Entrevistas

3 DE SEPTIEMBRE DE 2007 | ENTREVISTA A BEATRIZ JANIN

Nuevos caminos en el abordaje de la problemática infantil

Son los que propone Beatriz Janin al considerar que las consultas por un niño llegan con un diagnóstico realizado por los padres mismos, proveniente de una tendencia a clasificar a los niños mediante “diagnósticos que no son más que un conjunto de enunciados descriptivos que se terminan transformando en enunciados identificatorios”.

-¿Cómo fue su acercamiento a la clínica de niños?

-Trabajo con niños desde que me recibí, en Marzo de 1971. A la semana de recibirme, comencé a trabajar en el equipo de Psicodiagnóstico infantil en el viejo Hospital de Clínicas y a los dos meses concursé en el Centro de Salud Mental Nº 1 y entré en el equipo de Adolescentes. Comencé así, de entrada, a trabajar con niños en un hospital y con adolescentes en otro. Al año siguiente, entré como psicóloga en una escuela privada y comencé a atender pacientes en mi consultorio. La teoría predominante en esa época era la teoría kleiniana, a la vez que los textos de Freud y de algunos franceses, como Laplanche. Así fue que pensé que trabajar psicoanalíticamente con niños debía poder hacerse desde la teoría freudiana, especialmente tomando la metapsicología y, fundamentalmente, los desarrollos sobre la estructuración psíquica.

-¿Qué cambios encuentra en las consultas que se hacen por un niño, a diferencia de la época de tus inicios en la práctica?
-Las consultas son cada vez más por patologías graves. Se consulta, generalmente, cuando hay ya cierto grado de desesperación. Pero además, y esta es una diferencia fundamental, es muy frecuente ahora que los padres vengan ya con un diagnóstico, que muchas veces han establecido ellos mismos, a partir de la información que dan los diarios o a partir de lecturas en Internet, tomando algunas de las conductas del niño como señales de tal o cual patología. Esto hace necesario desarmar esa lectura inicial, que muchas veces los ha llevado a mirar al niño como si fuese un “cuadro psicopatológico” más que un ser humano en crecimiento. Otra diferencia es la exigencia de cambios rápidos, visibles, en el menor tiempo posible. Y la idea que tiene que haber alguna receta “mágica” para resolver todas las dificultades. Es decir, una de las dificultades que tenemos hoy en día para la comprensión de la psicopatología infantil es la invasión de diagnósticos que no son más que un conjunto de enunciados descriptivos que se terminan transformando en enunciados identificatorios. Es habitual que un niño sea catalogado por los síntomas que presenta perdiendo así su identidad. Así, se pasa de: "tiene tics", a "es un Gilles de la Tourette" o de: "tiene conductas compulsivas y reiteradas" a "es un TOC", o en vez de un niño triste, hablamos de un trastorno bipolar... El más conocido es el Trastorno por Déficit de Atención, modo en el que se denomina a niños muy diferentes entre sí. Es un modo de nombrar eludiendo toda pregunta. Si uno dice que un niño está triste, se podría preguntar: ¿por qué?, pero si dice que es un trastorno bipolar, ya está todo dicho. Lo mismo ocurre con todas estas nominaciones.
En los últimos años se ha generalizado el uso del DSM IV en los consultorios psicológicos y pediátricos e inclusive en el ámbito escolar es frecuente que los maestros diagnostiquen a los niños con los nombres que éste propone.
Esto tiene varias implicancias, en tanto son nombres-sigla que implican un sello que se entiende como una definición del otro. Esto refleja la idea de que catalogar, definir cuadros supone un avance en la resolución del problema
Ya no es que un niño tiene tales manifestaciones sino que a partir de las manifestaciones se construye una identidad que se vuelve causa de todo lo que le ocurre dejándolo encerrado en un sin salida. Una categoría descriptiva pasa a ser explicativa. Ya no es “No atiende en clase. Se mueve mucho y desordenadamente. Es exageradamente inquieto e impulsivo, ¿por qué será?", pregunta que implica posibilidad de cambio, idea de transitoriedad, sino: “Es ADD, por eso no atiende en clase, se mueve mucho y desordenadamente. Es inquieto e impulsivo”. Ya no hay preguntas. Se eluden todas las determinaciones intra e intersubjetivas, como si los síntomas se dieran en un sujeto sin conflictos internos, y aislado de un contexto. Y el cartel queda puesto para siempre.
Lawrence Diller, pediatra norteamericano, afirma que desde los años setenta la psiquiatría norteamericana adhirió al modelo biológico-genético-médico de explicación de los problemas de comportamiento y que, en los ochenta, con la inclusión del Prozac, se banalizó el uso de medicación psiquiátrica en casos leves. El paso siguiente parece haber sido extender este criterio a los niños.
Podemos observar que la tolerancia de una sociedad al funcionamiento de los niños se funda sobre criterios educativos variables y sobre una representación de la infancia que depende de ese momento histórico y de la imagen que tiene de sí mismo ese grupo social. Así, se aceptan como normales en una época cuestiones que son rechazadas en otra y en cada grupo social los parámetros de "buena conducta" son diferentes.
En la actualidad, en un mundo cada vez más acelerado, en el que predomina la idea de que no hay tiempo, se tolera poco el movimiento de los niños, a la vez que se excita en demasía.

