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11 DE DICIEMBRE DE 2006 | PENSAMIENTO FREUDIANO

“Retornando” sobre Inhibición, Síntoma y Angustia

"Inhibición, Síntoma y Angustia" es un texto que, ofrecido a la lectura y elaboración de analistas de distintas corrientes, mostró y muestra ser soporte central de los fundamentos del psicoanálisis.

Por Eduardo Said
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La contundencia del pensamiento freudiano encuentra un exponente mayor en el texto Inhibición, Síntoma y Angustia. Freud produce un entramado nocional que, deduciéndose de la experiencia de la clínica, retorna a ella como articulador persistente en su vigencia.

Así funcionó para Lacan en distintos tiempos de su enseñanza. Desde sus inicios hasta su sostén en las formas nodales de su último trayecto.
Es nuestro propósito situarnos en un tiempo particularmente rico de su elaboración teórico clínica: el seminario de la Angustia, donde cobran relieve los efectos de lectura que produce sobre el texto de Freud.
El objetivo de esta presentación es intentar desplegar esos efectos, recalando centralmente sobre el desarrollo del cuadro de doble entrada con que comienza el seminario y que fue objeto de tratamiento en lecciones ulteriores. Como toda formalización demandará desplegar su alcance y límites metodológicos.
A fin de contextuar, el seminario se produce en torno a un tiempo de su enseñanza en que, desarrolladas en seminarios y escritos anteriores las implicancias de la lógica del significante, de la “primacía del significante”, se adentra en los pasos que conducen a elaborar la lógica del fantasma y el lugar radical del objeto en psicoanálisis.

En ese sentido el concepto de angustia adquiere particular relevancia clínica. La angustia permite situar la dimensión de lo Real, sin que ésta quede definida solo desde un punto de partida lógico o formal. Lo Real no se define solo desde el límite de la simbolización o la imaginarización. La angustia en tanto Real, se presentifica, se encarna, se siente, como “lo que no engaña” e incide en el cuerpo.
Decíamos de la riqueza de este cuadro con que Lacan comienza su seminario, ya que permite el entramado de conceptos que fundamentan el psicoanálisis y deduce otras cuestiones de relevancia clínica como las que se vinculan al Acting-out, el pasaje al acto y la temática del fin de análisis.

Es insuficiente designarlo como cuadro de doble entrada. En realidad comporta un método investigativo. Consiste en el armado de una lógica relacional. Partiendo de conceptos desarrollados, se van llenando los casilleros vacíos con nociones a ellos ligados por implicancias lógicas. De cada nuevo término agregado a cada casillero, se deducen relaciones con los demás. Cada uno va adquiriendo mayores exigencias de definición. La substrucción simbólica es un método de exploración de los alcances posibles de una clasificación o tipología ampliada, donde cada término, va a tener requisitos de definición en función de los otros ya desplegados con los cuales se relaciona. Cada concepto guarda relaciones formales y de significación con los restantes. Hacemos esta distinción porque no solo se trata de conexiones sintácticas, hay también la puesta en juego de una semántica propia del psicoanálisis. Queda en esto pendiente un debate en torno al alcance de la formalización y las cuestiones semánticas a veces elididas.
Posiblemente sea válido aclarar que no todos los términos que Lacan va agregando al cuadro inicial, llegan a tener la entidad de conceptos, entendiendo por tales a las convenciones puestas a prueba en su articulación a lo real de una práctica. La noción de concepto en tanto tal implica el acercamiento asintótico de los términos con que se lo formulan a la praxis a la cual se refiere. Decimos con Lacan, que lo simbólico no recubre todo el campo de lo Real. Y eso vale más allá del psicoanálisis. Cuando se formula un concepto siempre opera un salto, un paso al límite en que su formulación se autoriza. Valga como referencia a la dimensión del concepto para la teorización psicoanalítica, la introducción que Freud produce a su texto Pulsiones y destinos de Pulsión [1915] y la puntuación de Lacan en la segunda lección de su Seminario de Los Cuatro Conceptos Fundamentales del Psicoanálisis [1964].
El método consiste entonces en partir de las nociones freudianas de Inhibición, Síntoma y Angustia, título de su complejo texto de 1925, e ir cubriendo con las exigencias precisadas, los casilleros restantes. En la perspectiva del seminario de Lacan, el objetivo es ir acotando cada vez más la noción de Angustia, eje de su seminario.

