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16 DE JUNIO DE 2008 | ORIENTACIÓN VOCACIONAL

"Me queda poco tiempo para elegir"

En general, se considera a la orientación vocacional ocupacional como una instancia o período muy vinculado a la finalización de la escolaridad secundaria, momento en que los consultantes se disponen a elegir una carrera, profesión u oficio para desarrollar en el futuro.

Por María Inés Petrovic y Laura Waynsztok
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Gran parte de los procesos de orientación se constituyen como propuestas dirigidas a cumplir con estas metas que, de ante mano, son definidas, estáticas, inamovibles, donde los consultantes “deben” elegir una carrera como resultado de la orientación desarrollada, sin tener en cuenta las diversas variables que los constituyen y atraviesan, y que éste no es el único momento en que eligen, tal vez hubo o no momentos anteriores para hacerlo, pero sí habrá posteriores, sólo que este es quizás para algunos un saber aún no sabido.

Muchos consultantes manifiestan: “…esta es la decisión más importante de mi vida. Una carrera es para siempre, para toda la vida. Mi familia me dice que elegir una carrera es elegir el modo de vida para siempre”.

Ellos se encuentran inmersos en un escenario social que les tiene reservado, entre otras cosas, la cultura de la imagen, un ritmo vertiginoso e imparable (tiempo cronológico), el dinero como objetivo perentorio, la ruptura de casi todos los vínculos (afectivos, sociales, sindicales, laborales, etc.), la inestabilidad como sensación permanente, la alteración de principios fundamentales como la vida y la libertad (¿quizás de elección?), etc.
Hemos decidido para este trabajo, recortar el factor “conceptualización del tiempo” como observable y mostrar los cambios por los que éste atraviesa, para dar cuenta de una modificación en el posicionamiento subjetivo de los consultantes que demandan orientación.
Este cambio en la conceptualización del tiempo es posible en el “tiempo -espacio” de la orientación vocacional ocupacional, manteniendo condiciones fundamentales a lo largo de cada proceso que se desarrolla, a saber: el coordinador define el encuadre de trabajo en forma previa al consultante, se ubica en una posición en la que el sujeto es el protagonista, facilitando el surgimiento de su decir y de algunas cuestiones del orden del deseo y, por último, su escucha y la transferencia son variables que insoslayablemente se hacen presentes y se mantienen, con las características propias de todo proceso de orientación vocacional ocupacional.
Nos lleva a sostener esta idea la observación y análisis efectuados sobre los distintos procesos de orientación que hemos coordinado y cuyas instancias pondremos aquí a consideración.

En primer lugar diremos que concebimos a “la orientación vocacional ocupacional” como una estrategia que se define en el marco de la salud. Recordemos lo que la O.M.S. dice al respecto: “Estado de completo bienestar físico, mental, social, espiritual, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades.” Este bienestar sería posible alcanzar en tanto se puedan identificar y realizar aspiraciones, satisfacer necesidades, efectuar algún cambio en el medio en se vive. En este sentido, el proceso de orientación vocacional ocupacional habilita un espacio – tiempo que hace posible empezar a identificar las aspiraciones y necesidades de cada uno, para delinear la construcción de un proyecto de vida.
Teniendo como referencia la escucha del deseo y la salud como marco de la tarea, sostenemos un encuadre que tiene las siguientes características:

