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31 DE JULIO DE 2006 | EXPONE EDUARDO SAID

"La almohada" – significante y símbolo

La almohada, es uno de los objetos mundanos a los que más recurro. Con él, o debería decir con ella, comparto gran parte de mi vida. Y podría especificar: íntima. Puedo suponer sin temor a equivocarme que somos muchos.

Por Eduado Said
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Escribir sobre la almohada es también un "recreo" al recurso formalizante que suele tipificar las formas esperables del enunciar lacaniano. Puede que intente en ello fijar una consistencia en un universo conceptual no-todo, y valga el oxímoron.

La considero el objeto transicional por excelencia. Sostenible como tal en el decurso de toda una vida. Eso marca una especificidad. Otros objetos, como el borde de una mantita o algún peluche, son resignados, pero la almohada tiene justificados motivos, para continuar acompañándonos.
Y no en cualquier momento, sino en el momento princeps en que nos disponemos al des-envestimiento yoico que preludia la acción del dormir y la operación del soñar.

Los argumentos de comodidad corporal no alcanzan a ocultar la función de objeto acompañante en un tránsito, en una zona de franja. Es fuerte pasamanos en la travesía de una zona a otra de la vida anímica.
Ocurre que sujetos adultos en situación de viaje, lleven consigo su almohada. Los argumentos podrían ser muchos e igualmente no importar. La concretud de un objeto, sus eficacias gestáltico-perceptuales, no dejan de ser condición imaginaria del soporte de su función transicional.

Es posible que aún para un adulto, no deba estar exenta de algún dejo de alo corporal. Sudoraciones y perfumes concurren allí. La almohada no es un objeto más en la serie de los objetos intercambiables. Es recurrente sede de ascos o atracciones. Basta detenerse en las artimañas y afectaciones de cada paciente con las almohadas del diván; si las hubiere.
El quedarse abrazado a la almohada, hace de esta una forma otro cuerpo – escrito con minúscula, y vía regia al reducto del cuerpo del Otro – aquí con mayúscula, como la "otra escena": la del sueño
Me llevó también a la almohada un dicho popular que toma distintas formas. La más frecuente: "lo consultaré con la almohada". Fórmula que por habitual, vela que hay allí una apuesta en juego.
Frente a un trance vital decisivo, a un enigma a sortear o sondear; es sorprendente que el recurso no sea solo la convocatoria a instancias de saberes referenciales constituidos, para los cuales el mundo actual ofrece especialistas al detalle; sino que se sustente la convicción de un hallazgo posible en la operación del soñar en el dormir. Y allí, la consulta a la almohada como metáfora de ese potencial hallazgo.
Hay en ello expectación por el costado de la verdad del deseo, del deseo inconsciente especificaría, sin saber si hay otro. No es la expectativa de un cálculo de conveniencias; no descartado por otra parte. Se trata de la verdad cara al deseo y del sueño en su función de descifrador.
Ante la polémica de si el sueño cifra o descifra, me inclino por acentuar su carácter descifrador de la cifra de goce, de su impronta.
No descarto sin embargo que el cifrado en el sueño sea lo que domine la trama.
Hay una diferencia a señalar entre sueño y síntoma. Es en este último donde el cifrado como impacto del goce del Otro no ubicado, se impone. En la apertura de los cordeles del nudo, síntoma y sueño no coinciden.
Entiendo el "deseo sexual infantil reprimido", expresión freudiana, como la dominancia de la impronta de goce del Otro, retramitada en apropiación fálica por el sujeto en el fantasma.

"Lo consultaré con la almohada", se soporta de la suposición de un correlato de saber sobre la verdad al dormir-soñar. Consultar con la almohada no es reflexión en silencio, que podría tener para más de uno la forma de un aturdimiento de dichos, por no decir un rumiar en círculo. Se interrumpe la interlocución con otros y las tramas razonadas y atentas de la vigilia se sumergen en la inmixión en zona de tránsito. Se apaga la luz, caen algunas vestiduras materiales del yo, nos apoyamos o aún nos tomamos de la almohada.
Se inmersiona así en los devaneos de la captura siempre renovable y repetitiva del diálogo monológico con el Otro, o debería decir con "el deseo como deseo del Otro".

La cesión de investiduras yoicas va transfiriendo dominancia al espacio de las complejas operaciones del sueño, plagadas de riesgos. Nadie puede anticipar que la "consulta" por el deseo en la vía del soñar, no devenga presentificación de la angustia.
La apuesta al desciframiento del deseo; la fórmula "el deseo es su interpretación", es sin garantías. Convocar al deseo aproxima a la angustia. Visitante casi inexorable, afirmaría, de todo sueño. Conservo vívido el impacto de la lectura adolescente de "El almohadón de plumas", de Horacio Quiroga y toda su siniestra carga alegórica.
Freud define las operaciones de lectura del sueño por una doble vía: sostenidamente significante y restringidamente simbólica. Rechaza la lectura del sueño en su integridad en tanto reconduce a la inmediatez de una "simbólica" que subsume al sujeto en el impacto cultural identificatorio, plagado de semejanzas alienantes.
Apuntó al análisis y no a la síntesis; valga para ello la diferencia con que compara la operación analítica con la función del químico. Las síntesis en análisis son cristalizaciones yoicas, son compulsión al completamiento. La interpretación "simbólica" subsume al sujeto en la inmediatez de un universal que desestima su letra.
La alternativa freudiana es la fragmentación y la asociación libre, como intervenciones de lectura del trabajo del sueño soportado en condensaciones y desplazamientos que operan sobre las texturas del lenguaje.