Lacan prueba en su primer lección distintas formas de interrogar la cuestión de la angustia. Una primera que deviene en dificultades insalvables es preguntar “¿Qué es la Angustia?”. Allí Lacan confronta con los intentos de respuesta del existencialismo y sus callejones sin salida. Ni por el camino de la ‘Preocupación’ en Heidegger, ni por la ‘Seriedad’ en Sartre, ni aún de su propio intento de prueba con la ‘Espera’, se avanza en la cuestión. Se abre allí un abanico de significaciones potenciales. Es una modalidad interrogativa en donde se intenta llegar a una definición de corte ontológico, que puede derivar en el sustancialismo de la interrogación por el ‘ser’ de la angustia.
Otra modalidad de interrogación está más cerca del texto de Freud. Desplaza la pregunta del “¿Qué es?” al “¿Cómo opera? ¿Cómo funciona?”. Es en correspondencia al estilo de interrogación de Freud, cuando pone en correlación la operación de la represión con la angustia, y el juego de alternativas que se suele designar como teorías de la angustia en Freud: si la angustia es un corolario de la represión operada o si a partir de la señal de angustia la represión se produce.
La pregunta que se hace Lacan en esta introducción al Seminario, deja suspendido el “¿Qué es?” y el “¿Cómo funciona?”, no porque los excluya radicalmente, sino que los reincluye una vez que sitúa una lógica relacional. La pregunta es en términos de lugares: “¿Qué lugar ocupa la angustia?”.
En el grafo del deseo, que Lacan reproduce en la primer lección del seminario X, también se detiene a ubicar la angustia en un lugar muy particular. En el recorrido del deseo más allá del fantasma. En el grafo, entre la fórmula del fantasma y significante del Otro en tanto barrado.

La angustia aparece entonces cuando se transita más allá del fantasma, cuando el fantasma vacila, cuando su velo no cubre lo real del objeto, cuando cae el velo imaginario. La temática de la angustia nos convocaría a definir la noción de fantasma en Lacan y su relación con la noción de fantasía inconsciente y de protofantasías en Freud. No pudiendo detenernos en todo su desarrollo, vale citar a Lacan en torno a la fórmula del fantasma: “el sujeto en fading ante el objeto del deseo”, “El signo consigna las relaciones: envolvimiento-desenvolvimiento-conjunción-disyunción”. Sincronía de un conjunto paradojal de operaciones, que designan la relación del sujeto en su escisión a un objeto en dimensión de carencia.
Entonces la pregunta de Lacan por el lugar de la angustia va encontrando distintas alternativas de construcción de respuesta. Una de ellas es este cuadro de doble entrada. Hacia allí se dirige. Las exigencias de definición de cada concepto, irán acercando a la noción de angustia. Los términos ‘lugares’ y ‘operaciones’ en Lacan, responden en el método freudiano a las dimensiones tópica y dinámica. Queda como una cuestión dilemática la dimensión de lo económico.
Lacan propone en la construcción del cuadro una ‘especie’ de diagonal con los términos de Freud. Para Freud mismo las conexiones entre inhibición, síntoma y angustia no van de suyo. Aparentan un primer plano de heterogeneidad para articularse luego, no sin dificultad. Índice de ello son las oscilaciones de Freud en este texto; el trabajo de puesta en crítica de cada uno de sus propios desarrollos. La necesidad que se le impuso de la Addenda es su expresión más evidente. Lacan, aunque no lo formule explícitamente, intenta demostrar que el conjunto de la clínica freudiana se enlaza con estos conceptos.
Decíamos que pone en principio una especie de diagonal, que no traza pero que se lee de la trayectoria de los tres términos. Vale pensarla como la “diagonal del deseo”.
Dificultad

Inhibición x x

Movimiento x Síntoma x

x x Angustia
Fija en principio dos parámetros que le permiten ubicar la inhibición. Esos dos parámetros son la dificultad y el movimiento. Son los que elige y que le permiten armar el cuadro en torno a la diagonal del deseo. Dificultad y Movimiento del deseo, en tanto deseo sexual, tendiente a un recupero de goce. Goce que va quedando como fuera del cuadro. Lacan refiere al “movimiento con el cual el sujeto avanza hacia el goce”.
Selecciona esas dos variables, podrían haber sido otras. Son las que le permiten precisar la noción de inhibición y de allí avanzar. Les da a estos parámetros un orden creciente. Crecen tanto la dificultad como el movimiento, en tanto nos deslizamos de la inhibición al síntoma, y del síntoma a la angustia, transitando por los términos que van completando el cuadro. Dificultades crecientes y movimiento también creciente.
Acá Lacan es descriptivo, porque va dando magnitudes relativas, no cuantificaciones precisas, que operan por cierta aproximación o rango. Desde ya que quedan muchas cuestiones a interrogar en torno a las relaciones cantidad-cualidad.
La Inhibición viene planteada en Freud como una restricción a una función del yo, una limitación funcional del yo; y a pesar de que una inhibición no implica necesariamente la motricidad, suele connotar algo de esa dimensión. Es evidente que la cuestión de la motricidad no es sino, superficie de la cuestión; si hay un punto que aquí interesa, es como vincular esta dificultad, esta detención del movimiento, en términos del deseo.
La flechita que conecta en el cuadro Inhibición, Síntoma y Angustia, no está trazada en el Seminario; sin embargo se deduce de su lectura.
Inhibiciones, síntomas y angustias se hacen presentes, desde un registro clínico, en el movimiento de un sujeto en torno de su propio deseo.

