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24 DE SEPTIEMBRE DE 2006 | SUS POSIBILIDADES DE TRATAMIENTO

Perverso: ¿in–angustiable?

El tema de las posibilidades en el tratamiento de la perversión generalizada versa sobre los Fundamentos del Psicoanálisis. ¿Qué relación con el título propuesto para este escrito? Aquella posible cuando pensamos el modo en que la angustia es abordada en un tratamiento de orientación psicoanalítica. Allí es evidente que más allá de técnicas y protocolos, el encuadre hace campo al sujeto del inconsciente, no a cualquiera.

Por Astrid Álvarez de la Roche
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Elementos como la transferencia, el síntoma, incluso la dimensión terapéutica, se sostienen con la condición de un monto particular de angustia. La posibilidad de que alguien pueda saber sobre las circunstancias que lo determinan no es lograda si se elimina de raíz este afecto especial, por servir de brújula – a quien la padece y al clínico – que indica la fuente del malestar y por ende de la salida.

Ahora bien, en el contexto de nuestro Programa de Formación Permanente (PFP) de docentes del Cid Bogotá, hemos estudiado el texto de Lacan, Kant con Sade (1963). Allí la protagonista es la estructura perversa, sus ires y venires, sus particularidades clínicas, sus relaciones con la filosofía, su vínculo con los síntomas sociales actuales, entre otras cosas. Paradójicamente, en ese texto no aparece el significante “angustia”… ¿en dónde está? No sería fortuito el hecho, no en psicoanálisis.

Una cosa salta a la vista del neurótico: el perverso angustia. Por lo contrario, no se angustia él fácilmente. Incluso, cabe la pregunta, ¿se angustia? Este interrogante resulta de la mayor relevancia cuando hemos dicho arriba, cosa que subrayamos ahora, que la angustia es condición para que haya análisis. En todo caso la angustia aparece como efecto lógico de una desestabilización del fantasma, que es el esquema a partir del cual un sujeto teje la realidad en que se monta su malestar y bienestar. La angustia, cuando no hay representación, es “descarga directa” de una pulsión que ha escapado a toda tramitación simbólica.
Cabe resaltar que no hay pulsión sin representante, por tanto, no sería posible el postulado anterior. Sin embargo, podríamos pensar que una forma de sufrimiento pretende ubicarse por fuera del campo del Otro simbólico. Por ende, toda descarga alejada de dicho espacio es potencialmente dañina para el sujeto. Recordemos el carácter autoerótico y monolítico pulsional.
Ahora, un tema muy interesante que rebasa el objetivo del presente, es la exploración de ese monto de angustia producido en la relación transferencial que abre las puertas del análisis. El término libido allí, tal vez, sería clave.

Retomando el tema de la perversión y la angustia: la proposición es de absoluta relevancia en la clínica social e individual (aunque hoy me centro más en la primera) porque muchos comportamientos y fenómenos manifestados por niños, jóvenes y adultos, muestran un “empuje a la perversión”. ¿En qué sentido? Bajo lo que algunos analistas designan como “perversión generalizada” . Es un término que en principio me parece adecuado para cernir algo del malestar actual, sabiendo que en todo caso no se trata de lo General de la perversión trasladada a lo comunitario.
Entonces, si algunas compulsiones, el maltrato, los abusos, algunas adicciones, ciertas prácticas extremas, de oscura relación con la ley y el límite, la violencia, poseen caracteres perversos, ¿qué perspectiva desde los fundamentos del psicoanálisis, cuando resulta complicado sostener un uso analítico de la angustia en la cura de un perverso? En suma, y lo más interesante, ¿es posible pensar un tratamiento desde el psicoanálisis para esa “dimensión perversa” de nuestra sociedad?

Nos servimos ahora de una hipótesis de trabajo (que ubicamos en éste, que es un Material de Trabajo), referida a la similitud y no igualdad entre el discurso capitalista (DC) y la perversión generalizada (PG). Es pertinente trabajar este enunciado porque podríamos pensar que algunos síntomas contemporáneos de tinte perverso emergen de manera inevitable desde este matema (el DC). Sin embargo, llegamos también a considerar este modelo (planteado por Lacan en el seminario 17, El reverso del psicoanálisis, 1970) como separado de lo “perverso social”. ¿A partir de qué el DC y la PG son similares (homologables) pero no iguales (idénticos)? Veamos .

Puntos en común:
-Existe una caída de la autoridad simbólica, que trae como consecuencia una permisividad exagerada.

-Si hay prohibiciones no son las de la legitimidad del sistema antiguo en donde era posible cierto límite al placer en el dolor. Hoy más bien lo que aparece evidente es un empuje al goce, en nombre de la Eterna Diversión, que ocupa el lugar de amo en el discurso que le corresponde.

