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16 DE JUNIO DE 2008 | EL ANÁLISIS DEL DISCURSO

Una escucha diferente en psicodiagnóstico

En el quehacer psicodiagnóstico las técnicas se encuentran en estrecha interrelación con el vínculo entre examinado y examinador; léase transferencia y contratransferencia. El carácter proyectivo de las técnicas se privilegia por sobre el acopio de datos en forma atomística; dicho carácter exige una cuidadosa interpretación del examinador.

Por Lic. Cristina Weigle
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No se trata de buscar cada vez nuevas técnicas considerando las tradicionales superadas: el Rorschach, el Zulliger, el TAT, el TRO, el Wais, el Bender, Gráficos, Desiderativo; porque ello significaría subestimar la riqueza acumulativa de años de experiencia y de investigación con las mismas.

Se trata de abordar el psicodiagnóstico desde otro enfoque: la incorporación de la lingüística rescatando los diferentes modos del decir enlazados en la variedad de líneas melódicas, que son las que marcan el acento y el sentido del discurso.
Tomando como ejemplo el test de Rorschach descubrimos que el método estadístico – en su exponente más representativo John Exner – ha llegado a grados extremos de refinamiento aumentando la codificación, en la búsqueda de nuevas fórmulas, nuevas variables, complejizando las existentes. No por ello se ha logrado un acuerdo universal tácito y nos lo demuestran:

a) La vigencia de los intensos debates entre las diferentes líneas interpretativas, como ocurre en los Congresos de psicodiagnóstico.

b) El no haber coincidido la mayoría con el criterio clasificatorio, salvo en una sola lámina: la V, el murciélago como W F A P (global, forma positiva, animal y popular).

Nuestra postura no brega por la unificación y la estandarización de resultados, sino muy por el contrario, nos declaramos artesanos en el descubrimiento de la singularidad ante la evidencia que nos señalara la Lic. Ana Maria Sendon: “mi murciélago no es tu murciélago”. Es indudable que existe un murciélago diferente para cada persona, más allá de los aspectos compartibles con otros y comparables que nos asemejan. Sin duda que esta postura es un mirar y un escuchar distinto.
Las fórmulas no iluminan sino desmembran en cuanto acopio de datos heterogéneos. Ya Edward Bohn en 1959, al registrar la insuficiencia de la clasificación para dar cuenta de una persona, propone incorporar un extenso número de ciertos fenómenos que llamó “especiales”. Ellos consisten en conceptos, propuestas lingüísticas, giros del lenguaje que observó que se repetían en muchos sujetos pero que excedían todo tipo de codificación. En ellos podemos encontrar – más allá de lo perceptual – las asociaciones y en ellas las fantasías más variadas; por ejemplo en las sobreelaboraciones del Rorschach, como la contaminación y la confabulación, etc. De este modo “se ha ido abriendo la frontera entre la realidad y el fantasma” – al decir de Odile Husain (en 1983). “Entre la realidad externa del objeto y la realidad interna de lo vivido” – según Rauch de Tranbenberg (en 1983).
Pero Bohm y sus seguidores no pudieron desprenderse de la tendencia a organizar esquemas, en el afán de codificar y de uniformar para lograr comparaciones.
Poco a poco diversos autores han ido incorporando nuevos fenómenos, por lo cual nos preguntamos si ¿por este camino no podríamos llegar al infinito? Incluso, al decir de Ana Sendon “toda respuesta asimismo es un fenómeno especial”.
Investigando a qué apuntan los casi doscientos fenómenos especiales registrados hasta la fecha, con las licenciadas Beatriz Benditto y Stella Maris Scalise encontramos que en todos los casos y en cada fenómeno especial existe una constante: un tipo de mecanismo defensivo; además en muchos de ellos pudimos detectar a la vez el lenguaje del erotismo, o sea un tipo de erogeneidad, constituyéndose así el fenómeno especial como una formación del inconsciente.
El camino de la estadística nos resulta – para el psicodiagnóstico – simplificador, según lo sostiene la Escuela Suiza de psicodiagnóstico (Odile Husain, Frieda Rossel, Leslie Ponce, Colette Merceron) 1984 - 1996; los que consideran que reduce en lugar de ampliar, creando un lenguaje artificial intentando de este modo sustituir el vacío de la interpretación.
En el caso de Rorschach, cuando nos encontramos con un sujeto cuya mirada tiende a abarcar la totalidad antes que las partes, cuantificar esas globales no es suficiente; se requiere profundizar la calidad de las mismas: si es global simple o compuesta, de buena o de mala forma, vulgar u original, con tal o cual contenido. Considerando estos aspectos cualitativos, los resultados pueden llegar a diferir por completo de los obtenidos desde lo cuantificable.