Lacan empieza el seminario dando una fórmula: la angustia como la relación esencial con el deseo del Otro. Sitúa la cuestión de la angustia, en relación a la ‘caída’ de la mediación simbólico-imaginaria en torno al deseo como deseo del Otro.
Corresponde destacar el deseo como deseo sexual, como forma de tomar distancia de una lectura “desexualizada” del deseo. Se suele leer a Lacan privilegiando los alcances del la lógica del significante y la función simbólica, y quedando la sexuación y el orden simbólico como en suspenso y aún elidido. Se puede sostener la fórmula: el inconsciente estructurado como un lenguaje, y pensarlo como pura combinatoria metafórico-metonímica. Así queda fuera el campo pulsional y la relación al goce al que, con todas sus alternativas, el deseo se enlaza.
En Lacan deseo y goce no son antinomia, sino que hay que pensarlos mediados por la función de la angustia. Se desea en torno a un contingente recupero de goce. Como tensión desiderativa hacia el imposible reencuentro con un goce perdido, sólo míticamente sostenible y en ello goce imposible. Entonces el movimiento del deseo en dirección a ese “reencuentro” de la pérdida de goce operada en tiempos de constitución subjetiva, no es sin angustia.
Dificultad en el movimiento del deseo. Movimiento del deseo en perspectiva del recupero del “goce perdido”. Poner en oposición deseo y goce conserva su valor en torno a ciertas modalidades de recupero de goce, centralmente en relación al goce del síntoma como opositivo al plano del deseo. El deseo de sanar se confronta con la dificultad en desprenderse del beneficio primario, gozoso del padecer. Vale también recordar con Lacan, el punto intermediario de la angustia en el movimiento entre deseo y goce. Pero no hay que perder la perspectiva de que el propio movimiento del deseo es en procura de un recupero de goce. No sin el tránsito por la alternativa de la angustia.
Lacan recurre a la etimología. La misma le sirve para dar “contenido” a los significantes con los que opera. Cabe allí una crítica: si se sostiene la operación sincrónica de los significantes de la lengua, como sistema de diferencias, la referencia a la “historia” particular de cada término perdería relevancia. La lengua opera como estructura combinatoria e impacta en el “infans” más allá del origen de cada término. Desde Saussure, el eje diacrónico en torno al campo del lenguaje pierde relevancia, privilegiándose la sincronía y las diferencias, no el “origen”. Para el sujeto infantil y aún para el adulto, el origen etimológico es irrelevante y mayormente desconocido. Desde ya que cuestionar el valor de la etimología en el campo del sujeto, no implica restarle el atributo a sus producciones de efectos de significación que ‘iluminen’ o esclarezcan.
La puesta en cuestión de la diacronía en orden a la estructura del lenguaje, no implica desconocer la condición relevante de lo diacrónico en términos de la constitución subjetiva. En el campo del sujeto la diacronía de constitución es central. Los "tiempos" de constitución, el Edipo y la Castración en Freud, deciden las alternativas de las estructuras clínicas.
Lacan parte de la Inhibición y se mueve en la línea de la dificultad. En el recuadro de la Inhibición agregamos algunas precisiones del texto de Freud. En el Capítulo 1º de Inhibición, Síntoma y Angustia, define el concepto de inhibición: una limitación funcional del Yo, no necesariamente patológica. Escoge para un estudio comparativo algunas funciones incididas por el Yo: la función sexual, la alimentación, la locomoción y el trabajo profesional. Puede tratarse de inhibiciones simples o fuertemente especializadas, efectos derivados de producciones de síntomas.
Al primer punto de dificultad, de frenaje en el campo del deseo, Lacan lo nombra como Impedimento. Lo citamos: “del lado de la etimología -de ella me sirvo cuando me sirve- también impedicare quiere decir ser tomado en la trampa” “la trampa es la captura especular” “la imagen especular. Esa es la trampa”. Acá Lacan dispone de un matema: i (a) la imagen especular; caer en la trampa de la imagen especular. El deseo queda entrampado en el recubrimiento, en el sostenimiento de la imagen especular. Frenaje del impulso deseante por parapetarse en el “prestigio”. Parapeto yoico que recubre, que repara la imagen de sí, no exponiéndola. Son muchísimos los ejemplos clínicos de impedimento. Clínicos y de la “psicopatología de la vida cotidiana”. Un ejemplo muy frecuente es no decir lo que se piensa, no intervenir, no expresarse por miedo al error o la insuficiencia. La trampa narcisista como lugar de detención del impulso deseante.
Si decimos que, con mayores o menores mediaciones, el deseo es deseo ‘sexual’, la impotencia masculina sirve de ejemplo paradigmático. Si el acto sexual deviene una ‘demostración’, una prueba de potencia viril, el acceso al goce sexual se verá afectado. Aparecerá alguna de las alternativas que Freud tan bien describiera en sus puntualizaciones sobre las neurosis actuales, neurosis del “acto”: impotencia, eyaculación precoz, etc., y sus efectos de barramiento, embarazo subjetivo. El impedimento “resuelve” la cuestión, no exponiendo los “emblemas” narcisisticos, operando en la anticipación imaginaria como barrera.

