Articulos

DE DE | ARTÍCULO

Sobre la calidad de la muerte

Es necesario antes de pensar cómo es el duelo hoy en día, cómo es el duelo en nuestros pacientes, cómo es el duelo personal, un pantallazo histórico del tema.

Por Martín H. Smud
Enviar por mailImprimir

Hay un primer período que dura mil años y llega hasta el comienzo de la Edad Media, que lo vamos a denominar, siguiendo la clasificación de Philippe Aries, “la muerte amaestrada”. El sujeto tiene amaestrada su muerte, la tiene bajo su dominio, existía una tradición que le decía a cada quien llegado a esta situación lo que debía hacer. La muerte avisaba cuando iba a actuar, se trataba del “aviso”, el que iba a morir recibía un aviso. No era el médico que le decía: “preparate, te quedan a lo mejor dos meses de vida”, eran “los avisados” quienes confiaban a los médicos las alternativas de su muerte. Cada persona sabía, “por naturaleza” cuando llegaba su momento de morir.

A partir de que recibía el aviso comenzaba él mismo a llevar adelante un ceremonial que consistía en ubicarse en su habitación, en su lecho.
Desde este lecho se arengaba a los vivos, a este lecho se acercaba todo familiar que tuviera que ver con el muriente, pero también al lecho se acercaba el cura, el escribano, el abogado, el médico, se acercaba la comunidad. En el lecho se armaban los testimonios, se redactaban los testamentos, se dejaban las cosas preparadas para el tiempo del postmorten. El que iba a morir estaba en tránsito, y desde ese lugar era visitado con gran solemnidad y respeto por quienes se acercaban al lecho.
En aquella época se moría en público, y de ahí la importancia de la actuación del que se estaba muriendo. A su alrededor estaba toda su familia, incluyendo los niños, no se excluía de esta situación a los hijos, aún los más pequeños acompañaban a la persona que moría.
La gente esperaba la muerte, al que le tocaba el aviso esperaba en la cama yaciente, y hasta la muerte también esperaba la terminación de la ceremonia pública organizada por el propio agonizante. Era una ceremonia con el protocolo, todos observaban interesados pues a su turno también lo deberían realizar, la muerte era parte de la herencia que se pasaba de padres a hijos. Por eso, era importante que se trajera a los niños, la muerte era pedagógica.
Ya alguno estará contrastando con la muerte actual. Hoy impera el afán de apartar a los niños de las cosas de la muerte, Philippe Aries dice algo que es fantástico, dice, “hoy los niños saben la fisiología del amor, el pene, el coito, pero cuando el abuelo no está le dicen, se fue de viaje”. Hay que alejar a los niños de la muerte, los niños saben todo, pero si el abuelo no está, le dicen se fue de viaje. Podemos tratar de explicarnos esta conducta, pero lo cierto es que la muerte debe ser hecha ficción, “se fue de viaje”, “se fue al cielo”. La muerte se vive como el peor drama que solo puede ser contado a condición de hacerlo una historia de chicos, de hijos.
Entrando ya en la Modernidad madura, una suma de factores va generando un cambio dramático en la forma de morir, es lo que Aries denomina la “muerte excluida”, excluida pues el que está muriendo no puede hacer nada, es un participante sin voz ni voto en su propia agonía, deciden todo por él, es la época donde se comienza a engañar al muriente, es la época donde es mejor que no se sepa la gravedad de la enfermedad, siempre por amor al prójimo, por el bien del otro, se trata de disimular sobre la gravedad de la enfermedad del otro, sobre su muerte. La medicina convalidaba este no decir a quien va a morir, que va a morir, era la época en que se decía: “murió sin saber que iba a morir”.
Con la Modernidad, aparece todo el desarrollo que posibilitó la emergencia de la ciencia moderna, sobretodo la medicina con su lucha contra la enfermedad y la muerte. La medicina se mete con la muerte, y cambia su paisaje. Del hombre que moría en su lecho, se pasa a morir en los hospitales. De esa muerte que avisa al muriente, se pasa a una muerte donde el muriente está entubado ligado a un respirador artificial y a un tiempo de muerte que no le pertenece.
Existe un tema que está discutiéndose actualmente que es el criterio que podríamos llamar de calidad de muerte. ¿Por qué calidad de muerte? El otro día estábamos conversando sobre un programa de televisión Animal Planet, un programa sobre mascotas, y charlábamos acerca del criterio que hay frente a la muerte de un animal, lo que privilegian los veterinarios es la calidad de la muerte. Es sorprendente porque con una persona se intenta que viva lo más que pueda. Los perritos, los que dicen ser nuestras mascotas, mueren mejor que una persona. Al perrito se le inyecta, se le administra una inyección letal cuando su vida está a plazos fijos, cuando ya no puede manejarse solo, cuando no hay placer en su vida, en esos momentos para los humanos que bregan por el bienestar de los perros es mejor que no vivan. En cambio, para los seres humanos lo que se privilegia es que sigan viviendo al costo que sea.