-Un tema importante es el espacio que tienen los padres, cómo lo trabaja en el tratamiento?
-Los padres suelen llegar a la consulta desbordados, sintiéndose sobre-exigidos también ellos. Es muy importante poder escucharlos, tener en cuenta que están sufriendo, que sienten que ese niño no responde a las expectativas del medio. Los padres temen que esto determine, desde el vamos, un futuro de exclusión. Es fundamental trabajar con ellos porque son también ellos, muchas veces, los que dejan al niño en una especie de montaña rusa, sin sostén firme y lanzado a un movimiento permanente, a través de exigencias desmesuradas, de funcionamientos impulsivos o de estados de angustia y depresión.
Conocemos la importancia de la escuela como primer lugar de inserción social. Se exige que los niños se preparen para poder ingresar en un mundo en el que muchos quedan afuera. El fracaso escolar es entonces un modo de quedar "al margen", fuera del mundo. Y en ese sentido es muy temido por los padres. Y esto en un mundo en el que lo que importa es el “rendimiento”, la “eficiencia”, en el que el tiempo ha tomado un cariz vertiginoso y los niños están sujetos a la cultura del zapping.
También, muchos padres, agobiados por exigencias laborales, pueden pretender que la casa sea un remanso de paz y tranquilidad y viven la actividad de un niño como excesiva. Es decir, es frecuente que los niños sean sancionados por aquello que es justamente una de las características de la infancia: la vitalidad, el movimiento, el salto de un tema a otro, de un juego a otro, el llamar la atención de los adultos, el hacer ruido...Seguramente, si los padres se sienten mejor consigo mismos, podrán tolerar mejor las dificultades de su hijo.


-¿En qué está trabajando el grupo de Forum ADD, luego de realizado el Simposio Internacional Niños desatentos e hiperactivos: “La patologización de la infancia”?
-Actualmente, estamos abocados a la publicación de las actas del Simposio. También, a la espera de la publicación del libro que redactamos con el Ministerio de Educación y que el Ministro Daniel Filmus se comprometió a publicar. Asimismo, venimos desarrollando múltiples encuentros en diferentes escuelas, universidades, hospitales y centros de salud, en todo el país. La idea es cuestionarnos acerca de las causas de las dificultades infantiles, desde la complejidad de las determinaciones y también preguntarnos sobre las consecuencias del modo en que los adultos y sobre todo los profesionales, podemos incidir en la evolución de esas dificultades. Consideramos que pensar al niño en su contexto, escucharlo, investigar las múltiples determinaciones posibles de sus dificultades, compartir entre médicos, psicólogos, docentes y otros profesionales ideas sobre la problemática infantil en la actualidad, parece ser clave para abrir nuevos caminos en el abordaje de la problemática infantil. Quizás, armando redes de adultos, repensando la infancia de hoy, logremos darles a los niños un futuro más promisorio.


Beatriz Janin es Licenciada en Psicología (UBA). Directora de la Carrera de Especialización en Psicoanálisis con Niños de la Universidad de Ciencias Empresariales y Sociales. Directora de la Carrera de Especialización en Psicoanálisis con Adolescentes de la UCES. Dicta seminarios de posgrado en psicoanálisis con niños y adolescentes en diferentes universidades y colegios de psicólogos del país. Directora de la Revista Cuestiones de Infancia - Premio "Arminda Aberastury" 1986 de la Asociación Psicoanalítica Argentina. Tiene publicados más de cincuenta trabajos sobre psicopatología infantil y clínica psicoanalítica con niños en revistas científicas de Argentina, España, Francia e Italia.

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