Actualidad

28 DE ABRIL DE 2007 | POR LA REVISTA Ñ

Disparos contra el psicoanálisis

Las críticas al método iniciado por Freud no son nuevas: no se hallarán muchas primicias en el "El libro negro del psicoanálisis". Es más, desde su experiencia teórica y práctica en salud mental, un colaborador de Ñ aconseja leerlo como una suerte de policial, lleno de pasión panfletaria, pero que revela, certero, problemas reales. Además, la férrea oposición al "libro negro" en Francia. Y un fragmento: trabas psicoanalíticas para tratar adicciones.

Por Santiago Bardotti
Enviar por mailImprimir

«Con su revelación de cartas escondidas, con su búsqueda de herederos olvidados, con la confrontación de archivos y fotos color sepia, El libro negro del psicoanálisis puede leerse en clave policial, lo que por otra parte lo hace mucho más divertido y entretenido. Sin embargo, seguramente pertenece al género de la literatura panfletaria. Lleno de furia, es parcial y unilateral.

Por ello mismo injusto. También da en el clavo la mayoría de las veces. Es un libro dirigido al gran público y cumple su objetivo con creces, llamar la atención, interesar, querer más. Como caricaturiza muchas veces pareciera que exagera, pero se sabe, la realidad siempre supera a la ficción.

Aunque se ha dicho que es un ataque, infundado y sostenido por intereses oscuros, es ante todo una respuesta. El psicoanálisis se ha abierto camino criticando, simplificando y burlándose hasta el hartazgo de teorías contrarias a sus intereses o que ha considerado competidoras. En un principio fue necesidad, después rasgo de estilo. Ultimamente cliché y ceguera.

Jacques-Alain Miller, la cara más visible y representante del Lacan oficial ha dicho: "Las terapias cognitivo-conductuales son métodos crueles que llevan a que el sujeto se exponga a sus propios traumas... su eficacia reposa únicamente en la autoridad del experimentador, que se coloca como el experto, el jefe". Desde otro lado del espectro lacania no, Elisabeth Roudinesco no ha dudado en decir que las técnicas cognitivo-conductuales "tienen más que ver con las técnicas de la dominación llevadas a cabo por las dictaduras o con las sectas que con las terapias dignas de ese nombre". También ha dicho que sus practicantes "tratan a la gente como ratas de laboratorio". Son este tipo de simplificaciones brutales y habituales las que resultan a su vez inadmisibles.

La Argentina y Francia comparten el privilegio de ser los países más freudianos del mundo. Este hecho periodístico es desde ya curioso; mucho más si el psicoanálisis ocupa un lugar marginal en todo el resto del planeta en tanto abordaje psicoterapéutico. Lo que no impide que Freud sea un clásico, es decir, patrimonio de todos y ninguno.

La estrategia de atacar el psicoanálisis poniendo en duda la historia heredada y cuestionando la figura de Freud pone en evidencia una dificultad esencial, como dice el historiador de la ciencia Frank J. Sulloway de la universidad de Berkley: "En tanto historiador de las ciencias que ha estudiado la vida de científicos como Copérnico, Galileo, Newton y Darwin, a menudo me he encontrado con leyendas fundadoras análogas (es decir, más o menos heroicas, el científico o pensador solitario que emprende la dura lucha de cambiar la manera de pensar a una época, el hombre honesto y desinteresado sin otra ambición que la verdad). Desde este punto de vista diría sin dudarlo que nunca una leyenda de los orígenes había sido desarrollada de manera como ésta. El psicoanálisis —agrega Sulloway— es la única teoría que exige que su propia historia sea perfectamente coherente con la teoría elaborada por su inventor... Desde este punto de vista historiográfico, este género de lógica circular puede ser muy nefasto. Si la teoría de Freud fuera verdadera en un ciento por ciento, habría sido posible hacer una buena historia con este enfoque conceptual. Pero en tanto esta teoría es problemática lo que se obtiene es forzosamente una historia problemática, y de manera más verosímil aún, una historia complaciente y llena de defectos".

Se comienza a comprender así porque los psicoanalistas, tan atentos a la mistificación de los relatos fundadores, están con las manos atadas a la hora de cuestionar los propios mitos.