Eso no impidió que estuviera atento a las construcciones o localizaciones simbólicas discernidas en mitos y creencias, investigadas por otros. Léase Silberer, Stekel y aún Jung.
Retornando a Freud desde Lacan afirmaríamos que la combinatoria sintáctica domina sobre la semántica. La fonematización sobre la semantización. Pero Freud está muy lejos de eliminar el recurso simbólico-analógico.

Para Lacan si el deseo es su interpretación, allí acentúa el dominio de la lógica del significante y su combinatoria. Metáforas y metonimias se enfatizan como operaciones del significante no del significado. Primacía del significante que no lo eximió de plantearse la cuestión del almohadillado. Lacan apuesta y también desapuesta si se puede decir, al almohadillado.
Cita de Lacan: "el abrochamiento del que yo hablo, o aún el punto de capitón, no es mas que un asunto mítico, pues nunca nadie ha podido abrochar una significación a un significante; pero, por el contrario, lo que se puede hacer, es abrochar un significante a un significante y ver lo que eso hace. Pero, en este caso se produce siempre algo nuevo que algunas veces es tan inesperado como una reacción química, a saber el surgimiento de una nueva significación" – Seminario 5 – clase del 22.1.58

Nos conviene remarcar aquí la relación fonemática entre almohadillado y almohada. También que ambos términos connotan anudamiento.
Volviendo a Freud, me detengo en el análisis que produce sobre un ceremonial del dormir, recurso este que delata la defensividad demandada en ese tránsito. Destacamos sin avanzar, la relación entre la almohada como objeto transicional y su entramado sintomático como elemento principal en el ceremonial del dormir.
Dice Freud: "¿Por qué esta -se refiere al objeto de nuestra nota: la almohada- tenía que colocarse formando un rombo, y la cabeza de ella coincidir exactamente con su diagonal mayor? Con facilidad deja que se le recuerde, el rombo es el dibujo de los genitales femeninos abiertos que se repite en todas las paredes. Ella misma hacía entonces el papel del hombre, el padre, y con su cabeza sustituía al miembro viril".

Sorprende hasta lo increíble la facilitación con que Freud se autoriza para la interpretación fálico-analógica. Sospecho que en el "universo" lacaniano sería anatema, si no fuera Freud quien lo propone.

En Freud coexisten dos modalidades de lectura, la implicada en "consultarlo con la almohada" como apelación a la asociación del paciente y por ende al significante y su combinatoria, modo este prevalente; y la lectura analógica que domina el imaginario humano. Para el caso de la almohada en posición de rombo, como genital femenino y el cuerpo, fundamentalmente la cabeza, como miembro viril. Para Freud el rombo de la almohada y la cabeza en su centro, son fálicos y analógicos.

Es notable que, siendo para Lacan el rombo, el losange, la combinatoria paradojal de cuatro operaciones, acento de la dimensión lógica; sea a su vez el punto de sellado, de anclaje, de fantasmatización, en que decantan, anudan, las emergencias de la lógica fálica.
Hay allí, en el fantasma, una trama entre lógica paradojal y analogía, que el nudo viene a mostrar. Avatares de una traza -el rombo- que se abre en diversidades lógicas y arrastra la figurabilidad.

La impregnación fálica como "almohadillado" en la lectura freudiana, reconduce a considerar el valor del significante fálico.
Vuelvo a Lacan en el intento de entramar significante y símbolo, por las vías del falo. Cita de su escrito sobre Jones:
"parece entonces que el análisis revela que el falo tiene la función de significante de la carencia de ser que determina en el sujeto su relación con el significante. Lo cual da su alcance al hecho de que todos los símbolos de que se ocupa el estudio de Jones son símbolos fálicos. Entonces, de esos puntos imantados de la significación que sugiere su observación diremos que son los puntos de umbilicación del sujeto en los cortes del significante...
El análisis nos ha mostrado que es con las imágenes que cautivan su eros de individuo vivo con lo que el sujeto llega a abastecer su implicación en la secuencia significante."


De la cita de Lacan, nos autorizamos a proponer que Freud está atento a los símbolos fálicos como puntos imantados de significación, como lugares de umbilicación del sujeto en los cortes del significante, y que es con las imágenes que cautivan su eros como abastece su implicación en la secuencia significante.

Asiento que fuerzo, pero no mucho, al hacer hablar a Freud en términos de Lacan. Conviene a fin de entender como puede otorgarle a una imagen, para el caso la almohada como genital femenino en coito con el sujeto-semblante de falo, la función de punto de imantación de significación.

Para terminar:
La almohada nos sirvió de pretexto para una excursión por los tres registros de Lacan. Nos interesó para tratar el objeto en su pérdida inacabada, como objeto transicional; el objeto en el lugar de recupero indisimulado de un goce primero; trama que se sostiene de un real anudado.

La almohada nos sirvió también para acentuar el recurso a su "consulta" en tanto apuesta al descifrado de la verdad del deseo, por las vías metafórico-metonímicas como dominio del significante.

La almohada freudiana es asimismo lectura fálico-analógica, simbólica, imaginaria si se quiere, no eliminable en las vías de la primacía del significante, sino punto de imantación en los cortes del significante. Corte y nudo.
Y una frase, tal vez de más: el rasgo unario depura lo esencial del palote significante, pero hace falta un acto y un obelisco como símbolo fálico para fundar una ciudad.


Trabajo presentado en Jornadas de la EFBA – Actualidad de la interpretación de los sueños – Octubre 2002.

Mas informacion:
www.efba.org

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