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4 DE JUNIO DE 2010 | SECTAS Y SU IMPACTO PSICOAFECTIVO

Love Bombing: sonrisas, seducción y trampa

Se analiza el uso por parte de muchas sectas o grupos de manipulación de una eficaz técnica empleada con el objetivo de abrir el camino para la total dependencia de un individuo frente al grupo. Su impacto psicoafectivo.

Por Juan Manuel Otero Barrigón
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En su afán de seducir y reclutar nuevos miembros, las sectas (=grupos de manipulación) se sirven de distintas técnicas de control y condicionamiento, tanto psíquicas como fisiológicas, cuyo fin no es otro sino el del lograr la completa sujeción de la persona al grupo, anulando su personalidad individual en pos de una identidad grupal que no admite diferenciación alguna.

En dicho sentido, una de las técnicas comúnmente más empleadas por diversos grupos sectarios en el inicio de la relación individuo-secta consiste en provocar en el nuevo miembro un verdadero shock psicoafectivo que lo hará sentir súbitamente especial, y enormemente valorado como persona . Esta técnica es conocida por los especialistas como “Love Bombing” (Bombardeo de amor).

Recientemente el tema ha vuelto a la mesa de debate, a partir de la divulgación de un corto fílmico de alrededor de siete minutos de duración, dirigido por el cineasta Philip Lepherd y titulado precisamente “Love Bombing”. Dicho film, presentado en el Festival Europeo de Cine Independiente del año 2008 nos muestra a cuatro amigos compartiendo una cena y conversando animadamente sobre esta técnica de control emocional, en tanto tres de ellos demuestran tener un conocimiento tal del tema que sugiere al espectador la posibilidad de que la hubieran puesto en práctica en el pasado.

Originalmente atribuida a la secta Moon, pero popularizada luego en distintos grupos y con algunas variantes, esta eficaz técnica de sensibilización psicoafectiva provoca en aquella persona que se asoma a un grupo por primera vez un verdadero sentimiento de familiaridad y pertenencia, donde todos le prodigan excesiva atención y cariño, abrazos y demostraciones de afecto, sentimientos y sensaciones de fuerte impacto emocional, sobre todo para aquellas personas que han sido o se acercaron al grupo en momentos de vulnerabilidad, baja autoestima o que simplemente están cursando una crisis vital. Pareciera como si el grupo lo hubiera estado esperando. La persona sujeto de este ‘bombardeo de amor’ se siente inesperadamente uno de los seres mas queridos del mundo.
Ubicamos así, a esta eficaz técnica de manipulación, en el primer momento que caracteriza el encuentro secta-individuo/futuro adepto, instancia de persuasión y captación que tan solo preanuncia lo que será luego la verdadera sumisión de un ser humano hacia un grupo totalitario y un líder psicópata o delirante.

Expertas en el arte de la seducción, las sectas logran hábilmente generar en la persona que se presenta ante ellas la convicción de que no solo son buenas personas, brillantes, excelentes e inteligentes, sino que al mismo tiempo, siempre han sido seres singularmente especiales, distintos a los demás, siendo ese “algo especial” lo que pudo ver y valorar la secta, propiciando así la llegada del individuo al grupo, en tanto “hogar especial” por excelencia.

Sabemos, sin embargo, gracias a los aportes de la psicología profunda, que la seducción tiene un segundo componente que es la frustración, constituyéndose de esta manera un doble juego que se da comúnmente en los grupos sectarios (Mussachio de Zan, Amelia, Otra Adicción: las sectas y su logro de inducir a dependencia y servidumbre, Revista Alcmeon, Bs. As, 2000). Sentirse el más querido del mundo es entonces solo el primer paso. La frustración, dada por el retiro de ese afecto masivo y dedicación que una vez tuvo el adepto, descoloca a este, lo deja en el vacío, y le genera la impostergable necesidad de recuperar aquel lugar de privilegio que alguna vez tuvo, cuando era para el grupo, y sobre todo para el líder, alguien realmente especial. Dicha frustración puede estar dada por innumerables causas, pero siempre se desprenderá de algún pensamiento, actitud o comportamiento llevado a cabo por el reciente miembro y reprensible para los códigos del grupo. Y esta necesidad de recuperar aquel lugar que una vez sintió como propio, lo llevara al extremo de la aceptación por sometimiento de castigos y disciplinas con las cuales purgara sus ‘culpas’ para poder así volver a ser aquel que otrora fue querido y amado, generando de esta manera, y sobre todo en personalidades dependientes y necesitadas de constantes refuerzos positivos, un circulo vicioso en donde seducción y frustración se sucederán ininterrumpidamente, quedando la persona presa de una maniobra manipuladora que la congela en el lugar de victima.

Quizás el adjetivo que mejor signifique esta inyección de amor por parte de la secta al futuro miembro sea la palabra “deliberado”. Y es que en efecto, el Love Bombing implica una demostración deliberada de afecto y cariño, nunca espontánea, sino premeditada y con un propósito muy definido: lograr que la persona, emocionalmente desbordada por demostraciones de afecto que no esperaba, descubra en el grupo un refugio y un lugar donde sentirse alguien especial, con un propósito en la vida, o simplemente, alguien real y verdaderamente querido. Es la trampa con cara de sonrisa.

