas legitiman y naturalizan el maltrato al que cada uno de esos chicos se ve descarnadamente sometido? Y digo chicos, porque creo que por algo siempre las consignas son “No al cierre del Borda y el Moyano”, si se visibiliza el Tobar García se tiene que hablar en serio del dispositivo manicomial, y que se cierren todos. Que se sepa el privilegio que tiene la Argentina de estar entre los pocos países del mundo que tiene manicomio para niños. La gente se estremece cuando eso se les hace a los chicos. No está bien que un nene diga que se tiene que portar bien, porque sino “te atan a la cama y te inyectan”. ¿Contener le llaman a eso? Hablemos de la cara cruda y carnosa del manicomio de niños, algunas enfermeras gritándoles a los niños “cállate o te pego una cachetada”, ante el silencio de madres que temen actuar por tener a sus hijos bajo el cuidado de esas señoras. Quién no les temería, si se viese obligado a tener que visitar a un hijo al Tobar García. ¿Por qué no rige el principio de que en los Hospitales de Niños las madres o un familiar queden internadas con sus hijos? ¿No es un Hospital de Niños el Tobar García? Porque si hace eso no lo es, nos enseñaron. Así que basta de hablar de salud.

Hablemos de lo que encierran
Encierran lo desobediente. Los trabajadores de los manicomios exigen obediencia. Que nadie quede del otro lado de la norma, sino pasan al otro lado. Fallaron que la culpa de que estén ahí es de una historia personal. Y no los pueden dejar salir, jamás dirían liberar, porque a ellos se los nombró los garantes de la seguridad de los terceros. Son los responsables de las posibles acciones futuras que nunca sucedieron. ¿Videntes? Y son a los que mandaron a corregir lo que este sistema produce. Son pobres los internados en los manicomios públicos, que es donde se concentran la mayor cantidad de internos. A los que no se los piensa como iguales, por eso las consignas son por los derechos de los pacientes, porque si los llegaran a pensar iguales las consignas incluirían por la defensa de los derechos de los trabajadores. ¿En nombre de qué deben ser sometidos los trabajadores a realizar sus tareas bajo esas condiciones de violencia? ¿Cómo es posible que una jovencita o jovencito que comienza a trabajar reciba esa violencia como respuesta a la hora de intentar colaborar en aliviar algo del padecimiento humano? Porque no creo que todos los que comienzan en un manicomio traigan con ellos todas esas técnicas violentas. ¿Cómo es posible que tengan que ser testigos del aplastamiento de los cuerpos por el peso de la violencia institucional? Si nos pensamos iguales, tenemos que pelear y reclamar por los derechos de todos aquellos que se encuentran bajo el edificio manicomial. Acabar con la institucionalización de la violencia. El arrasador peso de la autoridad.
Pero se debe también cuestionar la lógica de las respuestas que se dan desde los profesionales y enfermeros de los dispositivos manicomiales. Se intentan vestir de terapéuticas meras acciones punitivas. Recuerdo a Evaristo Pasquale, Director de Salud Mental de Trieste, angustiado luego de conocer Open Door y decirme que hacía 30 años que no veía a una persona atada a una cama, mientras acá siguen diciendo que es un método necesario.

Maquinarias que deshistorizan, como todos sabemos o debemos imaginar. Imaginen que la deshistorización comience a los 8 o 12 años de edad. Sentís que tu historia realmente está escrita en un papel, pero como sabés que no es así, resistís. Y cada uno de los actos de resistencia de los pacientes son observados bajo la lupa de la patologización, la respuesta agresiva como crisis psicoactiva.

