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23 DE OCTUBRE DE 2006 | ADOLESCENCIA

Violación en el contexto de violencia urbana y trauma

Mi interés en esta breve exposición es acercar el tipo de problemática que abordo en mi práctica clínica. Por lo tanto me referiré a derivaciones que ha aumentado significativamente en los últimos tiempos a la par del aumento de la violencia urbana.

Por Lic. Graciela Anastasi
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Dentro de esta última categoría de derivaciones se incluyen secuestro, robo, violaciones con o sin daño físico, o sea la variable de la agresión y la respuesta emocional correlativa por parte de los pacientes es una de mis áreas específicas de trabajo. Observo un aumento significativo de la violencia urbana y específicamente consultas por abuso sexual, en el ámbito específico de la ciudad de Buenos Aires y el Conourbano durante 2000 y 2001. No poseo estadística comparativa de otros centros para evaluar aumento de violación en general, pero si se da en mi práctica durante esos años. A partir de 2002 toma la delantera de los ataques el secuestro y el robo.

La experiencia, institucional, que quisiera comentar específicamente está referida a jóvenes mujeres entre 18 a 24 años que han sufrido abuso sexual en varias de sus distintas categorías pero fundamentalmente violación. Excluyo referirme a la violación en niños o por familiares directos o conocidos.

Me referiré a la mujer joven asaltada, atacada en la vía pública por uno o más sujetos y que es víctima de violación en cualquiera de sus formas, ya sea genital, anal, oral o combinatoria de estas distintas formas.

Como concepto general, los abusos sexuales van desde los juegos sexuales aparentemente inocentes, el tocamiento genital por el victimario a sí mismo o a la víctima, la introducción digital de objetos por el victimario a sí mismo o a la víctima ya sea en la vagina o ano, hasta el sexo oral.
En el Código Penal la figura jurídica de delitos contra la honestidad, abuso deshonesto, o ultrajes al pudor actualmente se titula “Delitos contra la integridad sexual”.
Ley 25.087 sobre violación, penaliza1 al que abusase sexualmente cuando mediase violencia, amenaza, abuso intimidatorio o aprovechándose de que la víctima que por cualquier causa no haya podido consentir libremente la acción. Hace hincapié en los términos “por cualquier vía”, incluyéndose de este modo la penetración oral como violación. El abuso sexual es un acto que impacta a la víctima en lo físico y lo emocional, es un forzamiento. El cuerpo abusado es terreno de la invasión de otro.

La mujer violada muestra una respuesta emocional y una conducta posterior al hecho calificada por ellas mismas como “un antes y un después” en sus vidas, un sentimiento de no ser ya la misma persona, en la que resalta la angustia y la premura por volver a ser la de antes del suceso.
Un hombre o varios hombres la han tomado como presa, a la salida o en camino a su trabajo. La fuga es imposible, el ruego inútil, golpes, amenazas, armas intimidatorias. Sobre todo se impone la sorpresa, lo inesperado del suceso, el desamparo. En algunas la disociación es una salida posible, tal vez la de mayor costo posterior.

“Yo lo único que quería es que terminara pronto, como que no me daba cuenta de lo que estaba pasando, estaba concentrada en la soga con la que me ató y que me lastimaba el brazo, no me dolía tanto, pero era lo único que sentía como lo mas feo, eso era como lo peor”.
“Salí de casa como siempre, abro el portón para sacar el auto, .. le habíamos puesto rejas para estar más seguros, por los robos y de repente con las llaves en la mano, me agarran y meten adentro de un auto”.

Un momento de cambio brutal de escena, dentro de la escena repetida
de la vida cotidiana. Sin posibilidad de acomodación, de angustia señal, de preparación de respuestas, es así como se rompe la barrera protectora antiestímulos.

Las respuestas inmediatas que se instalan, son variables: el desborde emocional, el sometimiento, la disociación, pero sobre todo la percepción abrumadora de ataque y agresión en la violencia previa al hecho sexual. El monto de excitación que irrumpe, que va mas allá de la capacidad de control, despierta magnitudes de libido narcisista difícilmente procesable.

Como nos ilustra Jules Mitchel “el violador se convierte en la manifestación casi pura de poder absoluto mientras que la víctima se transforma en la depositaria del terror primario: ella es el terror, el terror no existe en otra parte”.

Esta lúcida apreciación abre caminos de estudio y reflexión sobre el acto en sí mismo y sobre el sujeto que lo comete, pero no son desarrollados en este trabajo.

“¿Qué necesidad tenia de lastimarme con la navaja?, si yo ni me movía,... me decía que me iba a matar, ¿por qué matarme? lo peor no fue lo sexual, lo peor es el terror que yo sentía porque me decía que me iba a matar”.
Y así es como se inaugura, con el vivenciar traumático, la Neurosis Traumática. Deberíamos detenernos un instante en la diferenciación entre hecho traumático y vivencia traumática.
El concepto de vivencia traumática nos permite el enlace con la vivencia del sujeto, como es afectado por el suceso y no por la magnitud traumática del suceso en sí mismo. Se impone la conexión con la conflictiva infantil reactivada con la historia de esa estructura psíquica particular. Esta vinculación es la que nos posiciona frente a la dimensión del ataque para ese suceso en particular. Solo a partir de la noción de vivencia traumática podemos vislumbrar el diagnóstico, el pronóstico y la probable evolución del cuadro. Por ejemplo, una paciente desarrolló una reacción psicótica frente a un abuso sexual de masturbación por parte del atacante, mientras que otra paciente violada genital y analmente por dos individuos muestra, hasta el momento, una homeostasis psíquica y una capacidad elaborativa más o menos estable.