No es un tema de poca importancia en la clínica; es de mucha importancia en ésta; y si los analistas coinciden en una cuestión, es en la necesidad de procesar toda la perspectiva narcisística donde el Sujeto se detiene y permitir una puesta en movimiento del deseo, no quedar contenido en el parapeto yoico.
Impedimento se ubica en la misma columna que Síntoma. Ahora, no todo impedimiento llega a ser síntoma. En el ejemplo de quedar impedido de hablar en público, si ulteriormente el sujeto se queda “rumiando” por semanas, o vomita o tiene palpitaciones recurrentes en el horario en que podría haber hablado, hablaríamos de síntoma como formación del inconsciente, disculpándonos por la apariencia trivial del ejemplo. El impedimento se presenta en principio en un nivel imaginario; lo cual no excluye su entramado potencial a una formación de síntoma.
El síntoma queda definido por Freud como “indicio y sustituto descentrado de una satisfacción pulsional”. Destaca su carácter compulsivo, su condición de resultado del proceso represivo, como amarre, anudamiento de la angustia.

Sigue avanzando Lacan en orden a mayor dificultad; y pone otro término: Embarazo, palabra que le resulta muy productiva y de la cual se sirve. Le viene muy bien para su conceptualización. “Será tanto más valioso para nosotros cuanto que hoy la etimología me colma; manifiestamente el viento sopla para mí, si advierten que embarras es muy exactamente el sujeto S revestido de la barra”. Lacan dispone acá de un matema: el Sujeto Barrado, $.
En el primer punto, en el Impedimento, hablamos de la detención en posición narcisista, en el sostén yoico. Acá habría una situación diferente: ya no hay un parapeto narcisístico; ya no hay un lugar de consistencia imaginaria en que el Sujeto se refugie. El Sujeto queda expuesto a los efectos de un significante fundante para él; juega su escisión subjetiva. La escisión del Sujeto si bien es lógica, es también localizable fenoménicamente en situaciones clínicas y en situaciones de la vida cotidiana.

El pone embarazo, en castellano podríamos poner embarrado: puesto bajo la barra; el inconveniente es la connotación de lodo.
Si recordamos los intentos que hace la psicología experimental en emparentar el comportamiento animal, con el comportamiento humano; acá hay un punto central donde no hay correlato. El hecho de sonrojarse, el rubor, es una cuestión específicamente humana; la etología no encontró ningún animal que se ruborice, al que le dé vergüenza. Entonces psicoanalíticamente podríamos decir que cuando alguien se ruboriza muestra estar bajo la barra, marcado por algo, y ese algo, es un significante en más; es la incidencia, si se quiere en exceso de un significante fundante. Significante del falo, significante del poder; significante que se hace presente en la escena. Valga lo expresado en relación a la impotencia viril. Desde el ejemplo más simple de hablar en público, si se sale del impedimento, se queda expuesto a la posibilidad de fallar, de quedar barrado. La cuestión parece dirigirse a como se soporta la barra de la castración, la escisión subjetiva.

Entonces Embarazo: pérdida del sostén yoico. El sujeto queda expuesto a la relación con Un significante en más, con el significante amo, del poder, del falo. No hay parapeto imaginario, no depende de la “fortaleza” del yo. El embarazo se presenta como forma ligera de angustia.

Tomemos otra ilustración: alguien se decide a hacer un papel actoral que tenía “en reserva”, escondido como vocación no resuelta y de pronto, en plena escena y con público produce un furcio o equivoca el texto: “embarazo”. No pasa tal, si se trata de un ensayo, o en living de la casa. Se acentúa el embarazo, cuando más emblemas del poder estén convocados. Si sucede el día del estreno, en el Colón a sala llena, y ante autoridades y cuerpo diplomático y todos los emblemas del poder que imaginemos, el “embarazo”, el barramiento se intensifica. El falo, el poder toma formas emblemáticas que operan como elementos simbólicos privilegiados. Frente a ellos la alternativa del barramiento estará como posible.
Lacan toma del español: “la embarazada, quiere decir ‘mujer encinta’ en español. Lo cual es otra forma bien significativa de la barra en su lugar.” Muchas mujeres tienen cierto sonrojo cuando se sabe de su embarazo. Y es que el Sujeto se sorprende siendo tomado, digámoslo freudianamente, por una ecuación simbólica que va más allá de él. Se produce cierto efecto sorpresivo de la operatoria de un significante que la determina y que opera desde un lugar que le es inconsciente.
Repasando, Lacan parte de la Inhibición, y en términos de progrediente dificultad o frenado del deseo, inscribe dos significantes nuevos: Impedimento y Embarazo. Son sus matemas: i(a) y $. Con el Embarazo va acercándose a la noción de angustia.
Por debajo del embarazo, en esa primer lección del seminario pone una “x”, ulteriormente va a localizar allí el pasaje al acto. Volveremos sobre eso.