Del mismo modo, como existe un libro negro de la medicina, es decir, el libro que anota todas las vidas sacrificadas por su causa, un libro negro del psicoanálisis era de esperarse. El libro que anote los tratamientos torpemente llevados, los matrimonios desechos por su culpa, las culpas injustamente repartidas, las vidas desperdiciadas cuando podría haber sido de otro modo, en fin, el sufrimiento agregado al sufrimiento. Que Freud tenga que ver en esto tiene algo de intolerable.

El libro negro del psicoanálisis es una respuesta en especial a la paradójica acusación de ineficacia dirigida hacia todo lo que no sea psicología profunda. Se ha sostenido desde tiempos de Freud que las terapias que apuntan curar los síntomas sólo lograrían que esos síntomas reaparezcan bajo otro manto, seguramente agravados. La respuesta, que es una acusación a su vez, es doble. En principio esto es simplemente falso. Todos los estudios clínicos en todos los países donde la ciencia no es sospechada de complot indican que no es así, tanto los tratamientos conductistas (nombre corto a los tratamientos cognitivos comportamentales), psico-educacionales o farmacológicos entre otros abordajes y en sus respectivas áreas de influencia se muestran eficaces y duraderos. Freud falseó a sabiendas sus datos para mostrar éxitos terapéuticos que no fueron tales.

La teoría lacaniana, en tanto heredera de Freud sería una racionalización de estas mentiras, falsedades, ficciones, construcciones, o como se las quiera llamar. Racionalización que le permite a Roudinesco decir respecto de la paciente conocida como Anna O: "Si no fue curada de sus síntomas, se convirtió en otra mujer". Testimonios que han salido a la luz posteriormente concluyen que Bertha Pappenheim, ese su verdadero nombre, no habló nunca de ese período de su vida y se oponía con vehemencia a toda sugerencia de un tratamiento psicoanalítico para las personas que tenía a su cargo, ante la gran sorpresa de la gente que trabajaba con ella.

Como es un panfleto, y como tal hace uso de los materiales más diversos, en otro artículo del libro negro se cita al novelista Michel Houellebecq como muestra de esta clase de transformaciones: "Despiadada escuela de egoísmo, el psicoanálisis se encarniza con el mayor cinismo contra muchachas un poco asombradas por la vida a las que transforma en unas criaturas innobles de un egocentrismo delirante, que ya sólo pueden suscitar un legítimo disgusto... Mezquindad, egoísmo, arrogante estupidez, ausencia completa de sentido moral, incapacidad crónica de amar: he aquí el retrato exhaustivo de una mujer analizada... Su psicoanálisis la transformó de manera irreversible en una verdadera basura, sin tripas, sin conciencia... Una tarde, cuando volvía de la sesión, me hizo notar esta frase de Lacan: cuanto más innobles sean mejor les irá... Todo un programa; pero ella iba a ponerlo en aplicación punto por punto".

Es verdad que Houellebecq no debe ser muy benevolente con ningún tipo de psicoterapia pero entre las heridas a la imagen que el psicoanálisis tiene de sí mismo está la de ser tratado como una terapia entre otras. Un apartado incluso se llama, no sin malicia, "¿Y si Freud fuera conductista?" Después de todo Freud educaba, era directivo, las curas eran mucho más breves...

Acostumbrados como estamos a la demagogia nos puede parecer una gran verdad la sentencia el sufrimiento no se cuantifica. Sin embargo hay muchos cuestionarios muy sencillos que se pueden responder. ¿Se siente usted mejor o peor? ¿Lo ha ayudado o no la terapia? ¿Vive mejor o no? ¿Han desaparecido sus síntomas? ¿Sus relaciones sociales son más o menos habituales? ¿Ha tenido o no recaídas? ¿Han aparecido nuevos síntomas? ¿Es más optimista respecto al futuro? Es claro que para ello hay que creerles a los pacientes y sus auto evaluaciones.

El solo hecho de que se sigan discutiendo casos clínicos escritos hace un siglo es sorprendente. Cuando nos enteramos lo conjetural de los hechos sobre los que se construyeron la sorpresa es aún mayor. La inconmensurabilidad de paradigmas salta a la vista ya en el comienzo del artículo que se propone leer a Freud a la luz de los avances neurocientíficos: "Para algunos, trazar el balance de lo que queda hoy de la teoría freudiana puede parecer injusto; nadie puede esperar que una teoría formulada en el siglo XIX pueda anticipar los descubrimientos que se han producido después de ella, con los medios y conocimientos de los que ella misma no pudo disponer". Puede parecer irónico pero no lo es.