  • El lugar de trabajo es un hospital público donde Orientación Vocacional constituye un servicio con entidad propia.
  • Los procesos de orientación que llevamos adelante tienen una modalidad grupal o individual. En este trabajo hemos considerado el análisis de la conceptualización del tiempo en la modalidad grupal únicamente, si bien en la individual también se podrían hacer consideraciones similares.
  • Se trata de un espacio – tiempo acotado en ocho encuentros de duración, previamente definidos por la institución. Esta definición formulada a los consultantes puede actuar como una suerte de emplazamiento que genera presión y angustia, pero que les permite ponerse en movimiento para intentar el logro de una decisión.
  • En ese tiempo – espacio, surgen cuestiones que los consultantes consideran relevantes en relación a la construcción de su proyecto de vida, los propios intereses y gustos, la situación socio – político – económica, los mandatos familiares, los obstáculos que impiden la realización de una elección (sea esta u otras).
    * Como licenciadas en psicología, coordinamos el proceso de orientación vocacional a través de variadas preguntas, marcaciones y debates, con el objetivo de hacer surgir y cuestionar los supuestos que sostienen u obstaculizan la elección. La propuesta es no dar resultados, no ofrecerse como “oráculo”, sino utilizar distintas herramientas disparadoras para que algo del deseo surja. Apostamos a una apropiación de este “tiempo – espacio” ofrecido, donde el sujeto deberá hacer su búsqueda.
  • El final de cada proceso tiene dos aspectos: Finaliza el tiempo cronológico (son sólo ocho encuentros) y es construido por el propio sujeto, en un tiempo lógico particular, ya que el proceso podría resultar para el consultante el principio de un camino de definiciones que realizará posteriormente.
    Hechas estas aclaraciones que creemos pertinentes, sostenemos que se produce en los consultantes cambios en la conceptualización del factor “tiempo”. Para el análisis nos apoyaremos en conceptos vertidos por la teoría psicoanalítica.

    Hemos definido tres momentos que pueden observarse en los procesos de orientación vocacional, a saber:
    - El tiempo del Otro perentorio / propiciatorio.
    - La construcción del tiempo – espacio.
    - El tiempo – espacio habitado.
    - El tiempo del Otro perentorio / propiciatorio
    En el marco de nuestra práctica, los consultantes que demandan orientación vocacional son considerados sujetos para los cuales existe “Otro significativo”.
    Se trata del Otro que ordena (organiza), que cuestiona al sujeto respecto de su entrada al mundo adulto, que direcciona el deseo hasta tal punto que, en algunos casos, pasa desapercibido. El Otro adquiere distintas encarnaduras: los padres, la escuela, la sociedad en su conjunto, un hermano mayor, un amigo.
    En este sentido, el “Otro” aparece como “perentorio” a la hora de decidir sobre el futuro, pero a la vez impulsa a moverse, a buscar, a decidir, siendo “propiciatorio” de un cambio. En algunos casos, el Otro impulsa a demandar orientación vocacional.
    Observamos aquí un primer momento en la manera de conceptualizar el tiempo. Un tiempo que apremia, que apura para decidir, para elegir, cuestión que se agrava según la época del año (si es o no época de inscripciones). El tiempo atraviesa al sujeto sin que este se apropie de él.
    Es un tiempo vacío, no habitado por el sujeto, sin espacio, sin volumen. Un tiempo que transcurre sin que sea transcurrido. Un tiempo que el sujeto no hace suyo, no le pertenece “en el presente” para usarlo, vivirlo, moverse, “en el futuro” porque no puede proyectar y “en el pasado” porque le es difícil historizar. Muchas veces su ejercicio en elegir es diametralmente opuesto a su deseo.
    El tiempo reúne muchas variables, algunas personales, otras familiares, otras propias del contexto actual, que a la vista de los consultantes son difíciles de desmitificar, de cuestionar para poder manejar y conectar.

    La construcción del tiempo – espacio

    En un segundo momento, el tiempo del Otro se define como “distinto” del propio, se descubre la posibilidad de abrir un paréntesis que lo deje en suspenso. A partir de esta suspensión del tiempo del Otro, es posible poner en funcionamiento el tiempo interno, comenzar a habitarlo, a transitarlo, a darle volumen, a apropiarse de él. Aún así, este proceso interno sufre vaivenes, se estanca o retrocede. Mientras tanto, desde el dispositivo de orientación vocacional, se convoca allí permanentemente al sujeto para que pueda apropiarse del tiempo y comenzar a construir su propio tiempo – espacio, a subjetivarlo.