Tomando el otro parámetro, para el caso el del Movimiento, Lacan propone en un primer nivel por debajo de la Inhibición, y en la fila del Síntoma, lo que designa como Emoción. Estar emocionado, la propia etimología lo refiere al movimiento. En este punto encuentra referencias que posiblemente no tengan la misma riqueza aclaratoria. Alude a la “reacción catastrófica”, categoría producida por Kurt Goldstein. Trabajando con amputados cerebrales que exigidos posteriormente a cierto nivel de abstracción, producían reacciones catastróficas de carácter confusional como reacción global del cerebro, sin mediar nuevas lesiones. Entonces relaciona la Emoción, con el movimiento y lo tematiza con la reacción catastrófica, la crisis histérica o la cólera. Acercándose a la angustia, no la definen.

Siguiendo en la línea del movimiento, al que no hay que entender como movimiento físico, sino como movimiento del deseo, pone a nivel de la fila de la Angustia, otro significante nuevo: Turbación. “Aquí la etimología me favorece de una manera literalmente fabulosa”, se colma Lacan. Ilustran algunas acepciones: hacer perder el poder, la fuerza, “Emoi es turbación, caída de potencia, es estimulación, llamado al desorden y hasta al motín.”
Entonces: agitación, desmayo, descontrol. Pérdida repentina de la relación con el significante del poder. Podríamos expresarlo como “significante en menos”. Si en el extremo de la dificultad pusimos Embarazo como la relación a un “significante en más”, aquí cabría definir la Turbación como los efectos de la caída, de la pérdida del significante del falo; significante en menos. En términos freudianos se ejemplifica con el estado de pánico y agitación en la masa ante la pérdida del líder, como significante del poder. Poder que no se hace presente. Quedarse “sin palabras”. El dicho “Muerto el Rey, viva el Rey”, asegurando la cadena simbólica, contrarresta el ligero afecto angustioso de la Turbación. Aquí como en el caso del Embarazo, también en la Turbación nos acercamos a formas ligeras de angustia.
Cabría armar una correlación por oposición relativa entre Embarazo y Turbación. Si en el primer caso es confrontar al sujeto bruscamente con el significante del falo, en el segundo es confrontarlo con la caída repentina del significante que pone la posición fálica.
Si actuar en el Colón por primera vez pone al sujeto ante el riesgo del embarazo; que el Colón no exista más, para quien tenga jugada su vida en esa expectativa, produce un efecto de desmayo, de caída.
Hay múltiples ejemplos en lo social de articuladores emblemáticos en que se enhebran las investiduras del poder. En los regímenes presidencialistas, el que cubre la “investidura” presidencial, ocupa un lugar que va más allá de su persona. Por eso se nombra como Investidura, significante caro al texto freudiano. Desprendiéndonos en lo que se pueda, del mayor o menor respeto que nos merezca la “persona” en cuestión, la muerte o desaparición de quien encarna esa investidura exige su sustitución para que el significante del poder se estabilice. Evitar la turbación de la acefalía.
En la singularidad se hace multifacético y poco previsible aquello cuya caída puede agitar al sujeto. Que el Otro caiga, desfallezca en su función. Pensándolo clínicamente si el Otro del analista desfallece en su lugar de interpretación, algo se produce: la transferencia sin análisis. Se muestra una escena que tiende a resituar al Sujeto en relación al Otro. Sería la secuencia que va de la turbación al Acting-out. Volveremos sobre el punto.
Por el momento Lacan deja vacío el casillero, entre Turbación y Angustia.

Dificultad
Inhibición Impedimento Embarazo
Movimiento
Emoción Síntoma X

Turbación X Angustia

Recapitulando: en relación a dificultad-frenado, va de Inhibición a Impedimento y Embarazo. En relación al movimiento, a Emoción y Turbación. Quedan dos X como incógnitas y un acercamiento progresivo al lugar de la Angustia.
Turbación y Embarazo van quedando situados como puntos de vacilación de la posición del sujeto en el fantasma, como desestabilización relativa del fantasma y en tanto tales como potenciales aperturas a distintas modalidades del acto. Desde el acting-out, al pasaje al acto y a una tercer dimensión: la del “acto” que va al lugar donde se perfila la ubicación de la angustia. En el lugar de la angustia, el acto en juntura con el deseo.

