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8 DE ENERO DE 2007 | ESTRUCTURAS CLÍNICAS

Puntualizaciones sobre el amor… a la estructura

Una primera aproximación a la interrogación del concepto de “estructura” en el psicoanálisis lacaniano debería desprenderse del análisis del discurso de los analistas, sobre todo y en primer término cuando se hace clínica, es decir cuando se teoriza la práctica que es al mismo tiempo un ejercicio de la teoría.

Por Ignacio Iglesias Colillas
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¿Qué es la estructura? Del estructuralismo a las matemáticas

Es necesario precisar y explicitar –ante uno mismo- qué concepción de estructura tenemos cuando apelamos a ella, dado que la univocidad del concepto o su referencia inequívoca pueden ser sistemáticamente cuestionadas. Intentaremos entonces ubicar algunos hitos, básicamente en la obra de Lacan, para llevar adelante nuestro propósito, anticipamos: incompleto.

“La clínica psicoanalítica debe consistir no sólo en interrogar al análisis, sino en interrogar a los analistas”, sostenía Lacan en la “Apertura de la sección clínica. ¿Por qué no comenzar interrogándolo a él?

“Por nuestra parte hacemos del término estructura un empleo que creemos poder autorizar en el de Claude Lévi Strauss” afirmaba Lacan en 1960. ¿Y qué entendía Lévi Strauss por estructura? En la introducción a su “Antropología Estructural”, Lévi Strauss cita a Durkheim señalando la actualidad de la siguiente observación (de 1900): “Sin duda los fenómenos que conciernen a la estructura tienen algo de más estable que los fenómenos funcionales; sin embargo, entre los dos órdenes de hechos sólo hay diferencias de grado. La estructura misma se encuentra en el devenir… Se forma y se descompone sin cesar; es la vida que ha alcanzado un cierto grado de consolidación, y distinguirla de la vida que ella determina, equivale a disociar cosas inseparables”. En este sentido, “sólo es estructurado el ordenamiento que cumple dos condiciones: es un sistema, regulado por una cohesión interna; y esta cohesión, inaccesible a la observación de un sistema aislado, se revela en el estudio de las transformaciones gracias a las cuales es posible hallar propiedades semejantes en sistemas en apariencia diferentes”.

No nos detendremos en la obra de Saussure, que funda en un doble movimiento la lingüística como ciencia social y al análisis estructural como método de la misma, ni en el desarrollo del estructuralismo en sí, sino que simplemente intentaremos reflexionar en torno a algunos posicionamientos de Lacan en función del concepto de estructura, que, como veremos más adelante, no es correcto relacionar con la corriente estructuralista francesa sin más, no después de la década del `70 en el desarrollo de su enseñanza.

Volvamos a la “Observación sobre el informe de Daniel Lagache” que es el texto de 1960 que citábamos más arriba. Ya en ese escrito Lacan desliza ciertas diferencias con los conceptos de Lévi Strauss en los que dice abrevar. Introduce así la categoría de conjunto matemático, sustrayéndole al concepto de “estructura” uno de sus pilares esenciales: la noción de totalidad.

“La categoría de conjunto, para introducirla, encuentra nuestro acuerdo, por cuanto evita las implicaciones de la totalidad o las depura. Pero esto no es para decir que sus elementos no sean aislables, ni sumables: por lo menos, si buscamos en la noción de conjunto alguna garantía del rigor que tiene en la teoría matemática. “Que sus partes estén a su vez estructuradas” querrá decir entonces que ellas mismas son susceptibles de simbolizar todas las relaciones definibles para el conjunto, las cuales van mucho más allá de su distinción y de su reunión, no obstante inaugurales. Los elementos se definen allí efectivamente por la posibilidad de ser planteados en función de subconjuntos como recubriendo una relación cualquiera definida para el conjunto, posibilidad que tiene por rasgo esencial el no estar limitada por ninguna jerarquía natural”.

Es también en este texto donde critica la concepción kantiana de la Estética Trascendental, crítica que se puede encontrar también, por ejemplo, en su Seminario 21 (1973-74), “Los nombres del padre” ó “Los no incautos yerran”.

Leemos en la “Observación sobre el informe…”: “pretendemos que la estética trascendental tiene que rehacerse para el tiempo en que la lingüística ha introducido en la ciencia su estatuto innegable: con la estructura definida por la articulación significante como tal”. Queda claro que aquí la estructura es la articulación significante como tal, dado que es “la máquina original que pone en ella en escena al sujeto.” La articulación significante –la estructura- es entonces la condición de producción del Sujeto en tanto efecto de lenguaje.