    El tiempo – espacio habitado

    En un tercer momento, observamos que los consultantes han tomado posición de incluirse en ese tiempo – espacio y habitarlo. Pueden historizar el camino recorrido durante dos meses, del primero al último de los encuentros, y distinguir los momentos antes citados, en tanto caen en la cuenta que han podido moverse, cuestionar ideas preconcebidas, utilizar los medios que tenían a su alcance, acordar con otros ayudarse mutuamente para develar juntos los misterios de las distintas profesiones. En definitiva, habitar el tiempo y el espacio, potenciando las acciones realizadas.
    En las instancias finales del proceso, puede suceder que los consultantes construyan su propio final en coincidencia con el final cronológico de dicho proceso, que ya lo hayan construido durante el proceso mismo (algunos dejan de asistir a los encuentros por propia decisión) o que reserven esta tarea para más adelante porque necesitan más tiempo. De esto se trata su elección.
    Podemos hipotetizar que ha habido un cambio en el posicionamiento subjetivo frente al propio deseo cuando asistimos a la tercer forma de conceptuar el tiempo por los consultantes. Si antes el tiempo era del Otro, ahora me pertenece y puedo pensar, puedo planificar.
    Distintas prácticas psicológicas se apoyan y nutren de conceptos de la teoría psicoanalítica. Nosotros nos apoyaremos para continuar el análisis, en conceptos de Lacan vertidos en sus Escritos, con la intención de echar luz sobre nuestra práctica.
    Podemos reconocer en el sujeto un verdadero movimiento que puede caracterizarse aislando tres momentos en los cuales la instancia del tiempo se presenta bajo un modo diferente en cada uno, revelando una discontinuidad tonal esencial para su valor. Cada uno de esos momentos, en el tránsito hasta el siguiente, se reabsorbe en él, subsistiendo únicamente el último que los absorbe y da significación a los anteriores. La tercer instancia del tiempo lógico es el aserto sobre uno mismo, por el que el sujeto concluye el movimiento lógico en la decisión de un juicio que da significación.
    Retrospectivamente, podemos hipotetizar las instancias anteriores en el tiempo lógico: la instancia de mirar y la instancia de comprender. El instante de la mirada es el primer momento, tiene un valor de evidencia, es una matriz, un punto de partida; la subjetivación que se dibuja en ella es impersonal pero le sirve al sujeto, con relación al otro (con minúscula), para comenzar a diferenciarse. Es un tiempo no identificable en el cual surge algo que permite el pasaje al segundo momento. El instante de la mirada se hace necesario para lograr la evidencia siguiente.
    En este instante, los consultantes se encuentran con sus semejantes, no logran percibir que participan de situaciones parecidas, que se encuentran en búsquedas parecidas, únicamente perciben que existen “otros más” que están dentro del mismo tiempo – espacio de orientación.

    Como Lacan propone, este primer tiempo es el “tiempo de la mirada”. Allí no hay palabras sólo “miradas” hacia los otros, en un intento de encontrarse, reconocerse. Es un momento cero, punto de partida de este proceso lógico.

    El instante de comprender es el momento del descubrimiento, que puede darse en un instante o en una cronología mayor de tiempo. Es la intuición por la cual el sujeto objetiva algo más de los datos que posee. El tiempo se define, es decir toma sentido y encuentra su límite (meta y término). La evidencia de este momento supone un tiempo de meditación, sin embargo, el tiempo para comprender puede reducirse al instante de la mirada, pero esa mirada en su instante puede incluir todo el tiempo necesario para comprender. Este movimiento lleva a lograr la evidencia para el siguiente: el aserto sobre uno mismo, por el que el sujeto concluye el movimiento lógico en la decisión de un juicio. El movimiento de comprender, bajo el cual se ha tambaleado la instancia del tiempo que lo sostiene objetivamente, se prosigue en el sujeto en una reflexión y se presenta lógicamente como la urgencia del momento de concluir.
    Estas tres instancias se producen una tras otra, pudiendo darse tanto en el tiempo – espacio de orientación vocacional como fuera de él, cuando el consultante habla con otros sobre su drama interno y se debate entre “buscar la respuesta en el Otro” o “lograr el aserto subjetivo”.

    Muchos de los consultantes expresan: “Elegí finalmente esta carrera, no sé si me va a ir bien o no, si será lo mío o no, pero ya me decidí”.

    Aserto de certidumbre anticipada por el cual el sujeto concluye, en el máximo momento de subjetivación, al expresar a través de un juicio su decisión respecto de su proyecto de vida.
    Este es el recorrido que hemos realizado con relación a la conceptualización del tiempo.
    Los cambios que evidenciamos nos llevan a sostener que la orientación vocacional ocupacional no es sólo el período establecido para elegir una carrera, es mucho más que eso. Preferimos entenderla y sostenerla como una práctica que se ofrece como puerta de entrada, una rajadura, un resquicio para comenzar a transitar el camino del deseo.

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