En realidad la mayor fragilidad de la estructura psíquica y por lo tanto la menor capacidad de ligadura, deja al vivenciar traumático, pulsando, escotomizado, sin posibilidad de integración a la cadena asociativa y es aquí cuando la posibilidad de quiebre de la estructura psíquica es más amenazante.

Observamos en el cuadro de la Neurosis Traumática como sintomatología, aislamiento, apatía, bloqueo o disminución de las funciones yoicas, primitivización general de las respuestas emocionales y las conductas, desvalimiento, dependencia regresiva, y dificultad marcada en el pensamiento asociativo y simbolización.

El relato puede mostrarse monótono, desafectivizado, o bien de tintes maníacos o disociados. Muchas veces solo los gestos, la mirada furtiva, las palabras susurradas o exaltadas, el sobresalto frente a un ruido o la inspección visual del consultorio buscando alguna señal de peligro, nos dan una idea de la operatoria de lo traumático. No hay palabras para expresar el interjuego entre sexualidad, agresión y muerte.
Se evidencia un monto de activación de emociones incontrolables, trastornos neurovegetativos (taquicardia, cefalea, sudoración, trastornos digestivos) ansiedad, irritabilidad dirigida indiscriminadamente, crisis de angustia.
Se destaca la sintomatología de tipo evitativo marcado, un posicionamiento muy activo y lúcido en no pasar por cierta calle, no salir a determinada hora, escoger las películas, ponerse o no determinada vestimenta relacionadas con el hecho traumático. La ansiedad persecutoria y la ansiedad depresiva se alternan dominando la escena de las conductas y pensamientos. El predominio, más tardío, de la ansiedad depresiva por sobre la persecutoria marca la evolución
positiva del cuadro.

“Fui a bailar, vi a un hombre que tenia una campera parecida al del accidente, me fui afuera, empecé a caminar, después a correr, los chicos, mis amigos, salieron y me alcanzaron, corrían... me tranquilicé solo cuando llegue a mi casa”
El síntoma típico del intento de elaboración traumática son los sueños traumáticos, que se van enmascarando a medida que la estructura psíquica comienza a superar del momento agudo.

Otro síntoma es el flashback o sea la irrupción inesperada de una percepción (táctil, olfativa, auditiva o cenestésica), que tuvo lugar en el momento del trauma. En estos síntomas especialmente se observa el desplacer en su circuito de repetición en la búsqueda de ligadura. O sea el más allá del principio de placer se patentiza en estas vivencias con toda su crudeza.
“Me desespera, estoy en casa y de repente vuelvo a sentir la mano del tipo en la cintura. No todo lo que paso después, solo el calor de la mano en la cintura que fue, creo, lo primero que hizo”.

La estructura psíquica está abocada a la estructuración de la contracatexias para controlar la abrumadora excitación que anula la operatoria homeostática del principio de placer y de constancia. El sujeto no se reconoce en su sentir ni en su conducta. Y está cuestionada la valoración del self y en los casos más graves la identidad. El afecto que surge es avasallador y la familia se suma a la crisis. En general hay un cambio significativo en lo manifiesto de conductas
y roles familiares, la angustia se generaliza, surge una sobreprotección generalizada, indiscriminada, en relación a los miembros de la familia, se cambian rutinas de actividades, se intenta obstaculizar toda posibilidad de peligro, pero la noción de peligro, se instala.
En otros núcleos familiares, los más disfuncionales, se intenta acallar, reprimir el llanto, las ideaciones depresivas, la irritabilidad de la paciente, ya que ella es la que patentiza realmente que lo siniestro es posible. Frente a la vivencia traumática la mujer violada se siente marginada, señalada por el sutil dedo acusador del “por algo será” que ronda en algunos médicos y algunos tribunales, y que tan bien indagan los estudios sobre género.

Debe tenerse en cuenta que cuando hay captura del violador y posterior penalización, (o sea reconocimiento social del daño) opera un estímulo de reconocimiento de importancia terapéutica mayor. En cuanto a la clínica del trauma es necesario en el primer momento, acompañar. A partir del acompañamiento y del sostén se reinicia la relación objetal, severamente afectada luego de un ataque violento. Debe tenerse en cuenta que la paciente produce una regresión narcisista muy importante, para emerger de esta defensa narcisista el terapeuta debe desplegar la posibilidad de identificarse mínimamente con el sufrimiento de la mujer, siguiendo la técnica de holding winnicotiano.

En los casos más graves frente a la vivencia de vacío y desmantelamiento afectivo, debe poderse acompañar en la vivencia regresiva desplegada en donde la palabra, la capacidad simbólica, ha sido avasallada y es inoperante.
Se debe contener y al mismo tiempo no obturar los sentimientos más angustiosos ya que estos sentimientos son la expresión del afecto y son los que nos van a llevar en una etapa posterior a la concatenación con lo elaborativo, en la cual el concepto de timming debe ser tenido en cuenta especialmente. Es imprescindible al mismo tiempo, hacer un seguimiento de la familia y elaborar pautas de contención y sostén. En los miembros más afectados, la indicación psicoterapéutica es de regla.

Como dijimos anteriormente a mayor fragilidad de la estructura o sea a mayor rigidez, mayor será el poder desestructurante del trauma y a la inversa, a menor operatoria de represión o sea mayor posibilidad de ligadura y por lo tanto de elaboración traumática el pronóstico y la evolución será más esperanzador.

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