Se trata de que como profesionales podamos pensar teniendo en cuenta el criterio de calidad de muerte, seguramente es un tema polémico, pero se trata del derecho a tener una muerte digna. Y esto también tiene que ver con la historia y su relación con el duelo.
Es llamativo pues ahora el contrapunto lo ubicamos en nuestra misma actualidad, por un lado: la muerte está excluida, no hay lugar para la muerte y como consecuencias de esta exclusión de la muerte es que el duelo hoy no puede prolongarse más de 48 horas, bajo riesgo de ser tomado por un enfermo, por otro lado, se trata de estirar lo más posible y a cualquier costo la vida del muriente.
Seguramente ya habrá algunos que digan que la concepción de la muerte ligada a los tiempos históricos, si bien es necesario conocerlas, no explica las variaciones singulares que vemos en relación al morir. De acuerdo pero la historia nos condiciona y veremos que la muerte y el duelo dependen de la historia que cada sociedad va construyendo acerca de la manera de morir y de duelar. Lo contextual condiciona al sujeto y también lo contextual estructura al sujeto, y entonces allí la forma de hacer un duelo, la forma de quedarse con culpa, vergüenza, lástima. La sociedad ya tiene una manera instrumentada de morir; hoy por ejemplo, en nuestra actualidad, si uno después de 48 horas sigue de duelo, lo consideran como enfermo, en serio, lo que antes se prescribía como para, por lo menos, toda la vida, ¿hoy cuánto dura un duelo? En la actualidad es la lógica del keep-busy, estar ocupado, te dicen que en esta sociedad no te podés quedar, que te pasan por encima y encima esas palabras te las dicen como si fueran palabras de aliento.
Y este es un tema fundamental para el psicoanálisis. Es un tema central. Freud equiparaba a muerte y sexualidad como los dos agujeros en el inconsciente. En este siglo mientras los temas de sexualidad salen a la luz, en la cuestión de la muerte acontece una exclusión, la muerte es dejada afuera, es forcluida. La muerte es alejada de casa y se ubica en el hospital moderno. ¿Pero por qué no morir en casa? La muerte es percibida como algo sucio, y no hay otras cosa más combatida en nuestra sociedad que la suciedad, si bien estas dos palabras se escriben igual salvo por una letra, es esa letra la que hace una diferencia tal que produce que un hombre y/o una mujer luchen toda su vida por mantener esa diferencia entre sociedad y suciedad. A nuestra sociedad de consumo se la ha denominado en la década del 80 como la cultura del jabón en polvo. (Y no nos pondremos muy puntillosos a analizar eso de “polvo”, - polvo ya pronto serás, - el polvo que me eché, no nos pondremos a ubicar al polvo como un significante donde su significación nos hace pasear por la muerte, el sexo, y el lavarropa automático marca registrada). Imaginamos a esa ama de casa que se esmera por tener todo limpito, oliendo esos buenos olores de esos buenos productos, nos la imaginamos como loca con un muerto en casa, ese muerto que parece sudar, que tiene mal olor, que antes de morir, vomitaba sangre. ¡Que asco! - Es feo decirlo, ni que decirlo de tenerlo en casa. Un muerto es algo fuera de lugar en nuestra casa hoy en día, hubo que trasladarlo al hospital como dice Aries “clean and civil”, limpio y civilista.
¿Pero qué tiene que ver esto con el psicoanálisis? No solamente el cuerpo del muerto huele mal sino todo aquel que hable de más de este tema huele mal. No hay tiempo que perder, hay que mantenerse Keep busy, mantenerse ocupado, y si bien quien no demuestra duelo es recriminado, aquel que se obstina en hablar demasiado del muerto también es sancionado. No se puede hablar demasiado del tema sin que el que escucha diga: Bueno, ya está bien. El final del duelo queda en quien escucha, y el enlutado, sin poder hablar, se angustia. Y ahí podemos entrar nosotros, habilitando un espacio, que no pretende un objetivo como es el cambio de objeto, un espacio donde se pueda hablar, y esto es lo posible y necesario para una escucha clínica.

Videos
La corresponsabilidad ante la vulneración de derechos de niños, niñas y adolescentes (NNyA). El rol del organismo de protección de derechos de NNyA en CABA.
Tapas y contratapas
Lectura del Discurso de Roma
8.4.2024  /  A 70 años
Lectura del Discurso de Roma
Ética y psicología
9.3.2024  /  Rol social del psicólogo
Ética y psicología
Lacan
12.12.2023  /  La antifilosofía 3
Lacan
Futuro por venir
7.11.2023  /  Psicoanálisis y el Hospital
Futuro por venir