Pero quisiéramos destacar la alusión a Kant, a nuestro criterio esencial para entender otra de las definiciones que Lacan planteará de la estructura, esta vez en relación al nudo borromeano: “se trata (…) de una estructura (…) que cambia totalmente el alcance de la palabra espacio en el sentido con que es empleada en la Estética Trascendental”. ¿Por qué? Porque gran parte del esfuerzo pedagógico que es el nudo borromeano está orientado a conducir el pensamiento más allá de lo Imaginario, más allá del cuerpo. Los nudos cuestionan la Estética Trascendental y, por ende, las coordenadas cartesianas, lo Imaginario. “Los nudos, en su complicación, sirven muy bien para hacernos relativizar las pretendidas tres dimensiones del espacio, fundadas solamente en la traducción que hacemos de nuestro cuerpo en un volumen de sólido. No porque no se preste a ello anatómicamente. Pero ese es todo el asunto de la revisión necesaria (…), por qué toma esta forma aparentemente, es decir, para nuestra mirada” sostiene Lacan.
“Para volver al espacio, parece de veras formar parte del inconciente: estructurado como un lenguaje,” afirma más adelante, es decir que el espacio es indisociable de la estructura así definida.

Si bien las diferencias planteadas hasta aquí, no pueden negarse sin embargo algunos puntos de continuidad del pensamiento lacaniano y el estructuralismo que se asocia a los trabajos de Althusser, Barthes, Foucault, Jakobson, Lévi Strauss, etc.: “la estructura combinatoria reemplaza el discurso metafísico de la esencia, el análisis de fenómenos en términos de posiciones y de relaciones intenta invalidar el empirismo, el sentido es concebido como un efecto de funcionamiento de la estructura y de desplazamiento de posiciones.” El horizonte de nuestra interrogación es precisamente éste: ¿No habremos “ontologizado” la estructura?


Las estructuras clínicas y el problema epistemológico de su definición

Retornemos a la clínica, campo que generó los interrogantes aquí planteados. ¿Qué queremos decir con estructura histérica u obsesiva, por ejemplo? El problema epistemológico de los tipos clínicos es abordado en la producción de Lacan de la década del `70. Ejemplos de esta preocupación son su “Autocomentario” de 1973 y la “Introducción a la edición alemana de un primer volumen de los Escritos” del mismo año. Es así que en el primero de estos textos dice: “La cuestión comienza en el hecho de que hay tipos de síntomas –es decir de nudos-, que hay una clínica (…) que es de antes del discurso analítico; porque Freud (…) la heredó. ¿El análisis, el discurso, la idea del síntoma como nudo, arroja alguna luz a esa clínica de antes? Seguro, pero no es tan cierto como eso; ahí está el fastidio.” Y se pregunta más adelante en el mismo texto: “¿Ahí está todo? Si he hablado de los tipos clínicos, no ha sido sin razón. Quisiera hacer una observación, y es que los sujetos de un tipo –histérico u obsesivo según la vieja clínica-, no tienen utilidad alguna para los demás del mismo tipo.” El problema, quizás opaco en un primer vistazo, reside en que si sólo hay análisis de lo particular (y si el goce se escribe singularmente) y si “lo que responde a una misma estructura no tiene forzosamente el mismo sentido”, ¿cómo transmitir un saber psicoanalítico generalizable con este desfasaje en su seno? ¿Cómo dar cuenta, formalmente, de una clínica que parte de lo Real que es, por definición, un imposible lógico? ¿No es acaso la obra lacaniana –si no toda, gran parte- un gran esfuerzo por formalizar un saber para hacerlo transmisible?

Es en este impasse donde la heurística lacaniana cobra todo su relieve y donde se muestra en falta; se muestra presa de la castración que cierne también a la teoría misma. Con su concepto del no – todo, Lacan coloca a lo Real como punto de gravitación de la teoría misma en el movimiento que ella hace para aprehenderlo, poniendo en evidencia el problema lógico de la verdad en la Ciencia: no hay Todo, el conjunto del Universal es el primer indemostrable.

La estructura como agujero: la ausencia de proporción sexual y los nudos borromeos. Escrituras de lo Real

¿Dónde queda entonces el concepto de estructura? Si nos detenemos por ejemplo en la conceptualización de las psicosis, en el último período de la obra de Lacan, ya no se trata tanto de que en la psicosis “algo falte”, lo cual conduciría a extraer como conclusión que en la estructura psicótica se evidencia una relación de ausencia con un significante, sino que se trata de que algo se ha inscripto distinto, distinto a las neurosis y a las perversiones. Se trata de un Real “que permanece enigma, hasta tanto en el análisis no se zafe el resorte seudo – sexual: es decir lo real que (…) se inscribe neurosis, perversión o psicosis.” Las estructuras clínicas son propuestas aquí como distintas formas de inscripción –escritura- de lo Real, como posicionamientos ante la castración, la falta, el agujero, la proporción sexual que no hay.

Insistimos: ¿dónde queda entonces el concepto de estructura? “Mi querida estructura muestra ser (…) nudo borromeo” nos responde Lacan, pero queda claro que hemos encallado lejos de las playas del estructuralismo de los años `60.

