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24 DE ABRIL DE 2009 | ROL DEL PROGESIONAL

Casos de discapacidad y trastornos mentales severos

Los profesionales que trabajamos en el ámbito de la discapacidad mental conocemos la frecuencia en que esta población se encuentra afectada por casos de trastornos de personalidad severos (en general relacionados con psicosis), también observamos que dichos trastornos muchas veces no son tratados con la importancia que corresponde.

Por Lic. Dante Castelli
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Como consecuencia de esto un número significativo evoluciona hacia el desencadenamiento de la enfermedad psíquica que profundiza la desconexión con la realidad y el desvalimiento de los pacientes.
Me refiero específicamente a los procesos que podemos denominar duales en los que se combinan un substrato orgánico y/o genético que marca lo real del cuerpo se combina con una estructura psíquica determinada que resulta apta para desembocar en una psicosis. Lo que muchas veces sucede es que ante los primeros indicadores que anuncian la presencia de dicha estructura nos encontramos con dificultades, muchas veces insolubles, para que el afectado realice el tratamiento correspondiente.

Me voy a referir a dos factores que imposibilitan los tratamientos psiquiátricos y psicológicos de este grupo de pacientes que llamamos duales:

  • El primero se relaciona con el entorno familiar, básicamente con las actitudes de los padres o responsables: En general observo que en muchas ocasiones existe una mayor proclividad a negar la enfermedad psíquica que la discapacidad misma, como sí la primera resultara tal vez más dolorosa, puede resultar útil para comprender esto si tenemos en cuenta la mayor facilidad con que se agrupan en diferentes asociaciones y organizaciones los familiares de discapacitados, que los padres de los que padecen alguna enfermedad mentales severa. Parecería que los primeros, luego del primer impacto logran de alguna manera compartir sus necesidades y transitan un camino al reparo de la agrupación social, en cambio a los segundos, se los observa en mayor soledad. Finalmente estas cuestiones se traducen en las resistencias a las consultas psicológicas / psiquiátricas, falta de regularidad en los tratamientos y las dificultades (ya en tratamiento) en la administración de la medicación.

  • El segundo factor se refiere a cuestiones profesionales, nos son conocidas las explicaciones que reciben muchas veces los padres cuando consultan porque detectaron alguna conducta llamativa como: habla solo, se auto-agrede, etc. La respuesta, es, en varios casos: …pero es S. de Down…’’ó …pero es discapacitado… Como si esto justificara cualquier tipo de desorden psíquico. De acuerdo a este extraño principio toda anomalía pasaría a ser explicada por el cuadro de base, haciendo que la singularidad y potencialidad del sujeto se hundan bajo la pesada carga de un diagnóstico entonces la subjetividad quedará reducida al significante escrito en el certificado de discapacidad.

    Creo que no se ha reflexionado lo suficiente en las consecuencias que conllevan las justificaciones antedichas.
    Esta explicación, absolutamente reduccionista, no sólo es incorrecta e insuficiente desde el punto de vista técnico - teórico, sino que además resulta disfuncional, compromete la evolución de las personas ya que al normalizar y por lo tanto justificar el trastorno psiquiátrico, no existen motivos para tratarlo y mucho menos prevenirlo.
    A los profesionales (de diferentes disciplinas) que trabajamos en el área de la discapacidad nos son comunes estos casos duales, en que sujetos con diagnóstico de, por ejemplo, Síndrome de Down en los que se detecta indicadores compatibles con una estructura psicótica, la falta de tratamiento (más la suma de otros factores) los empuja al brote de la enfermedad con sus síntomas más notables, muchas veces se produce un deterioro irreversible en el sujeto que, por supuesto , afecta a la familia del mismo.
    Para intentar disminuir las graves consecuencias de esta postura, es de fundamental importancia el trabajo orientativo con padres y familiares pero es básico que los profesionales tratantes reconsideren estas posturas facilistas que soportan implícitamente cuestiones tan graves como suponer que las personas discapacitadas no tienen un aparato psíquico, no merecen tramitar sus pulsiones. En definitiva equivale a negarlos como sujetos.

    Lic. Dante Castelli. Lic. en Psicología UBA. Psicólogo de DINAD (defensa integral de niños y adolescentes discapacitados) Centro Nro. 1 Terapeuta de ALBANTA Y MEDITERANEO, instituciones con población de pacientes discapacitados. Coordinador de grupos de hermanos y familiares de discapacitados. Ex Terapeuta individual y familiar en casos de adicciones en Gradiva.

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