Que nadie me diga que son los internos manicomiales, entre ellos los chicos, quienes tienen que pagar con sus cuerpos y su existencia los tiempos de conseguir LA respuesta para el problema de todos los internos de los manicomios. Hasta que no aparezca una respuesta que les cierre a todos, que siga existiendo el Tobar como depositarios de chicos pobres con serios padecimientos subjetivos. Dejemos de objetivar, comencemos a historizar. ¿Todavía no descubrieron que no sirve para lo que dicen que busca? ¿A cuántas personas curaron? ¿A cuántas personas alejaron? Porque de lo que se trata es de alejar aquello sancionado peligroso, por poner en cuestión los talones de la sociedad. ¿Qué quiere decir Franco? que “la sociedad llamada de bienestar y la abundancia ha descubierto que no puede mostrar abiertamente su rostro de violencia sin ocasionar en el seno de la misma el nacimiento de unas contradicciones demasiado evidentes, que terminarían por volverse contra ella. Por ello ha encontrado un nuevo sistema: extender la concesión del poder a los técnicos que lo ejercerán en su nombre, y seguirán creando –a través de otras formas de violencia: la violencia técnica –nuevos excluidos.” “La labor de estos intermediarios consistirá en mistificar la violencia a través de la técnica, sin llegar a cambiar por ellos su propia naturaleza, de manera que el objeto de la violencia se adapte a la violencia de la que es objeto” “Solo nos queda rechazar cualquier acto terapéutico siempre que tienda tan sólo a mitigar las reacciones del excluido hacia el excluyente" "La única alterantiva posible -tanto para nosotros como para ellos"-, consiste en encerrarse en el marco institucional, con la inevitable involución de un movimiento dinámico que se fija y se cristaliza, o en intentar extender nuestra acción hasta la discriminación y la exclusión que la sociedad ha impuesto al enfermo mental" "Analizando cuáles son las fuerzas que han podido actuar en profundidad sobre el enfermo hasta el punto de aniquilarle, se llega a la conclusión de que sólo una es capaz de provocar un daño tal: la autoridad"

El manicomio se debe cerrar
“Nada de revoques, la estructura está podrida” Grafiti del Mayo Francés.

Se publicó una nota en “Il Giorno” un periódico italiano, en el que se informaba que La Prisión de San Vittore perdería finalmente su aspecto gris y siniestro, gracias a que habían comenzado a pintar sus paredes exteriores. Sobre la misma Basaglia en su Institución Negada hace la siguiente reflexión: “¿Y en el interior? Las tinieblas persisten en las celdas, pero mientras tanto el amarillo shocking puede “alegrar el corazón”. La gestión actual pintaría todo de amarillo, pero hay, todavía, quienes les solicitan a todas las gestiones mejores condiciones edilicias para los manicomios. Quiero el cierre de todos los manicomios, no el cierre de los hospitales. No se trata de solicitar mejores condiciones para ese dispositivo, sino crear nuevos dispositivos. No me opongo a las internaciones, ni a la medicación. Me opongo a las técnicas de objetivación. A la internación en manicomios. Analice Palombini, amiga y compañera de Brasil, quien llevó adelante una experiencia de acompañamiento terapéutico en la red pública de salud de Porto Alegre, me recuerda por qué el manicomio debe morir, porque “dentro del hospital, somos deshabitados del tiempo y presos del espacio” Porto Alegre es un claro ejemplo de que otro modo de alojamiento del padecimiento subjetivo es posible. Y sucede acá cerquita, no es la rica Italia.
Todo ser humano tiene que tener derecho a la locura. Hay acontecimientos en la vida que enloquecen y tenemos que dar un lugar humano a los mismos, ya que no son más que una parte de un derrotero históricos. La historia condiciona, pero no condena. No todo lugar tiene manicomios. Tenemos que tener como horizonte la construcción de un movimiento social, con quienes asisten a servicios de salud mental, familiares, trabajadores y todos aquellos que se sientan interesados y convocados por la cuestión, antiespecialistas, porque para una problemática social se dan respuestas represivas vestidas con ambo. Si hasta hay profesionales no médicos que lo usan. Se cayó la medianera entre salud y derechos humanos, el manicomio, como una más de las instituciones cerradas, es uno de los espacio de luchas de los organismos de DDHH. No es una pelea que haya que darla dentro del campo de la salud. Porque la práctica manicomial no es saludable. Debemos poner en cuestión los mecanismos de segregación y exclusión y ahí descubrirán algunos que oh casualidad, las instituciones cerradas están hechas para los pobres. Pobres chicos.

Santiago Gómez. Psicoanalista.

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