Volvamos al cuadro. Más específicamente a las incógnitas que restan en él: Acting-out y Pasaje al Acto.
De la Turbación, del significante en menos al Acting-out. El fantasma, recordemos su fórmula: $ a , es activado, “golpeado”del lado del ‘a’. Busca el barramiento del sujeto. El reingreso al anclaje en lo simbólico. Ante el desfallecimiento del Otro, que desde la clínica lo sería en su función de lectura, el sujeto produce una “mostración”, una escena que se sostiene. Cumple la función de una demanda de interpretación o intervención. Ante el acting-out hablamos de transferencia sin análisis. Intento de resolver la vacilación fantasmática; de que reaparezca el significante que sostiene al sujeto.
En este cierto juego de paralelismo contrapuesto que va haciendo Lacan, así como este lugar de la turbación, del desmayo, de la pérdida del significante del poder, puede desembocar en el acting - out; del otro lado, frente al embarazo, frente a cierto exceso en orden al barramiento del Sujeto; este puede ser golpeado, puede ser expulsado de la escena.

Se puede producir un viraje melancólico-suicida. No hay más lugar en “el mundo” en que construir una escena, en que sostener un “ideal”. Se identifica al resto. Sale del marco que como lugar de identificaciones configura el fantasma. Se “defenestra”. Fuera del marco de la significación fálica, fuera del régimen de lo que en Lacan sería el - ö (menos fi), la falta imaginaria y su determinación simbólica, que vela lo real-siniestro del retorno del objeto.
El Otro totaliza el Saber y el Goce. Se intenta borrar la barradura con una escena que concluye, que lo expulsa, identificado al objeto como puro resto. Sin lugar en el Otro.
No es casual que una forma de suicidio que las estadísticas señalan es la de tirarse, arrojarse por la ventana. Convoca a pensar el fantasma como cuadro, marco, y su vacilación más radical. Cortar lazos con el Otro gozador, forma límite de sosegar el goce del Otro. La crueldad superyoica ilustra ese lugar.
Podría darse una progresiva instalación de la escena, como anticipaciones, inminencias de un pasaje al acto a producirse. Desconfiaríamos que siempre se presenten estos “indicios”. Hay muchos ejemplos de lo abrupto de la caída. Se puede precipitar sin anuncios claros. “La sombra del objeto cae sobre el yo”, y el sujeto arrastrado a la posición melancólica, decide salir de la escena del mundo, como una forma de cortar el sufrimiento, el goce del Otro. Tematizar el pasaje al acto por el lado del suicidio, no excluye la posibilidad del asesinato, cortar la escena “eliminando” al O/otro.
En el juego de oposiciones entre acting-out y pasaje al acto, no siempre las cosas están tan claras. Lo que “se deja” leer, lo que se muestra como un acting, no nos asegura del pasaje al acto.
En la resolución del acting-out cabe escribir operación de duelo. En Lacan el tema del duelo, aparece como un lugar privilegiado en relación a la posición del sujeto en torno a la falta, y al objeto y la carencia.
Se abre una potencial operación de duelo. Y acá tomamos una cita de Nasio, quien plantea el tránsito en el análisis, por una prueba: de la angustia de castración, en la perspectiva de la apertura de un tiempo de duelo.
Volviendo sobre el cuadro ampliado. En el lugar de la Angustia, van a encontrar algunas puntualizaciones de Freud y otras de Lacan. Una cita de Freud: “yo antes creía que la angustia se generaba de manera automática en todos los casos mediante un proceso económico, mientras que la concepción de la angustia que ahora sustento, como una señal deliberada del yo hecha con el propósito de influir sobre la instancia placer-displacer, nos dispensa de esta compulsión económica”.
Aún así Freud no anula su primer teorización de la angustia: “no necesitamos desvalorizar nuestras elucidaciones anteriores, sino meramente ponerlas en conexión con las intelecciones más recientes. No es descartable que en caso de abstinencia, de perturbación abusiva del decurso de la excitación sexual, de desviación de esta de su procesamiento psíquico, se genere directamente angustia a partir de libido... vemos que sobre el terreno de estas neurosis actuales se desarrollan con particular facilidad psiconeurosis, así; el yo intenta ahorrarse la angustia, que ha aprendido a mantener el suspenso por un lapso, y a ligarla mediante una formación de síntoma”. Freud vincula las perturbaciones del acceso al goce, las perturbaciones del acto que devienen neurosis actuales, con la formación de síntomas.
La señal de angustia llama a la operación de la represión y el síntoma. Frente a la angustia, los sujetos neuróticos tienen el “atributo”, si se nos permite la expresión, de hacer un síntoma, ahora como forma de ligar la angustia. No es así en la estructuración psicótica, que confrontada a formas de goce e interpelada a posiciones en el simbolismo, opera un quiebre y responde forclusivamente.
Es necesario desplegar las derivaciones del fantasma fundamental en las neurosis para establecer las conexiones entre síntoma y fantasma. No todo sujeto dispone de la operación del fantasma, como soldadura de las representaciones-deseo primeras, al cuerpo como lugar de goce. Entonces definimos al síntoma como formación sustitutiva que liga la angustia en tanto angustia de castración.
Lacan propone en su seminario, una serie de precisiones que permiten acercar a la noción de angustia: “ante el deseo del Otro”, “ante la falta de la falta”, “no es sin objeto”, “lo que no engaña”, “ante lo irreductible de lo Real”. Al igual que en las citas de Freud no podemos sino detenernos en algunos aspectos parciales. El primer movimiento fuerte de Lacan es situar la angustia en términos de la relación al deseo del Otro. La saca de una versión prevalentemente endógena. Ahora bien, no cualquier enlace al deseo del Otro genera el afecto angustioso. La fórmula más genérica y de raigambre hegeliana sobre el deseo, lo nombra como deseo del otro. Para Lacan este enlace sin mediación del fantasma, produce angustia. Deja al sujeto “objetalizado”, para un deseo que desconoce y que se torna prontamente como instancia de goce que cae sufrientemente sobre él. “¿Qué me quiere?”. El objeto, en tanto retorno de lo siniestro puede hacerse presente. La angustia se siente, el cuerpo la declara, es en eso que no engaña, aunque falten las palabras para designarla. Un exceso de goce, una cantidad no procesable, un Real irreductible, dejan su impronta en lo que se siente en el cuerpo, aquí como sustancia gozante. El deseo del sujeto enlazado al deseo del O/otro, implica la puesta en juego de la dimensión de la falta. El principio de realidad freudiano que lleva al rodeo postergante de un placer inmediato, vincula al sujeto a una dimensión temporal de falta. La distancia entre el Ideal del Yo y el Yo Ideal, configura otra forma de pensar la falta. Cuando opera la falta, cuando opera el régimen del menos fi, la dimensión imaginaria de la falta, el sujeto “busca”, no sin los predicados del deber ser, cubrir esa falta inagotable. Ahora, si esa falta llega a faltar el efecto es la angustia. La angustia ante “la falta de la falta”.