“La estructura es lo real que sale a relucir en el lenguaje. Y por supuesto no tiene relación alguna con la “buena forma,”” sostiene el autor en “El atolondradicho.” “Mi topología no está hecha de una sustancia que sitúe más allá de lo real aquello con que se motiva una práctica. No es teoría. Pero tiene que dar cuenta de que, cortes del discurso, los hay tales que modifican la estructura a la que éste se acoge originalmente” agrega unos renglones después. Resaltemos aquí que la estructura así definida puede ser modificada. Con esto no queremos decir que exista la posibilidad de pasaje entre las estructuras de las neurosis y las de las psicosis por ejemplo, pero es indiscutible que podemos encontrar rasgos cruzados inmiscuidos entre ellas.

Entonces “la topología no está “mandada a hacer para orientarnos” en la estructura. Ella es la estructura: como retroacción del orden de la cadena en que consiste el lenguaje.”

Y una última zambullida en lo engorroso de este texto: “está claro que, en cuanto a la significación (…), se pesca del objeto mismo que como verbo envuelve en su sujeto gramatical, y que hay falso efecto de sentido, resonancia del imaginario inducido de la topología, según que el efecto de sujeto haga remolino (…) o lo subjetivo de este efecto se “refleje”. Aquí hay que distinguir la ambigüedad que se inscribe con la significación, o sea, con el lazo del corte, y la sugerencia de agujero, es decir, de estructura, que con esta ambigüedad fabrica un sentido” dice Lacan, y en nota al pie leemos: “Espero que aquí se vea que la imputación de estructuralismo, entendida como comprensión del mundo, una más en el guignol (del fr. Títere) con que nos representan la “historia literaria” (…), a pesar del bulto de publicidad que me aportó (…), acaso no es lo que más me satisface”. Distanciamiento explícito en este caso.

Queda claro entonces que no se trata de “estructuralismo”, pero sí de “estructura”.

El Sujeto como un determinado particular en una red de estructuras

Comenzamos este artículo orientando nuestra indagación en el análisis del discurso de los analistas al remitir a “la” estructura como si se tratase de una obviedad, siendo una perogrullada su definición. ¿No nos hemos deslizado –subrepticia pero constantemente- en una ontologización de la estructura? ¿No habremos caído en un nuevo esencialismo donde implícitamente se supone que “la” estructura es una suerte de arquitectura invisible que está adentro de alguien?
A contrapelo de una reificación de la estructura –digamos ya de lo inconsciente- Lacan reflexiona: “puede plantearse la cuestión (…) de si verdaderamente la estructura es puntuada por el deseo del Otro (…), si ya el sujeto nace incluido en el lenguaje (…) y ya determinado en su inconciente por el deseo del Otro; ¿por qué no habría entre todo esto una cierta solidaridad? El inconciente no excluye –si el inconciente es esa estructura, esa estructura del lenguaje- (…) el reconocimiento del deseo del Otro como tal, en otros términos la red –la red de estructura de la que el sujeto es un determinado particular, es concebible que comunique con otras estructuras: las estructuras de los padres, por cierto, y por qué no, llegado el caso, con esas estructuras que son las de un desconocido, por poco, señala Freud, que su atención esté, así, un poco en otra parte” sostiene Lacan en relación a la atención libremente flotante.
¿Por qué no hemos destacado el concepto de red de estructura, por ejemplo, aún siendo más coherente con los conceptos desarrollados en la “primera parte” de la obra de Lacan (como “el inconsciente es el discurso del Otro”, “el deseo es el deseo del Otro”, o que “el inconsciente está estructurado como un lenguaje”) que la referencia unívoca a “la” estructura?
Podemos estar seguros entonces al afirmar que el inconsciente estructurado como un lenguaje no está “adentro” de nadie (el lenguaje tampoco), y la topología viene a demostrar eso, siendo pertinente una revisión sistemática y detallada –no como la expuesta aquí- de qué entendemos por estructura al citar a Lacan, pareciendo más pertinente referirnos a distintos tipos y niveles de estructura, en distintos estratos de estructuración y con distinto poder estructurante, como por ejemplo un acontecimiento –incluido quizás en el concepto de tyché-, en el registro de lo Real, que puede imprimir un viraje en la estructuración de un psiquismo, especialmente en la infancia y la adolescencia y, por qué no, en momentos vitales, “coyunturas dramáticas” de una subjetividad cualquiera, neurótica, psicótica o perversa.
Como se puede ir desprendiendo del desarrollo de este texto, no es el estatuto diferencial de estructuración que las distintas subjetividades (neurosis, psicosis, perversión) presentan lo que es cuestionado, sino la acentuación de los puntos cerrados de las estructuras, sus puntos de límite y cierre en lugar de sus puntos abiertos, de suplementariedad, de posibilidad de diferencia. Y esto no es un más allá de Lacan (véase la referencia de la “estructura” en el Seminario 3).

Puede pensarse que el valor metodológico –clínico- de cierto pensamiento estructuralista no está afectado por el no – valor ontológico. Es en esta línea de trabajo que nos gustaría pensar las distintas inscripciones de lo Real, destacando la escritura de las diferencias.


En la presente publicación se omitieron las notas al pie.

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