Avatares de la clasificación

En Rorschach resulta insuficiente considerar la clasificación como lo más importante, en forma exclusiva. La dificultad para objetivar los criterios con los cuales se clasifica tiñe de un peligroso subjetivismo a lo que luego será tomado – engañosamente – como científico y exacto.
Ella pone en evidencia cuán fácilmente proyecta el examinador sus propias percepciones; cuántos sobreentendidos, bloqueos y omisiones se deslizan ensombreciendo lo que pertenece al examinado. Por otro lado clasificar, a su vez, resulta un valioso ejercicio para darnos cuenta de la inagotable riqueza de un discurso.
Todo lo cual nos exige una discriminación puntual y sistemática contribuyendo verdaderamente a refinar y agudizar nuestra escucha, favoreciendo la aproximación a la realidad psíquica del examinado. La actitud clasificatoria exige una minuciosidad en el análisis del discurso como punto de partida, de lo que se dijo y en el cómo se dijo aquello que se ve. Sin duda el modo dice más que el qué.
Asimismo la dedicación exclusiva a clasificar puede resultar un mecanismo defensivo de origen inconsciente – como refugio evitativo - para no considerar nuevas exigencias interpretativas. Podríamos decir que se clasifica mucho para pensar poco; o como dijera Droz (1982) “para no pensar”.
De nada sirven aisladamente los enfoques descriptivos y las múltiples significaciones. La clasificación en sí misma no aporta confiabilidad fuera de su contexto o fuera de una configuración y sin la línea melódica, la que sólo conoce quien administró el test.
Este complejo tejido de significaciones consiste en la tarea artesanal a la que nos hemos referido.

Apelando al psicoanálisis como modelo interpretativo

En nuestro planteo no podemos obviar la consideración del inconsciente, el cual moldea la forma de todo enunciado discursivo; hecho éste constatado durante más de veinte años por la experiencia, tanto del grupo Suizo de psicodiagnóstico, como por nuestra experiencia.
Partimos de un objetivo: detectar la más completa información considerando mínimas señales del examinado; tanto en sus manifestaciones preconcientes como en lo inconsciente. Considerando tales señales como una muestra de cómo se ha estructurado su psiquismo y de cómo es capaz de proceder en los vínculos, en el estilo de trabajo, en el tipo de lógica de su pensamiento y en su relación con la realidad.
Más que clasificar – aunque lo hagamos como un paso ya incorporado, buscamos comprender al sujeto a partir de estos dos puntos clave: los mecanismo defensivos estructurantes y la erogeneidad; forma y fondo que van a constituir el particular estilo discursivo.
Nos ocupa fundamentalmente conocer cómo juegan en él, el proceso primario y secundario, la fantasmática, el conflicto y las angustias.
No nos restringimos a una sola interpretación como certera, porque no creemos en “verdades” universales en sentido unívoco. Apenas nos valemos de un saber tentativo, fluctuante, aproximativo del Psicodiagnóstico.
Saber en continua espera de rectificaciones o de confirmaciones por el transcurrir del cotidiano vivir.

Sostenemos – provisoriamente – algunos principios donde fundamentar la interpretación:
1) No basta el examen semiológico sino tener en cuenta el examen metapsicológico de las conductas.
2) Se requiere una visión epistemológica del psicodiagnóstico para considerar en sesgado sus postulados
3) El inconsciente no puede ser obviado. A modo de ejemplo, decimos que en Rorschach el fenómeno especial “o”, no existe, sino que se trataría del fenómeno especial “y”, dado que en el inconsciente todo es afirmación. Es decir que no se trata de que el sujeto elija entre su duda: “oso o pájaro”, por ejemplo, sino que se consideran ambos. Lo dicho, aunque renegado, dicho está. Tampoco existe respuesta de menor valor, como es considerada una adicional, porque precisamente es la de mayor interés al haber sido escondida y relegada.
4) Consideramos la multicausalidad de los síntomas más allá de la mera linealidad de las causas.
5) La complejidad se la ve organizada en una forma de red multideterminada con nudos de entrecruzamiento.
6) El análisis del fondo (contenido) va articulado en todos los casos al análisis de la forma (el modo de cómo se dice).
7) Partimos del análisis del discurso – oral y gestual - exponente privilegiado del preconciente en sus manifestaciones clínicas.
8) Consideramos siempre la melodía del enunciado por ser la que otorga sentido. Igualmente buscamos la comprensión del sujeto partiendo de la interpretación de lo contratransferencial como dato clave.
9) En todos los casos tratamos de ligar e integrar el diagnóstico en una síntesis como un todo, superando la disociación atomística.
10) Hemos dejado de lado toda intención nosográfica, limitante y restrictiva prefiriendo dirigir nuestra observación en forma abierta hacia los aspectos fundamentales que den cuenta de esa persona.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

Numerosos autores han incursionado en busca del psicoanálisis como teoría para fundamentar la interpretación en Psicodiagnóstico, especialmente respecto a las técnicas proyectivas.

  • En la Argentina:
    Elizabeth Sorribas, Noceti. (Rosario. 1982)
    Lidia Burde. (Rosario. 1993)
    Susana Torres y Susana Russo. (Bs. As. 2004)
    Cristina Weigle. (Bs. As. 1988 – 2006)
  • En Suiza y Canadá:
    La Escuela Suiza. (1980) Traducción de Etel Kacero y Elena Lunazzi.
    Con Jean Bergeret (1974)
  • En Estados Unidos:
    Rapaport. (1965)
    Shafer. (1964)
    Otto Kernberg. (1975)
    Blat. (1975)
    Lerner. (1990)
    Duruz. (1979)
    Droz. (1982)

    Los postulados psicoanalíticos resultan referencias ineludibles en nuestro tiempo sobre todo cuando el interpretar resulta una tarea integradora para la comprensión de la complejidad humana.

    Cristina Weigle. Psicología Clínica; autora de varios libros de Rorschach y Zulliger; miembro de ADEIP (Asoc. De Estudios e Investigación en psicodiagnóstico).

    Mas informacion:
    www.cristina-weigle.com.ar

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