Bien mirada, la idea de que Freud construyó y no descubrió los hechos sobre los cuales basó su doctrina se dice de viva voz todos los días: al psicoanálisis no le interesan los hechos del mundo. El epistemólogo que cada psicoanalista lleva adentro dice: la teoría de la verdad como correspondencia (es decir, sostener que "la paciente tuvo fantasías de tener relaciones con su padre" es verdadero si y sólo si la paciente tuvo fantasías de tener relaciones con su padre) es ideología cientificista. La paradoja es que el psicoanálisis jamás se habría podido abrir paso sin ofrecer hechos, sin ofrecer una cura, sin garantizar resultados mejores, mucho mejores que sus oponentes.

Freud pudo muy bien decir que Anna O fue curada mediante el psicoanálisis no obstante que sufrió antes de su supuesta mejoría varias internaciones prolongadas y que parte de sus síntomas histéricos fueron curados con la administración de morfina, entre otros procedimientos. Hoy mismo se construyen sofisticadas interpretaciones para justificar mejorías en trastornos de ansiedad, la estabilización de episodios psicóticos, desaparición de ideas de ruina y desesperanza en depresiones graves, desaparición de los síntomas repetitivos en los Trastornos Obsesivos Compulsivos, todo, sin mencionar la medicación que el paciente recibe.

Cualquier profesional idóneo sabe a la perfección que si el paciente deja de tomar la medicación la debacle es esperable y, con ello, la desarticulación de la sofisticada interpretación. Cualquier profesional idóneo (y los hay muchos) no podrá negar que trabaja educando, para que los pacientes no abandonen la medicación, y en esto, en nada se diferencian de los tratamientos cognitivos-comportamentales o psicoeducativos.

No hay mala fe, y sin embargo hay una lectura errónea y distorsionada de lo que se hace. Las razones están lejos de ser unívocas, pero es claro que el discurso psicoanalítico es el prestigioso y que estás prácticas educativas se realizan a escondidas porque producen culpa aun cuando se está haciendo lo mejor e indicado para sus los pacientes. No es raro entonces que la mayoría de los profesionales terminen en el diván.

Los insultos de ser positivista, adaptacionista (léase darwiniano), conductista, o ya más directamente, psiquiatra, psicólogo (como opuesto a psicoanalista), médico, scholar o filósofo son habituales. Quien crea que no hay un espíritu de época que trate de oponerse a él y que se dé una vuelta por la Facultad de Psicología de la UBA o por la gran mayoría de los servicios de psicopatología de la Argentina. Es curioso cómo un libro escrito en francés, sin la participación de ningún profesional local hace mención a experiencias tan fácilmente reconocibles.

Sin embargo no se trata tanto de lo que el psicoanálisis hace como lo que deja de hacer. Mejor dicho, lo que impide que otros hagan. Por eso la expresión cerrojo psicoanalítico, expresada en uno de los artículos para explicar por ejemplo cómo y por qué los programas de sustitución con metadona en adictos a la heroína fueron frenados durante dos décadas no puede ser más acertada. Lo mismo podría decirse del tratamiento de los pacientes con enfermedad bipolar, depresiones severas, el Trastorno Obsesivo Compulsivo, los trastornos de ansiedad en general.

El psicoanálisis lacaniano ha decretado para sí mismo, por una especie de biología a priori, que ningún avance científico puede modificar su práctica. Por ello los psicoanalistas, muchísimos de ellos trabajando en hospitales públicos, se pueden abstener de leer literatura científica y de conocer tratamientos más eficaces y alternativos. El psicoanálisis lacaniano pretende extender este decreto anticientífico a todos los abordajes. Pretende también que esto es lo que quieren todos los pacientes.

Seguramente somos una sociedad que prefiere el malestar. Pero bueno, como decían los viejos buenos productores de Hollywood: ¡Si quieren ser artistas desdichados, que lo hagan con su propio dinero!

Mas informacion:
www.clarin.com

Videos
La corresponsabilidad ante la vulneración de derechos de niños, niñas y adolescentes (NNyA). El rol del organismo de protección de derechos de NNyA en CABA.
Tapas y contratapas
Lectura del Discurso de Roma
8.4.2024  /  A 70 años
Lectura del Discurso de Roma
Ética y psicología
9.3.2024  /  Rol social del psicólogo
Ética y psicología
Lacan
12.12.2023  /  La antifilosofía 3
Lacan
Futuro por venir
7.11.2023  /  Psicoanálisis y el Hospital
Futuro por venir