La angustia como afecto, resalta Lacan, respondiendo a la crítica que le atribuye desconocer la importancia del afecto. Es un afecto particular, que se produce por “desamarre” de los significantes que lo amarran. Un afecto que emerge en el lugar de vacío de representación.

Si la angustia de castración define el fin de los análisis en Freud, la pregunta de Lacan intenta pensar desde allí. ¿Cómo situarse en el lugar de la angustia?. ¿Cómo arrancarle a la angustia su certeza? ¿Cómo, en cambio del recurso al síntoma como forma de ligarla, poner allí un acto en juntura con el deseo?.
Lo acompañamos a Lacan en su acercamiento a formas ligeras de angustia, por las precisiones de lo que designa como Embarazo y Turbación. Dijimos también que allí opera un punto de vacilación del fantasma, a veces hasta de colapso, y en ello se abren las alternativas del acto. ¿Con qué recursos cuenta el sujeto?: con el tránsito del barramiento en exceso al Pasaje al Acto; con el Acting-out como intento de reingreso a una posición en el simbolismo per-turbada por el otro; con el abrochamiento sintomático de la angustia.
El análisis conduciría a confrontarse con la angustia de castración sin el sustituto descentrado de la satisfacción pulsional que nombra el síntoma. Allí donde se respondía con el síntoma, el acting-out o el pasaje al acto, producir el acto. Donde caducan los impedimientos narcisistas; aclarando que solo podemos hacernos la hipótesis de caducidad temporaria; allí donde el sujeto “pierde” ataduras con el Otro, y acentuamos las referencias a las ataduras superyoicas; allí donde el Otro no ofrece “garantías”; allí donde el fantasma de castración muestra sus límites; allí donde la angustia sería el correlato inevitable: allí se trata de, arrancando a la angustia su certeza, producir el acto en juntura con el deseo, asumir el propio deseo como causa. El deseo cobra finitud y contingentemente encuentra vías de concreción.

Es difícil la ejemplificación pero sería realizar esos “deseos” que acompañaron, aún veladamente y que fueron sostenidos en la postergación. No son tantos. Son algunos. Para cada quien los propios. Aquí cabe ubicar la idea de destitución subjetiva, en tanto el sujeto pierde su punto de garantía en el Otro. A su vez vale designarlo, como punto de máxima subjetivación, manejándonos con una noción de sujeto que no es solo el efecto de la articulación significante.