-En determinado momento, para un sujeto, el encuentro con el falso objeto que provee el mercado (I) puede relacionarse de manera sinérgica con el objeto que está en juego en la perversión, en términos de la Cosa. Por ejemplo, toparse con la escena en que aparece un par de jeans, y que enmarca un sentido al objeto imaginario ofertado, puede coincidir para un sujeto con el encuentro de esa otra esfera del objeto, real. Allí, en esta coyuntura, se podría producir angustia, como efecto del “efecto ominoso”.
Cabe resaltar que esta superposición entre vertientes del objeto (I, R) no es estructural, se trataría de un caso específico. De allí la similitud y no igualdad.

-El DC y la PG pueden ser definidos como fetichistas (si bien hay masoquismo, el perverso es fundamentalmente fetichista – Lacan –), en el sentido de ubicar un objeto (en principio) imaginario que vele la castración y que es al mismo tiempo su monumento.

Elementos diferenciales:

Discurso Capitalista

-No es un discurso sobre la verdad, entendida como “verdad de goce”.

-Más bien lo que se impulsa es la idea de veracidad y principio del placer.

-Se ofrecen al sujeto objetos prêt à porter que producen desilusión –caída del deseo–, porque son falsos objetos que no responden a lo particular simbólico.

-En este contexto el deseo subjetivo es insostenible. Más bien, lo que se presenta es algo que podemos llamar “pseudodeseo”, y que se mueve porque el mercado relanza un nuevo objeto – reencauchado –, que termina sin embargo desengañando nuevamente, sin soporte para responder al vacío.

-En el pseudodeseo se trata de una eterna fuga metonímica. Si bien el objeto en “su corazón” no es alcanzable (incluso desde el psicoanálisis), encontramos un sistema que provee las condiciones para que el consumidor crea que puede tener “lo que quiere” (por lo menos un jirón).

-Cuando el objeto imaginario es alcanzado, se hace evidente que detrás de él no hay nada, que no hay algo que corresponda con lo simbólico que soporta la falta.

-¿Cómo retorna esto? Bajo la PG: el sujeto emprende la búsqueda de un más, de un goce fuera de límite, cada vez más extremo.

-En esta línea nos aclaramos: no es que el DC sea perverso. En alguna medida, se trata de ubicar la PG como respuesta sintomática ante el fracaso del DC, una manera en que retorna el goce fabricado allí mismo. Ante la defraudación, el sujeto responde con una demanda imperativa, para caer en una decepción cada vez más honda… si funcionara, si el objeto no resultara una farsa por no soportar algo de lo simbólico…

-Como se deduce, este sistema masivo lleva implícito su fracaso: a mayor oferta, mayor demanda y venta, siempre que los bienes se presenten fácilmente reemplazables, desechables, o mejor, “desechados–de–sujeto”. ¿Fracaso? Sí, porque el consumidor cada vez se queja más, cada vez se siente menos representado, cada vez más objetalizado. Así, el capitalista carcome él mismo su cola, o mejor, el consumidor resulta devorado.

-Vende homeóstasis, desde el principio del placer, con objetos que se sustituyen sin valor simbólico para el sujeto.

-Prima el “plus de goce”.

-Los objetos que provee no ponen en juego la Cosa, remedos (I) del objeto perdido.

-Produce un vacío por devaluación generalizada de los objetos.
o Genera un dispositivo de producción homogenizada de “plus de goce”.
o Las mismas personas se convierten en mercancía, tanto desde el capitalismo tradicional como el avanzado. Por ejemplo como mano de obra intercambiable.
o Termina destruyendo al amo en nombre del cual se ha erigido. También el amo capitalista termina atrapado en la maquinaria del proletarismo, al ser equivalente a otro.

-El objeto en sí no es perverso, depende del uso que le de el sujeto.

-El fetiche solo aparece del lado del brillo fálico, al modo de la relación del niño como objeto fálico imaginario y metonímico para la madre (Seminario 4). Esto es el fetichismo estructural del ser humano: equivalencia fálica que hace que en el lugar de la falta emerja un objeto que va a ser el encargado de relanzar el deseo.

-Al haber pseudodeseo, propongo – deduciendo – la presencia de “pseudoangustia” en el sentido de sensación de malestar por la necesidad no saturada de un producto. La depresión y la decepción serían los compañeros de esta pseudoangustia, mientras que la diversión y el entretenimiento quedarían como su contraparte.

Perversión Generalizada

-Es un discurso que identifica el dolor a la verdad, en tanto verdad pensada en el sentido del goce supremo. En esta línea, infringir dolor es una manera de hacer caer lo que se cree mentiroso, por ejemplo en el deseo sexual femenino: una mujer podría simular un orgasmo, no así el dolor.

-Se presenta como una de las consecuencias sintomáticas del DC, efecto del retorno y de su fracaso (cuando se agota su maquinaria), sin que sea la única manera en que algo se devuelve por efecto del DC.

-Lo anterior por que (como es explicado en la columna izquierda):

-Cae el deseo por el carácter vacuo de los objetos, y la accesibilidad ilimitada (virtual o real) de los mismos para todo ciudadano.
-El sujeto que pensaba alcanzar la satisfacción desde el DC, va acumulando un saber que le permite desmitificar este sistema. En esta línea, conoce que el deseo es imposible pero cree que es el goce lo que debería alcanzarse, como verdad de goce (éste el empuje perverso al goce).