Pero no se trata solamente de una demostración deliberada de afecto y simpatía por parte del grupo hacia el futuro adepto. Dicha demostración, además de premeditada, se nos muestra hábilmente coordinada, generalmente con la aprobación del liderazgo, no constituyéndose en esfuerzos aislados y sin dirección alguna, sino por el contrario inteligentemente dirigidos y orientados hacia el fin buscado, en una verdadera maniobra de condicionamiento mental (Singer, Margaret, Las sectas entre nosotros, Editorial Gedisa, Barcelona, 1997) .

Y es entonces cuando se genera en el individuo un sentimiento de pertenencia, que se producirá inmediatamente una primera y pequeña frustración, tal como veníamos exponiendo. El Dr. Jean Marie Abgrall señala al respecto, que es “aquella que experimenta el iniciado ante la idea de no haber tenido aun acceso a la plenitud del conocimiento que manifiestan tener los demás (…) Desde ese momento, el terreno esta preparado: la secta emprenderá las manipulaciones afectivas e intelectuales que han de conducir a la conversión” (Abgrall, Jean Marie, Los secuestradores de almas, Ediciones Océano, México, 2005).

Ahora bien, es sabido que en esta primera etapa de bombardeo afectivo, el eje sobre el cual se desarrolla la relación sujeto-secta es el engaño. La información que recibe la persona sobre las creencias, las actividades y los verdaderos propósitos del grupo se mantienen ocultos, velados, aquí tan solo pareciera importar para el futuro miembro el hecho de “sentirse parte” de un grupo de personas que se presentan diferentes, ajenas a las trivialidades que son propias del mundo en que vivimos y somos, y en el que puede reconocerse a sí mismo, ignorando incluso muchas veces, la naturaleza religiosa o pretendidamente ‘espiritual’ de ese grupo al cual se ha unido (Hassan, Steve, Las técnicas de control mental de las sectas, Ediciones Urano, España, 1990).

Todo esto nos lleva a referirnos al innegable lazo, ya señalado por publicistas, existente entre los estados anímicos positivos y la persuasión. Estudios realizados por Janis, Kaye y Kirschner en Estados Unidos (1965) sobre las relaciones de los estados de ánimo y la psicología del consumidor han revelado que un entorno positivo estimula la seducción y la consiguiente aceptación de consignas que en otras circunstancias nunca podrían hacerse propias. En sus experimentos, ellos indujeron ambientes agradables al ofrecer comida y bebidas a algunos de los participantes mientras le leían a estos mensajes persuasivos acerca de una serie de temas polémicos, mientras que otros solo leyeron esos mensajes en un cuarto común de laboratorio. Los resultados fueron determinantes: los primeros se mostraban mucho más accesibles a cualquier cambio de actitud que aquellos que no habían recibido nada.
En relación a esto, Cacioppo y Pety (1981, 1986) se refirieron al llamado Modelo de Elaboración de Verosimilitud. Modelo comprensivo que diferencia una ruta central a la persuasión y una ruta periférica. La primera sería aquella en donde el cambio de actitud se encontraría dado por argumentos lógicos, convincentes, basados en la información; mientras que la ruta periférica implicaría por el contrario, un cambio de actitud procedente de factores no cognoscitivos, contaminados de elementos irracionales y emotivos, pero también de falsedades deliberadas agregadas por el emisor del mensaje. Ahora bien, en los grupos sectarios se explota fundamentalmente esta segunda ruta periférica, en tanto la primera supone una racionalidad y argumentación lógica que es precisamente aquello que las sectas no pueden ofrecer, sobre todo cuando se trata de incorporar al grupo a personas incrédulas y con suficiente capacidad de análisis. La ruta periférica, supondrá entonces, apuntar a un estrato emocional, donde la recepción de un mensaje ambiguo y confuso es mucho mas asimilable por la persona abordada.

Esto nos lleva a concluir que el Love Bombing tiene como fin, entre otras técnicas utilizadas, de “allanar” el camino, crear las condiciones indispensables y el estado de susceptibilidad y receptividad necesarios que permitirán luego dar lugar al verdadero dominio del grupo sobre la persona.

El Love Bombing se enmarca esencialmente en un primer momento de la relación individuo-secta en donde el proceso de conversión y adoctrinamiento no se sostiene en la racionalidad sino en una dinámica esencialmente emocional. Es la puerta de entrada al verdadero abuso físico, psíquico, emocional y/o económico que sufrirá una persona posteriormente como consecuencia de su progresivo compromiso con el grupo. Una persona común, que tan solo se encontraba quizás en un camino de sincera búsqueda espiritual, un poco sola o aburrida de la monotonía, o simplemente, transitando por un difícil momento de su devenir, pero que nunca sospechó que el costo de “pertenecer” y “ser especial” sería tan alto, ni mas ni menos que su libertad.


Juan Manuel Otero Barrigón. Psicólogo (USAL). Terapeuta individual. Profesor adjunto en la cátedra de Psicología de la Religión y “Psicología Social” - Universidad del Salvador, Argentina.

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