Cuando se quiere ilustrar sobre el acto, libre de ataduras imaginarias, y en un punto sin garantías del Otro, se suele recurrir, como hace Lacan en el Seminario de La Angustia, a ejemplos que como el de Hamlet configuran un acto marcado por la tragedia y la muerte. No es condición de necesidad, aunque no podamos exceptuarlo.
Hay ciertas situaciones que confrontan con el límite de la vida, con el límite de la castración entendida como pérdida que, procesadas, elaboradas en análisis, pueden hacer que el sujeto decida, las tres o cuatro cosas que “realmente”, me permito la licencia de así expresarlo, desea y que en la modalidad prevalente del deseo como infinito, quedaron coartadas en parapetos anteriores, inhibitorios o sintomáticos. En ese sentido van las distinciones que propone Lacan para el deseo en las neurosis: insatisfecho en la histeria, imposible en la neurosis obsesiva, prevenido en las fobias, dejando aquí sin responder si la fobia conforma una estructura.
El cambio de posición subjetiva pone al deseo como causa y es allí que Lacan dice del deseo decidido.

Lo infinito del deseo se articula al significante, a la lógica fálica; lo finito al objeto y a formas alternativas de deseo y goce. En ese borde, en ese límite se juegan las alternativas de lo que nombramos como atravesamiento del fantasma, afectación de las texturas identificatorias, vía deserotización del sufrimiento. “Donde eso estaba, el sujeto ha de advenir”.
Estas cuestiones nos confrontan con la temática del duelo y las cuestiones clínicas en torno a la eventual melancolización por efecto del análisis. Nasio plantea una “serena tristeza” a la que vale poner en cuestión si se la toma como desengaño.

Freud define la roca de base, o roca viva de la castración como el encuentro con el límite de la posición fálica, es desde allí que, tanto por la vía de la envidia del pene en la mujer o la revuelta contra la actitud pasiva o femenina ante otro hombre, queda definida la castración como desautorización de la feminidad, repudiación de la feminidad. Es solo desde el privilegio de la lógica de ser o tener el falo y sus potencialidades de pérdida, que la feminidad puede tejerse como una versión “humillada”. Si decimos que Lacan intenta retomar el fin de análisis allí donde Freud encuentra un límite: en la desautorización de la feminidad; será allí explorando la lógica de la posición femenina como lógica del “no-toda” y el goce femenino como alternativo a otras modalidades de goce, que Lacan avanza su interrogación.
El tránsito en un análisis por la prueba de la angustia de castración, confrontó al sujeto con las formas de la pérdida que la castración estructuró. Perdidas en el campo del amor, del saber, del goce. “Eso” retornó en el análisis, no sin angustia. Lo esperable de un análisis es que ese retorno se procese en diferencia. El tránsito por un análisis permitiría al sujeto una relación distinta con su propia angustia.
Descriptivamente: dispondría de su angustia como señal, no para reprimir, sino como indicador de su deseo, de su inquietud deseante.
Así los efectos del movimiento deseante se anudarían en formas para las que Lacan dispone del significante “sinthome”. La angustia, atenuada, reconocida, se hace señal del deseo. El sujeto así advertido en su deseo, ganó en saber. Fundamentalmente en saber sobre la insuficiencia del saber y sus garantías.
Se puede afirmar la cuestión terapéutica en análisis, en tanto por añadidura el síntoma remite, o se transforma. Cabría agregar que un análisis conduce a un “saber hacer” con la angustia, no jugado en acting-out o pasajes al acto.
Por el Embarazo, la Turbación o la Angustia de Castración, se podría transitar y volver sin nuevos síntomas o actuaciones.
Las formulaciones sobre el acto retornan sobre el campo específico del análisis. La posición del analista implica correrse, descentrarse del lugar de ‘protección’ de la imagen especular, narcisística; descentrarse de sus implicaciones yoicas, de sus propias identificaciones. Impedimento, Turbación, Embarazo..., acontecen también del lado del analista. No va de suyo que se logre siempre ocupar el “buen lugar”. El acto del analista es también un acto sin garantías. Sin garantías del Otro, no es sin el Otro. No se trata de la inmersión en el puro goce, ni del analista con un sesgo perverso. Valga para la cuestión la convicción del inconsciente freudiano no como “irracional y gozador”. El inconsciente freudiano es ético, porta las marcas de la castración.
Queda abierta la cuestión de la sublimación como destino pulsional. Esa parece ser la pregunta de Lacan en el Seminario XI: “¿Cómo puede un sujeto que ha atravesado el fantasma radical vivir la pulsión? Esto es el más allá del análisis y nunca ha sido abordado. Actualmente sólo puede ser abordado a nivel del analista, en la medida en que se le exige, precisamente, haber recorrido en su totalidad el ciclo de la experiencia analítica.”

Para concluir: Freud plantea en “Análisis terminable e interminable”, el final del análisis sujeto a condiciones, una de ellas en relación a Inhibición, Síntoma y Angustia: “que el paciente ya no padezca a causa de sus síntomas y haya superado sus angustias así como sus inhibiciones,..”. Fuerte motivo para que el trabajo con el cuadro de Lacan cobre su importancia al permitir, “retornando” a Freud, articular conceptos que hacen al fundamento del psicoanálisis y a los fines de su clínica.

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