-Un ejemplo de síntoma en la PG está en ciertas “prácticas sexuales extremas”, que toman la forma de pasajes al acto, en donde:
oNo existe aquel objeto suficientemente materializado (en forma significante), sobre el cual el sujeto (que es simbólico) pueda erigir la expectativa de obtenerlo. Desde lo anterior se complica la sostenibilidad del sujeto en lo social.
oMás bien, se busca algo que rebase este velo, una dimensión dirigida a la producción de goce por fuera del discurso, y que se aspira encontrar en bienes y servicios de venta millonaria. El consumo de estimulantes o anabólicos es por ejemplo una manera de “falsa revitalización” de las curvas propias del deseo. Más bien el sujeto puede toparse con algo horroroso, mucho más “plano” y monodimensional.
oEl límite, la prohibición, no proviene de una autoridad legítima.
oLa imposibilidad no está dada por una Ley suprema, sino porque el mercado mismo impide el acceso a los bienes (por altos precios, no despacho, no hace parte del target). Es en todo caso un imposible alejado del campo del sujeto simbólico.
oBajo la posmodernidad vemos una tendencia a la desaparición del asombro, mientras se erige la complicidad social frente a la exacerbación de goces, la invitación constante a transgredir. ¿Habría entonces alguna diferencia entre tener relaciones sexuales con una hembra de 30, 20 o 10 años?
oEn la misma línea, el perverso aparece como una suerte de héroe (“héroe posmoderno”), visto por el ciudadano común como aquel ideal que ha sido capaz de infringir cierto límite al goce. Así, la forma de satisfacción perversa se camufla con las filosofías del no–límite, se vuelve una moda, una tendencia. En este marco tenemos algunos “clubes de experimentación”, Jackass (MTV), etc., que contienen sin embargo – hay que decirlo – la trampa para el neurótico: cuando intenta llegar al goce total (supuesto) perverso, no lo alcanza: angustia, porque lo que lo toma es otra cosa.

-Prevalece el más allá del principio del placer, el placer en el dolor.

-Prima el goce supremo.

- Lo que está en juego es la Cosa, no el objeto del mercado.

-Necesita al Otro, los objetos no son fácilmente intercambiables.

-En esta línea, puede haber un uso perverso de los productos del mercado, por ejemplo de los gadgets, usados para grabar la tortura de una víctima.

-Toma el lado fálico del objeto (el semblante), su brillo, para quebrarlo y que en su vientre aparezca otra Cosa (una verdad de goce). Esto es lo propiamente perverso de la relación del sujeto con el objeto.

-Hay angustia en la medida en que prima la impulsión en la búsqueda de ese punto de encuentro con la verdad del goce máximo. Engaña, por tanto, la apariencia de deseo y satisfacción que parece cubrir un acto perverso, lo que hay es un empuje que puede llegar a tomar al sujeto en angustia.

-Es así como en el punto de impulsión el analista debe construir la angustia, como en todo sujeto, que él la subjetive y elabore, para darse cuenta de cómo la pulsión lo toma, de los momentos en que se pone él mismo en riesgo, etc.

Ahora bien, y para complementar el punto en que se produce una PG como efecto del DC, tomemos la siguiente ecuación, que es expresión de las equivalencias que soportarían los actos compulsivos.


placer/diversión = acto sexual = “deseo”

Es bajo su equivalencia, en nombre de la misma, que algunos sujetos estarían en grave riesgo de contraer ETS o tener un embarazo no deseado.

placer/diversión = acto sexual (sin “protección”/extremo) = pseudodeseo

Allí, en el retorno, lo que el sujeto adquiere finalmente (el producto recibido) se ubica por fuera de este plano (el de la ecuación), viniendo de una dimensión Otra, ominosa. Allí, entonces, lo divertido deja de serlo, lo dado/recibido por la vía del supuesto amor, cae, la angustia permite revelar que el sujeto está en otra parte y no es el que se decía amo de sus acciones (el yo).

Con esto, vale la hipótesis, para terminar: frente a la angustia de la perversión generalizada, en tanto síntoma del discurso capitalista, el analista tiene que hacer: escuchar y mostrar al sujeto del inconsciente, que se edifica sobre el nombre en que su angustia va tomando cuerpo, que se trata del sujeto del significante, con sus signos, letras, síntomas.

¿Cabe esto para el sujeto perverso? Veo que sí. Sin embargo no hay que olvidar que la contingencia parece parece a veces reinar en este campo (“para no todo X funciona la castración”). Aún, ¿no es acaso lo contingente condición para una dialéctica posible con la necesariedad y lo que allí se inscribe?

Trabajo presentado en las Jornadas del Cid de la Nel Bogotá (AMP) llevadas a cabo el 24 de junio de 2006.
La autora es psicóloga (PUJ), analista adherente de la Nel Bogotá, miembro fundador de la Asociación “Link Social”.

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