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27 DE AGOSTO DE 2006 | DIRECCIÓN DE LA CURA

Transferencia y Acto

En el horizonte del acto está la imposibilidad del acceso a la satisfacción plena que gobierna la búsqueda del objeto perdido en su origen. De esta imposibilidad derivan los actos preparatorios, sustitutos, fallidos, es decir una multiplicidad de actos, distintos del acto analítico que no cuenta sino con una sola modalidad.

Por Lic. Esther Romano
esther_romano@yahoo.com.ar
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Así distinguimos en la dirección de la cura el acto psíquico, otro tipo de actos y el acto analítico.

S. Freud nos enseña que las operaciones fallidas en tanto actos psíquicos representan a los procesos inconscientes.

Entendemos por acto psíquico esas operaciones - lapsus, olvidos, chistes, sueños - que velan la satisfacción plena y que también se muestran en transferencia. Podríamos señalar que estas formaciones inconscientes se leen en la experiencia analítica, a través del discurso de los significantes del sujeto.

La dirección de la cura es una práctica ligada al saber de aquello que determina el sufrimiento de los actos sintomáticos. Incluso podemos leer los acting out, entendiéndolos como transferencia sin análisis, como enseña J. Lacan.

Plantear la cuestión de lo que es un acto analítico es localizarlo en una tarea analizante en relación con la transferencia.

Este acto que habilita la interpretación del deseo, apunta a establecer una distancia con el exceso de goce que nos habita; atravesar el fantasma, es descubrir la escena fantasmática en la cual cada uno está preso.

Por vía del análisis se puede situar ese goce incestuoso como formando parte de todas las dimensiones del goce. La dirección de la cura apunta a producir un giro, respecto de ellas en cuanto a su distribución. Ese giro articula la castración al goce y el deseo en el discurso. Asimismo establece un nuevo lazo del sujeto con otros.

Según la perspectiva del acto, me importa situar los planos del saber respecto de la desmesura del goce y la ley, porque me interesa hablar del acto analítico que establece una distancia con el puro goce.

¿Cómo están presentes el goce no acotado y la ley en actos que no sean el analítico?

Los planos que me propuse para considerar una cierta analogía estructural entre un tipo y otro de acto, son los siguientes: el mítico y el histórico.

Hay un factor común a todos ellos, como es el hecho que todos se sitúan respecto del incesto.

Plano mítico

El acto instaura una ley fundamental de donde emerge una historia. Es lo que demuestra Edipo Rey, una de las piezas maestras del teatro de Sófocles.

S. Freud designa en la interdicción del incesto, el principio de la ley primordial y al mismo tiempo, el deseo más fundamental; su objeto, por ser incestuoso, requiere ser mantenido siempre a distancia.

El goce es muy distinto cuando tiene un velo ficcional y cuando no lo tiene;. este velo, función de menos fi, debilita lo incestuoso; la constitución de ese velamiento está dado por pérdidas y mutaciones sucesivas, en el mito no hay velo alguno.

Una excepción cobra valor de certeza. cuando prevalece el destino de la desmesura. La excepción se transforma entonces en verdad incontrovertible. Por ejemplo: Edipo es Rey, usurpando el trono de Tebas.

En las consecuencias de esos actos míticos es posible reconocer la locura de un puro goce, es decir, no hay un sujeto acotado; se produce así un desconocimiento del prójimo, negando su existencia.

La inexistencia del prójimo resulta de la ceguera de este acto mítico, el exceso de goce implica la existencia de ideales similares a los dioses de Edipo. Estos no respetan el carácter de enigma que debe guardar cierto saber cuando la verdad está en causa.

Plano Histórico

En este segundo enfoque, el histórico, reportándonos al imperio romano, el nombre de Cayo Julio César (Caius Julius Caesar) está asociado a la gloria, el poder y el prestigio. No voy a analizar la historia que lo concierne en toda su complejidad. Sólo voy a situar algunos aspectos del contexto histórico político. Durante el consulado de Pompeyo y Craso, contribuyó a derogar la constitución. Pompeyo, receloso de los triunfos de César, trató de oponerse a su regreso, firmó un decreto en el Senado ordenando a César abdicar el mando, so pena de ser considerado como enemigo, acusándolo de alta traición a la patria.

<< Iacta Alea est>> (‘la suerte está echada’) (Suetonio, Cés.32)

Estas son las famosas palabras pronunciadas supuestamente por César al cruzar el río Rubicón, cuando vio que era inevitable el enfrentamiento con Pompeyo. El hecho en sí no tiene nada de épico, pero esa era la frontera, más allá de la cual César no podía avanzar.

La expresión: "atravesar el Rubicón" da cuenta de un designio atrevido que se asume, no sin haber reflexionado algún tiempo. Este acto suspende la vacilación, tiene un carácter inaugural, a un tiempo que traspasa los límites de la ley, al violar una ley que es propia del Senado.

César logró el dominio de Italia. Al tiempo, una conspiración acabó con su vida; lo asesinaron en el Senado; entre los responsables del crimen se contaban algunos de sus antiguos partidarios.

En César se bosqueja así el perfil de los actos donde es la pasión y la consistencia de ser la que orienta la búsqueda del puro prestigio, búsqueda que comporta la violación de leyes, la ignorancia del prójimo y la certeza; no admite ser cuestionada, muera quien muera.

Tenemos entonces que la ignorancia de la dimensión del enigma en el saber se distingue de aquélla que niega la existencia del enigma en el plano del mito.

A su vez es diferente de aquélla propia del sujeto analizante, quien aun estando en relación con el enigma, puede ignorarlo.

Siguiendo la lectura de J. Lacan, me detuve en este acto de Julio César de cruzar el Rubicón, busqué la referencia de Plutarco en su libro "Vidas Paralelas", donde consigna lo siguiente"...que la noche anterior a este paso tuvo un ensueño abominable, pues le pareció que se acercaba a su madre con una mezcla que sin horror no puede pronunciarse".

Lacan por su parte nos dice: :" ...el sentido indicado por el sueño que precede a "atravesar el Rubicón" ... no es otro que el sentido del incesto...

¿Cómo ubicar los niveles de este acto de Julio César?

Dos planos coexisten en César; por un lado, el acto heroico y en paralelo, la ensoñación incestuosa, la fantasía edípica que estuvo velada para el acto.

En el plano histórico, a diferencia del mítico, hay un valor ficcional. El acto de César descompleta la estructura; da lugar a otra historia y ésta encuentra después otros canales. En este registro se puede rescatar el valor de acto, es en términos de riesgo, de ruptura con respecto a la historia que se desprende a partir de allí. Pero subrayando que en César no hay ningún enigma, el enigma en relación con el saber queda velado.

Como tampoco lo sabe un analizante, César no sabía que él armó la historia. El acto se liga a su historia. Cada analizante produce una ficción fantasmática, sin saber que la produce, cree que la historia que construye es objetiva, pero es subjetiva porque está implicado, es decir, sin que lo sepa, está cautivo en una historia que él mismo construye.

En el plano del acto analítico

Violar una ley no es lo mismo que dar crédito a subvertir un orden determinado por el sentido del A.. Aquí se trata de la respuesta fantasmática a la demanda del Otro, de subvertir ese orden de la demanda.

Es en las operaciones de la experiencia analítica producidas en transferencia, donde puede ubicarse el acto capaz de hacer caer lo incestuoso que nos habita, lo cual supone aceptar la presencia del enigma en el saber. Por ejemplo, esa función de enigma no la cumple la ensoñación de César.

Precisamente, el camino del acto analítico, exige el atravesamiento de la escena fantasmática donde el analizante está prisionero, cautivo en algún objeto.

Un acto analítico implica que cae lo incestuoso en la medida que cae la transferencia. En esta renuncia, el sujeto se relaciona con la falta que está instaurada de una manera particular; como corte del sujeto. Y un giro en su relación a la falta. Se relaciona a la falta de otra manera porque cayó la demanda y asume su propio riesgo sabiéndolo. En algún punto la demanda al A. cae.

No hay acto analítico que no implique cierta caída; sin embargo todo acto analítico no deja de ser fallido.

El que hace posible esa caída es el analizante, se apodera de la falta para producir algo nuevo, de acuerdo con la interpretación del operador, que es el analista. El analizante asume un riesgo y hace tal cosa, toma a su cargo la renuncia al goce incestuoso. Da lugar a su acto analítico. De lo que se trata es de acotar, economizar y redistribuir el goce apuntando a estar con otros.

En efecto este atravesamiento no es sin otros, y comporta una apuesta que tiene un margen de incalculable, en la medida que se destituye un lugar de Sujeto Supuesto Saber y se introduce un saber en fracaso inevitable.

Atravesar el fantasma supone también, vía la interpretación del deseo, orientarse en el sentido de señalar cada una de las letras que han de caer del goce al cual quedó fijado el analizante, así como los sentidos del Otro presentes en lo que se dice, para hacer lugar en el discurso a letras del deseo.

En este punto entendemos que se articulan deseo, acto y acto analítico, todos atravesados por el acto imposible en su origen que inscribe la falla.

Otra dimensión del acto inaugural es la apuesta entre colegas que establecen un acuerdo, cuya inscripción queda asentada y crea un lazo social.

La transferencia requerida en este marco supone también un trabajo por el cual se admite la pérdida necesaria; en el reencuentro con la falta se acepta al prójimo y la propia condición de mortal.

Ese acto inaugural tiene el estatuto de acto porque comporta en su devenir la pérdida de la certeza, el cuestionamiento de la pasión del ser y porque busca sostener las renuncias necesarias para habilitar una comunidad de analistas que tiene ya una vigencia de treinta años.

Mas informacion:
esther_romano@yahoo.com.ar

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